EL PAíS › DESDE EL GOBIERNO PORTEÑO ADMITIERON MALESTAR CON EL KIRCHNERISMO

El divorcio porteño ya tiene dos frentes

Aunque siguen negando un alineamiento con Lavagna, cerca de Telerman reconocen que los cambios en el gabinete porteño deben ser leídos como un gesto hacia el kirchnerismo. También están enojados con Aníbal Ibarra.

 Por Santiago Rodríguez

La ola que provocó la decisión de Jorge Telerman de modificar su gabinete pasó y a la vista empezaron a quedar ayer algunos hechos concretos más allá de las especulaciones que se realizaron en un primer momento. En la jefatura de gobierno volvieron a negar un alineamiento con Roberto Lavagna, pero sí admitieron que algunos cambios deben ser leídos como un gesto hacia el kirchnerismo porteño –o dicho de un modo más directo hacia Alberto Fernández– y no ocultaron tampoco que están enojados con Aníbal Ibarra. “Voluntad de acuerdo no significa sometimiento”, aclaró un hombre clave de la administración porteña. Los kirchneristas no dieron señales de que vayan a abandonar por ahora la gestión local y los ibarristas que lo vienen acompañando seguirán con Telerman a cambio de que los siente a su mesa de discusión política.

Los nuevos ministros porteños jurarán en sus cargos mañana a las 15 en el Salón Blanco de la jefatura de gobierno. El actual director del Hospital Enrique Tornú, Alberto De Micheli, asumirá el reemplazo de Donato Spaccavento, un kirchnerista de estrechos lazos con Néstor Kirchner. Telerman lo eligió para ese cargo por su trayectoria en el sistema hospitalario porteño, aunque Alberto De Micheli tiene cierto anclaje en el socialismo y años atrás ocupó la dirección de la Comisión de Salud de la Legislatura.

Telerman también pondrá en funciones a Juan Pablo Schiavi que pasará a desempeñarse como ministro de Obras Públicas en lugar de Ernesto Selzer, un dirigente que dejó la tropa ibarrista para enrolarse en la del ministro de Planificación, Julio De Vido.

Las modificaciones dispuestas por Telerman se completan con el recambio de la ibarrista Alejandra Tadei por el radical Agustín Zbar en la Procuración General y el reemplazo de Eduardo Hecker por Julio Macchi en la presidencia del Banco Ciudad. Ambos cambios requieren acuerdo de la Legislatura, un proceso que llevará su tiempo.

Los cambios en el gabinete porteño impactaron porque Telerman había elegido y puesto en funciones a su equipo de colaboradores hace apenas dos meses y medio, pero también porque sumados a la permanencia de Guillermo Nielsen en el Ministerio de Hacienda porteño fueron interpretados por el kirchnerismo como un guiño a Roberto Lavagna, quien parece encaminado a presentarle pelea a Kirchner en 2007. En el círculo cercano a Ibarra hicieron la misma lectura y coincidieron, además, en ver el nombramiento de Schiavi como parte de un entramado político que lleva al ex intendente Carlos Grosso.

Telerman y sus hombres negaron de entrada cualquier plan en sintonía con Lavagna y ayer volvieron a hacerlo. La defensa pública de la decisión del jefe de Gobierno la asumió su ministro de Producción, Enrique Rodríguez, quien aseguró que los cambios “no tienen nada que ver” con el ex titular de Economía y afirmó: “Nuestro principal objetivo en la estrategia de la política nacional es contribuir al éxito del presidente Kirchner”.

Aunque en privado también desmintieron vinculación alguna entre las modificaciones y Lavagna, los operadores de Telerman sí reconocieron ingredientes políticos en su decisión, más allá del relacionado con su necesidad de hacer una buena gestión para ir en busca de su reelección el año próximo. “Lo de Tadei tiene que ver con la necesidad de contar con un abogado de confianza y tampoco hubo cuestiones políticas en lo de Selzer, sino una necesidad de gestión. Es cierto, en cambio, que lo de Hecker fue un mensaje al Frente para la Victoria”, admitió un íntimo de Telerman.

En la jefatura de gobierno también le restaron significado político al desplazamiento de Spaccavento, pero entre los kirchneristas no pasa inadvertido que se trata de un dirigente con llegada directa a Kirchner que siendo director del Hospital Argerich acondicionó especialmente una sala para el caso de que necesitara atención. “Un jefe de Gobierno no puede permitir que un ministro levante en su contra al resto de los miembros de su gabinete y eso fue lo que trató de hacer Donato. Transformó su pelea con Nielsen en una pelea con Jorge y dejó crecer el quilombo en los hospitales”, apuntó uno de sus colegas. Spaccavento estaba enfrentado con Nielsen por la falta de nombramiento de enfermeros en los hospitales.

La admisión de que algo de política hubo en los cambios llegó de la mano de una queja velada por el trato que Telerman viene recibiendo: “En estos dos meses y medio, lo único que hubo de parte de Alberto Fernández, de Ibarra y también de Daniel Scioli fueron sólo actitudes mezquinas y muy poca solidaridad del bloque K en la Legislatura”.

Que en la jefatura de gobierno se refieran con precisión a los “kirchneristas porteños” conducidos por Fernández y ni siquiera mencionen a los de Compromiso K, agrupados bajo el liderazgo de Carlos Zannini, es deliberado: ni siquiera con su llegada al poder porteño Telerman pudo recomponer su vínculo con el jefe de Gabinete, pero sí en cambio consiguió establecer un buen diálogo con el secretario Legal y Técnico de la Presidencia. Sin embargo, de un tiempo a esta parte esa relación se enfrió y Telerman no quiere someterla a un deterioro aún mayor.

Así como en el kirchnerismo, Telerman también trata de meter una cuña en el ibarrismo en el que empiezan a aparecer divisiones. Ibarra trata por el momento de sobrevolarlas y frente a los cambios en el gabinete porteño optó por el silencio.

“No quiero emitir opinión, prefiero que hablen otros”, dijo Ibarra, después de evaluar la situación con Raúl Fernández, Marcelo Vensentini y Silvia Fajre. Se trata de los tres ministros que Telerman tomó del ibarrismo y que decidieron mantenerse en sus cargos. “Esta crisis ha abierto una instancia interesante, porque diferentes funcionarios y dirigentes avanzamos en la consolidación de la centroizquierda”, destacó Fernández, cabeza de un armado que incluye también a otras fuerzas y demandó a Telerman ser tenido en cuenta en las definiciones políticas.

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Jorge Telerman provocó un cimbronazo en la ciudad con los cambios en el gabinete porteño.
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