EL PAíS › OPINION

La preocupación de Bianchi

 Por Julio Raffo *

En estos días se habla mucho, y con razón, del grave problema que le ocasiona a la convivencia social la “inseguridad”. El tema ocupa mucho lugar en los medios de comunicación, en las preocupaciones de algunos candidatos, en los cuestionamientos de los partidos de oposición, en algunos juristas u opinadores, a todo lo cual se ha sumado ahora el cartel de Carlos Bianchi.

El reclamar “seguridad” a secas o el preocuparse por la “inseguridad” puede significar cosas muy diferentes. Bajo esa expresión, y entre otras cosas, cabe estar preocupado por:

a) la inseguridad de los niños “de la calle”, que limpian los vidrios de los autos o nos entretienen en los semáforos;

b) la inseguridad del ejército de desempleados, que carecen de los recursos mínimos para la subsistencia básica de ellos y de su familia;

c) la inseguridad de las personas que viven en asentamientos o “villas de emergencia”, privadas de los servicios básicos y del correspondiente título de propiedad sobre las parcelas que ocupan;

d) la inseguridad de las innumerables personas que trabajan “en negro” y que por ello no tienen acceso a los servicios de salud que brindan las obras sociales y ni a la posibilidad de obtener, algún día, la jubilación;

e) la inseguridad de las personas de escasos recursos por estar excluidas de la atención médica de alta complejidad o medicamentos de alto costo;

f) la inseguridad de las personas presas, condenadas o procesadas, que viven en condiciones inhumanas de hacinamiento, en las cuales proliferan situaciones de violencia y enfermedades, y entre ellas el sida, muchas veces contagiado a raíz de violaciones;

g) la inseguridad de los ancianos de familias de pocos recursos, quienes son amontonados en geriátricos de pésimas condiciones y que con alarmante regularidad se incendian o derrumban;

h) la inseguridad de las personas que se alimentan de basura, o que viven de manipularla manualmente en las calles o en los basurales;

i) la inseguridad de los que viven y duermen en las calles o plazas;

j) la inseguridad de los niños que, con desgraciada frecuencia, mueren en nuestro país por carecer de alimentación.

Por último también cabe el estar preocupados por la seguridad de las personas que viven en el Barrio Parque, los “countries” o son asaltadas.

Esta última preocupación es, obviamente, legítima; pero no debería haber dudas respecto de que, socialmente, la inseguridad aludida en los primeros diez puntos es mucho más grave que la mencionada en último lugar.

Las inseguridades aludidas en primer término afectan directamente la vida, la salud y la libertad de las personas, que se ven privadas de poder elegir una adecuada alimentación, un eficaz servicio de salud, un razonable lugar en donde vivir, etcétera.

En nuestra sociedad la vida, la salud y la libertad, constituyen valores muy superiores a la protección de la propiedad. Y tanto es así que la ley le permite al Estado apropiarse, por la vía del impuesto, del 33% de nuestros ingresos, pero sería aberrante e inconstitucional que pretendiese apropiarse de un porcentaje de la vida, de la libertad o de la sangre de los ciudadanos.

No obstante, cuando se pide “seguridad” en nuestro país y en el cartel de Bianchi, nos encontraremos con que, salvo honrosas excepciones, la preocupación excluyente radica en el temor a ser robado. Y, si bien es respetable que las personas quieran vivir en paz y sin ser asaltadas, también es doloroso el advertir que, en la preocupación sobre este tema, el interés propio ha invertido la jerarquía de los valores que deberíamos preservar.

* Profesor de Filosofía del Derecho en la UBA.

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