EL PAíS › O’NEILL SE REUNIO CON DUHALDE QUE PIDIO UNA RAPIDA AYUDA

Todo por no caer en otro default

El secretario del Tesoro norteamericano llegó y fue directamente a Olivos, donde el Presidente lo recibió con el ministro Lavagna, quien hoy tendrá otro round más definitivo. Los funcionarios pidieron ayuda inmediata. O’ Neill no prometió nada. Ayer se hizo la primera marcha de repudio. Hoy habrá otra.

 Por Diego Schurman

“Necesitamos la ayuda lo más rápido posible.” “Nos serviría para crear confianza interna y externa.” “La economía mejoró pero con un crédito podríamos poner en marcha un proceso productivo.” Las tres frases le pertenecen a Eduardo Duhalde. Las pronunció por primera vez el 12 de marzo ante la misión del Fondo Monetario. Y las repitió ayer ante Paul O’Neill. Aunque el secretario del Tesoro norteamericano rompió aquellos exasperantes silencios del indio Anoop Singh: “Créame que no hay nadie más interesado en ayudarlo que el pueblo norteamericano”, le dijo voluntarioso aunque huérfano de compromiso.
El Gobierno fue cauto a la hora de analizar la cumbre. Teme que el FMI vuelva a “correr el arco justo antes del gol”, según una figura futbolera que suelen utilizar los funcionarios de la Casa Rosada para describir los sucesivos traspiés con el organismo de crédito.
El misterio podría comenzar a develarse hoy. Roberto Lavagna mantendrá un encuentro clave con O’Neill. En la agenda del ministro de Economía habrá un tema de cabecera: la imposibilidad de la Argentina de desembolsar casi 3 mil millones de dólares en septiembre para cubrir vencimientos del Fondo, el Banco Mundial y el BID. En buen romance, pedirá a Washington un refinanciamiento de esas deudas antes de que expire el próximo mes. De lo contrario, la Argentina caerá en un nuevo default ya que no puede sacar más plata de las reservas.
Del silencio de Singh –que en los papeles siempre tuvo consideraciones lapidarias para la Argentina–, al gesto de O’Neill no hubo cambio de Presidente ni de discurso. Pero se cumplieron los requisitos exigidos por Washington. Entre los principales: la libre flotación del dólar, la derogación de las leyes de Quiebras y Subversión Económica, la firma del Pacto Fiscal con las provincias y el adelantamiento de las elecciones, confirmado recientemente con la publicación de los decretos.
Duhalde se esmeró ayer haciendo un racconto de esas “obras de gobierno” ante el funcionario norteamericano, en el Salón Jefatura de la Residencia de Olivos. Fue una manera de mostrarle a O’Neill, hombre clave en la definición de las políticas del Fondo, que el acuerdo con el organismo es para la Argentina una cuestión de Estado.
En esa línea, se buscó enmarcar el cambio de agenda oficial. Duhalde postergó por unas horas su viaje a Bogotá, donde participará hoy de la asunción de su par colombiano. “Es una lástima que no se quede a conocer este país, que es maravilloso. Pero qué le voy a decir yo si también ando a las corridas si en unos minutos me tengo que ir”, escuchó O’Neill gracias a los oficios de la traductora Ana Braun. Poco antes, el visitante le había obsequiado al Presidente un alhajero como regalo protocolar.
La delegación extranjera se completó con el embajador James Walsh, el subsecretario del Tesoro, Johan Taylor, la secretaria viceasistente para Eurasia y América latina, Nancy Lee, y la directora para América latina del Consejo Nacional de Seguridad, Johanna Wallace.
El discurso del Presidente evitó los eufemismos. Por eso antes de reclamar ayuda habló del proceso de “depresión” que vive el país, del “derrumbe de las instituciones”, de la “pérdida del capital y la especulación financiera”, y del “proceso inédito de empobrecimiento”. Nada nuevo para quien conoce la arenga oficial. A excepción del remate, que mostró deliberadamente al Gobierno en un papel de víctima.
–Hemos aprendido lo que es estar solos –dijo el Presidente, sentado junto a su vicejefe de Gabinete, Eduardo Amadeo.
La misma línea argumental esgrimió Lavagna. “Latinoamérica tiene tres heridas. Y las tiene que solucionar en conjunto. Si deja abierta una puede complicar al resto”, fue la frase que se escuchó cerca del ministro.
Aludía así a la crisis brasileña, uruguaya y a la –¿desatendida?– argentina. “Este es el momento, hay que dar un empujoncito”, siguió Lavagna. –¿Cómo es que un país que estaba atado a la moneda más estable del mundo cobraba intereses del 40 por ciento en dólares? Los primeros perjudicados con eso fueron los trabajadores –se sumó Duhalde a la hora de reclamar “colaboración” norteamericana.
En la media hora de reunión, O’Neill no se fue en palabras. Pero al menos se mostró voluntarioso. “El sentido de mi viaje es que se salga adelante. Yo quiero que el viaje cree una sensación positiva.”
Entonces Duhalde no se privó de explicar la teoría del huevo y la gallina: el Fondo quiere gestos y “políticas sustentables” que den confianza para dar ayuda, mientras que el Gobierno cree que la ayuda del FMI será el principal impulsor de la confianza.
A ese análisis O’Neill devolvió silencio. Tampoco dijo más el Presidente. Ni siquiera recordó la frase que había obsequiado a una radio la última semana, al hablar del ilustre visitante. “No hay pistola que le venga bien.”

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Eduardo Duhalde y Paul O’Neill, sonrientes, dándose la mano. Un encuentro corto, sin definiciones.
 
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