EL PAíS › OTRA PARADA DEL CANDIDATO DE LA SOTA EN EL CONURBANO

Casi como un bonaerense

Esta vez fue en Florencio Varela. El duhaldismo estuvo presente con Giannettassio, Aníbal Fernández, Mabel Müller y Díaz Bancalari, entre otros.

 Por José Natanson

No tiene esa mezcla de paranoia y soberbia que exhibe Carlos Menem; tampoco el carisma tercermundista de Adolfo Rodríguez Saá; ni siquiera el perfil filo progre de Néstor Kirchner. Tiene, en cambio, mucha claridad y unas ganas palpables de llegar a la Casa Rosada. Ayer, José Manuel de la Sota realizó su segunda incursión en el Conurbano con un acto en Florencio Varela. No movilizó multitudes ni enamoró a los militantes, pero cumplió dignamente con su papel de candidato visitante. “Vamos a construir una Argentina que no viva de prestado y que vuelva a insertarse en el mundo a fuerza de industria y de esfuerzo”, dijo en uno de los párrafos más aplaudidos de su discurso.
Fue una típica movilización del aparato peronista del Gran Buenos Aires, esta vez en la modalidad del acto precongelado que el duhaldismo le obsequia a De la Sota como parte de su apoyo en la interna.
Desde temprano fueron llegando micros con gente de los distintos distritos, más alguna delegación del interior. Dentro del miniestadio de La Patriótica, un club sobre la Avenida Eva Perón, en el corazón de Florencio Varela, se destacaba la presencia de Graciela Gianettassio, la verdadera caudilla del lugar. Junto al intendente, Julio Pereyra, la ministra de Educación fue quien armó, organizó y entregó el acto que cerró el gobernador cordobés.
Además de Giannettassio se habían acercado algunas primeras figuras del duhaldismo, como el secretario General Aníbal Fernández, el diputado José María Díaz Bancalari y la senadora Mabel Müller. Se mezclaron con los pocos delasotistas presentes, entre ellos los diputado Eduardo Di Cola y Carlos Alessandri.
El estadio se fue llenando de a poco con unas cuatro mil personas: muchas familias, algunos jóvenes y una impresionante cantidad de chicos. Recién cuando estuvo completo aparecieron Pereyra y Gianettassio, con un breve discurso cada uno antes de dejar lugar a De la Sota.
Cuando el cordobés finalmente tomó el micrófono eran las cuatro de la tarde. Sonriente, con los brazos alzados para hacer la V y enfundado en un inexplicable saco blanco, De la Sota pronunció un discurso encendido y sólido, pero que al mismo tiempo revela el complicado lugar en el que se encuentra.
Convencido de que la renuncia de Carlos Reutemann le abrió un espacio ancho en el centro del peronismo, que no ocupan ni las promesas de Rodríguez Saá ni los planes de Menem, el cordobés intentó mostrarse como el único candidato serio y con capacidad de gobernar. “Todos los problemas tienen solución. De la Sota”, decía el gigantesco cartel ubicado detrás del escenario.
Pero el gobernador también es consciente de que, aunque ya lleva más de un mes como precandidato, las encuestas no registran un repunte importante en su imagen y en su intención de voto (ver recuadro). Por eso, ayer intentó inyectarle un poco de energía a su discurso. “Yo trabajo paso a paso para ganar y para que los argentinos me den su confianza porque acá no gana el que tiene más aparato ni más plata sino el que tiene más votos”, gritó. Y fue más allá, al asegurar que está dispuesto a pelear las internas abiertas de noviembre “de cualquier forma y utilizando cualquier sistema”.
Acosado por la necesidad de hacer pie en la interna, pero sin caer en demagogias que ahuyenten a los independientes, el de De la Sota fue un discurso extraño, que encontró su punto justo cuando habló del modelo industrial–exportador que pretende implementar. “Vamos a hacer un gobierno peronista que prometa sólo lo que pueda cumplir”, sintetizó.
A pesar de la humedad y el calor, dentro del estadio, con el ruido de los bombos y los gritos de la gente, el clima era semifestivo. Afuera, cientos de chicos jugaban en el barro mientras esperaban que todo terminara para volver a subir a los micros. Cuando De la Sota concluyó su discurso comenzó a sonar la marchita peronista. Gianettassio parecía eufórica, los funcionarios y legisladores aplaudían con fuerza y el cordobés levantaba los brazos. No rehuyó el contacto con la gente: dio besos, recibió regalos, firmó autógrafos y hasta alzó algún bebé.
Siempre sonriente, De la Sota esperó que comenzara la desmovilización para subir al auto que lo trasladaría a través de las calles de barro del conurbano hasta su departamento en la Capital. Parecía tranquilo, después de haber ensayado una segunda incursión en el Gran Buenos Aires, aquel territorio enorme donde Menem ya no importa, Rodríguez Saá crece día a día y él apenas empieza a transitar.

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De la Sota, con un increíble saco blanco, habló ayer al pueblo peronista de Florencio Varela, en un acto ordenadito y pulcro.
 
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