EL PAíS › EL DIA DESPUES EN LA CASA ROSADA

Resaca de gabinete

Alberto Fernández y Julio De Vido buscaron dar señales de buena relación. En la Casa Rosada explicaban la continuidad de la mayoría de los ministros y defendían las caras nuevas.

 Por Fernando Cibeira

Visto el nuevo gabinete, la sensación que quedó planeando es que los dos funcionarios más influyentes del gobierno de Néstor Kirchner –el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro de Planificación, Julio De Vido– continuarían con su difundida interna, ahora bajo la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Por eso, ayer, el jefe de Gabinete salió a desarmar la bola de nieve. “Yo me llevo con De Vido mucho mejor de lo que dicen los medios”, sostuvo. Además, cerca de los protagonistas daban detalles de la relación que, aceptan, tiene muchas diferencias, pero nunca al nivel de considerarse enemigos. “Aparte, si Kirchner los mantiene juntos es porque ambos le deben servir”, explicaban, en medio de un amplio análisis sobre los argumentos que habían moldeado el nuevo gabinete.

Las diferencias que marcaban era mayormente de estilo. “Julio siempre juega cerca del peronismo más ortodoxo y remarca de armar acuerdos con las corporaciones, Alberto piensa en una visión de más apertura, dice que cuando el Gobierno más se abre mejor le va”, sostenían ayer en el primer piso de la Casa Rosada. A la voluntad de Alberto Fernández se le adjudicaban las incorporaciones más novedosas del nuevo elenco ministerial, como la del joven Martín Lousteau en Economía o de Graciela Ocaña en Salud. Pero, así y todo, aseguraban que ni De Vido imaginó un gobierno sin Alberto Fernández ni viceversa.

“Hay muchos que hablan mal de De Vido, pero hoy no tenemos a nadie que pueda reemplazarlo. Julio se banca todo, en los momentos que hubo problemas energéticos fue quien salió a dar la cara y planteó las respuestas”, afirmaban en Gobierno. Subrayaban que Alberto Fernández suscribiría gustoso la definición.

Seguramente, en el desarrollo de esta interna –que ambos funcionarios niegan como tal– jugará su parte lo que suceda con la línea de los secretarios que responden a De Vido, como Ricardo Jaime y Guillermo Moreno, muy cuestionados públicamente y permanente motivo de roces.

Más allá del caso Fernández-De Vido, en el día después de la Casa Rosada analizaban también el proceso que había desembocado en la elección de un gabinete con mucho más de continuidad que de cambio. Sobre la mesa de los principales despachos de la Casa de Gobierno aún conservan una encuesta de la consultora de Enrique Zuleta Puceiro de la semana pasada en la que el 68 por ciento de los encuestados respondieron que esperaban poco o nada de cambio en la gestión de Cristina Kirchner respecto de la de su marido, mientras que un porcentaje similar tenía “buenas” o “muy buenas” expectativas sobre su gobierno. “La gente no está esperando un cambio: eligió a la mejor candidata y a la gestión de Kirchner”, concluían.

De ahí, entonces, el continuismo. Los mismos ministros o, en el caso de que sean necesario los cambios, que sigan sus segundos. Salvo los casos ya mencionados de Ocaña y Lousteau, dos saltos drásticos.

“Ginés (González García) fue un gran ministro de Salud para la crisis. Después, con plata, fue brillante, con planes como el de los genéricos. Pero si ahora le decíamos que diera un paso más, se ponía a temblar. Para él, el sistema de clínicas y de obras sociales funciona bien, y son un desastre. Graciela Ocaña, desde el PAMI, revolucionó el sistema de salud”, argumentaban en pos del cambio.

De Lousteau sólo había referencias a tono con su apodo de “joven maravilla”. Con todo, reconocían que también hubo otras alternativas en estudio antes de decidirse a ponerlo al frente de una cartera fundamental. “Hubo algunos en danza pero en la misma línea de gente nueva, incluyendo obviamente al propio Miguel Peirano, hasta que él comunicó que no quería seguir”, comentaban en Gobierno.

De otros rumores, en cambio, aseguraban que no habían tenido fundamento. “Nunca pensamos en sacar a Carlos Tomada de Trabajo. En una época tan complicada, Argentina tiene un índice de conflictividad laboral muy bajo”, lo elogiaban. En las últimos días, para ese ministerio se habló del superintendente de Salud, Héctor Capaccioli, o hasta del ministro del Interior, Aníbal Fernández, que ahora irá Justicia, Seguridad y Derechos Humanos.

Sobre este último cambio, aseguraban que no había damandado demasiado evaluación. “Aníbal siempre fue más que nada un ministro de Seguridad, es el lugar lógico para él”, respondían. A quien ocupará la vacante en Interior, Florencio Randazzo, le veían más pasta para el armado político que su antecesor. “Randazzo es muy vivo y un gran armador”, definían.

En el balance, en la Casa Rosada aseguraban que no quedaban cuentas pendientes. Los gobernadores del PJ no tenían ministros, pero el jujeño Eduardo Fellner presidirá la Cámara de Diputados, en un gambito a la tradición de entronizar allí a un bonaerense. Con los radicales K imaginaban conseguir acuerdos en las segundas y terceras líneas. “Lo hablamos con Julio Cobos y él lo entendió: un gabinete tiene que ver con gente de confianza de quien sea presidente”, argumentaban. Y añadían: “Además, él será el vicepresidente, que no es poco. Además, tampoco es que tengan grandes equipos para la gestión. Pero vamos a aprovechar su experiencia para ocupar algunos puestos”.


Picolotti, cerca de seguir

Sin confirmación oficial aún, todo indicaba que la secretaria de Ambiente, Romina Picolotti, seguirá en su cargo en el próximo gobierno. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, volvió a hacer una encendida defensa de la gestión de la funcionaria que depende de su área. “La verdad, el tema del Riachuelo es hiperdelicado, no es fácil de resolver. Aparte, en el tema del Riachuelo la mayor objeción que tuvimos es cómo se presupuestaban y con qué se pagaban las obras que había que hacer, que dependen de obras públicas de la provincia, de la Municipalidad y de la Nación y no de Ambiente”, sostuvo Fernández. Picolotti había quedado cuestionada luego de una investigación periodística que hizo hincapié en el manejo poco austero de su secretaría.



Mismos nombres, nuevas áreas

“Si sigue Alberto Fernández, sigue Pepe Albistur”, definían ayer en la Jefatura de Gabinete sobre la continuidad del secretario de Medios en su cargo. Por otra parte, adelantaba un proyecto para que Miguel Núñez pase a encabezar un área con funciones similares a las que tiene hasta el momento, pero que dejaría de denominarse vocería de Presidencia. “No puede actuar de vocero con presidentes que no quieren tener un vocero”, subrayaban. Núñez, quien es el jefe de prensa de Néstor y de Cristina Kirchner desde varios años antes de llegar a la presidencia, pasaría a encabezar una oficina que llevaría el nombre tentativo de Secretaría de Comunicación. El proyecto está encaminado y para hacerlo efectivo debería entrar en la nueva ley de Ministerios.



Cambios en el Norte

Que venía a formar parte del gabinete, que se quedaba en Nueva York. Finalmente, por ahora no hay novedades para el cónsul argentino en la Gran Manzana, Héctor Timerman, de excelente relación con Cristina Kirchner. Según los rumores que circulaban ayer en la Casa de Gobierno, de nuevo cobraba bríos la posibilidad de que el cónsul ascienda y se convierta en el nuevo embajador argentino en Washington. El actual ocupante de ese cargo, José Octavio Bordón, desde hace rato que mantiene un trato frío con un gobierno con el que nunca terminó de entrar en confianza. Sin embargo, en Gobierno aseguraban que el propio Bordón les aseguró que no está en sus planes pasarse a la Coalición Cívica de Elisa Carrió, donde milita su amigo Gerardo Conte Grand.



Embajadas en danza

Una vez que se definan las secretarías de los ministerios, los puestos más apetecibles pasarán por las embajadas argentinas. Por tradición, todos los embajadores políticos deben presentar su renuncia junto con la salida de un presidente. Además, hay muchos embajadores de carrera que tienen mandato vencido y algunas representaciones diplomáticas importantes, como la de Alemania, se encuentran vacantes. Los nombres que dan vueltas para algunas embajadas claves son el de Felipe Solá y el de Rafael Bielsa. A Carlos Bettini, en tanto, le aseguraron su continuidad en Madrid. “¿Qué otro embajador nos puede garantizar la llegada que tiene él al rey de España, al gobierno de Rodríguez Zapatero y a todo el socialismo español?”, explicaban en Gobierno.



Las que faltan

Alberto Fernández reveló ayer que había conversado con la secretaria de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Silvia Fajre, para que ocupe el mismo lugar a nivel nacional, pero que ella le respondió que prefería descansar. La continuidad de José “Pepe” Nun en el cargo no estaba descartada, aunque dependía de su voluntad de seguir y también de la de Cristina Kirchner de mantenerlo allí. Por otro lado, quedaron confirmados en la Secretaría de Turismo el “pingüino” Enrique Meyer y en lucha contra la Drogadicción, José Granero. Las versiones que circulaban ayer daban como nuevo titular de la Anses a Claudio Moroni, reemplazando al electo intendente de Tigre, Sergio Massa. Luciano Di Cesare, segundo de Graciela Ocaña, continuaría su gestión en el PAMI.

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Julio De Vido y Alberto Fernández dicen que no se llevan mal.
 
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