EL PAíS › JORNADAS SOLIDARIAS DE FUBA, CTA Y EL MOVIMIENTO BARRIOS DE PIE

Tres días de trabajo en las villas

Ayer terminó una experiencia que llevó a universitarios a trabajar a las villas construyendo caminos, comedores y canchas. En el balance se habló mucho de prejuicios superados.

 Por Martín Piqué

“Bárbaro, bárbaro”, repite Máximo con esa tonada inconfundible del Altiplano. Se lo ve contento, y su entusiasmo se refleja en cada uno de sus pedidos, que suenan como órdenes. “Hay que ir a buscar el pan”, dice como al pasar este boliviano de 33 años, nacido en Yacuiba, desocupado y ferviente admirador de Evo Morales. Apenas termina de decir lo que falta, cuando uno de los alumnos terciarios del profesorado Joaquín V. González va ligero a buscar las flautitas que acompañarán el almuerzo. El domingo luce distinto en ese rincón de la Villa 15, más conocida como “Ciudad Oculta”. Como en otras partes del barrio, unos veinte estudiantes enrolados en las Jornadas Solidarias organizadas por la FUBA, la Juventud de la CTA y el Movimiento Barrios de Pie trabajan a la par de los vecinos para levantar las paredes de un comedor y construir un camino de cemento.
Los jóvenes hacen la mezcla de cemento, piedra y arena bajo el sol del mediodía. Son guiados por los vecinos, que saben más de construcción y les van indicando dónde echar la pasta para hacer un mejorado en la calle y evitar que se embarre con cada lluvia. “Que los jóvenes de la universidad vengan a dar una mano es buenísimo”, se alegra de nuevo Máximo, a quien sus vecinos llaman “Max”. Es el coordinador del comedor “La Unión Hace la Fuerza”, donde todos los sábados almuerzan unas 100 familias de la manzana 31 de la villa. Son todos bolivianos que han venido de otros barrios huyendo de la discriminación, como cuentan a Página/12. “En cualquier comedor municipal somos discriminados. Nos dicen que no hay comida para nosotros. Por eso, decidimos levantar nuestro propio comedor”, cuenta Juana De Laura, a quien todos llaman “doña Juana”, natural de La Paz, que se ha ganado el reconocimiento de sus vecinos a fuerza de enojarse y pelear por los suyos.
Los estudiantes que trabajan en el último rincón de Ciudad Oculta son sólo una parte de los 500 jóvenes que se anotaron para participar en las jornadas solidarias “Argentina Somos Todos”, que se desarrolló durante tres días –del viernes al domingo– en barrios humildes de Parque Patricios, La Boca, Villa Lugano-Mataderos (donde queda la Villa 15) y San Isidro. Los jóvenes inscriptos pagaron 10 pesos para colaborar en tareas de construcción, reparación y recreación con los chicos de cada asentamiento. Los organizadores, por su parte, aportaron lo que pudieron recaudar con rifas, donaciones y venta de bonos en el Foro Social Mundial que se hizo en Buenos Aires. Y también consiguieron más de cinco mil alimentos no perecederos, útiles escolares y prendas de vestir que se habían recaudado en un recital de La Renga en Obras Sanitarias.
Los jóvenes que participaron de las jornadas dicen que el trabajo voluntario en una villa no es una experiencia cualquiera, y sirve para terminar con ciertos prejuicios instalados en la sociedad. “La imagen que más me quedó –cuenta Silvano, estudiante de Geografía en el Joaquín V. González– se produjo cuando llegamos. Armamos un pasamanos con ladrillos, y todos nos pasábamos los ladrillos de a dos. Salvo Brian, un nene del barrio, que pasaba los ladrillos de a cuatro. Eso simbolizaba las ganas de este barrio de salir adelante.” Otro participante evalúa que “lo fundamental es romper los micromundos que tenemos. Afuera dicen que en la villa son todos chorros, que te roban. Y acá, a veces, se piensa que siempre son discriminados. Hoy se probó que no siempre es así”.
La tarde empieza a caer y la obra no termina. Faltan materiales, no alcanzó la plata. En el centro de la villa, frente al enorme edificio que nunca llegó a ser el hospital de tuberculosos Eva Perón (en 1955, con la Libertadora, las obras se detuvieron para siempre: hoy sus más de 9 pisos están ocupados por familias que no tienen vivienda), los voluntarios no pudieron terminar el camino que habían pedido los vecinos. La situación expone otra vez los debates políticos que se dan en la villa todos los días. Una mujer del barrio, a quien todos conocen como “la puntera” de la zona, ofrece alguna ayuda del “doctor”, como llama a un representante de Daniel Scioli. “No, gracias, la nuestra es otra forma de trabajo –lecontesta, diplomática, Laura Velasco, docente y especialista en educación popular–. Nos interesa la participación de la gente, la transparencia. Lleva más tiempo pero lo que se hace es más sólido.”
Los universitarios caminan por la villa en grupos. Les han contado que entre esos pasillos de la Oculta viven viejos montoneros, que Mataderos fue un bastión de la resistencia peronista, y los jóvenes empiezan a inventarse sus propios mitos, su propia mística. Pero la realidad de la política actual aparece en cada esquina, y también en ese enorme paredón que está recién pintado y dice: “Gracias Daniel Scioli, los chicos de la Oculta”. La pintada funciona como telón de fondo en el enorme descampado que sirvió de cancha para un campeonato de fútbol infantil.
Pero los estudiantes –muchos con experiencia militante, otros tantos no– se indignan porque el convoy del PJ desarma todo cuando se termina la fiesta: “El sábado a la mañana, cuando llegamos al hospitalito, íbamos todos caminando con dos ladrillos. Y de golpe lo vimos a Scioli y a sus custodios. Hacían campaña regalando banderitas. Pero eso no tiene que ver con las necesidades de la gente. Si hasta se llevaron los arcos que trajeron para el partido”, se indigna Noemí, estudiante de Geografía en el profesorado Joaquín V. González. Los vecinos de la villa parecen más acostumbrados.
El domingo a las cuatro, después de tres días de labor, los jóvenes se suben a los camiones y se van para Parque Patricios, donde se hará el acto de cierre. En las villas 15, 20 y 21, en Tres Tiras y Zavaleta (Patricios), en La Boca, en los barrios INTA y Pirelli (Lugano), en La Cava (San Isidro), los participantes levantaron comedores, mejoraron zanjas, canaletas y veredas, armaron caminos y canchas de fútbol, vóley y básquet, realizaron charlas sobre microemprendimientos, educación y salud. Laura se apresura a responder la remanida pregunta de si no están haciendo asistencialismo: “Estos trabajos son importantes para los militantes porque los predisponen al trabajo concreto. Sobre todo a los sectores medios, que vienen y aprenden de la gente del barrio cosas que no saben. Si no tomás eso concreto y querés llegar a la gente, no sabés lo que le pasa, lo que sufre. Es una disociación extraña entre discurso y práctica”.

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Dos universitarios mezclando cemento para un comedor de la Ciudad Oculta, en Villa Lugano.
Los muchachos trataron de construir una alternativa solidaria frente al clientelismo que vieron.
 
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