EL PAíS › OPINION

Abstención y otras cosas también

 Por Mempo Giardinelli

Es el viejo truco: mientras desde el gobierno y la mayoría de los medios siguen corriéndonos con la vaina del engaño electoral, ahora resulta que nosotros tenemos que ponernos a discutir apresuradamente acerca de la abstención. Entonces opinan sociólogos y encuestadores, todos más o menos coincidentes en contra del recurso de la abstención, Lilita y Zamora dudan y nosotros nos la vamos a pasar discutiendo mientras los que están en el poder, que son los mismos que nos arruinaron la Argentina, permanecen.
Es igual que hace poquito, cuando la inmensa mayoría de los argentinos empezamos a exigir “que se vayan todos” y nos decían que eso era peligroso, que era un salto al vacío y que aunque sonaba bien el problema era que “si se van todos, ¿quiénes vienen después?” Y nosotros nos poníamos a pensar y discutir posibles respuestas mientras los que estaban arriba, permanecían. Así proceden también los bienintencionados que nos advierten acerca de las debilidades del sistema democrático y señalan, doctoralmente, que no se puede cambiar todo de una vez, que hay que ir de a poco y por tercios o mitades, y sobre todo dicen, escandalizados, que no se puede tirar a todos por la ventana.
El truco consiste en que cada vez que el sistema tiembla, nos quieren poner a discutir a nosotros lo que los alarma a ellos. De modo que mientras nosotros debatimos, los chorros y los profesionales de la política siguen atornillados en sus posiciones y van por más. Ahora, por ejemplo, el Banco Nación. Desde hace muchos meses algunos ciudadanos, y así consta en El Manifiesto Argentino, nos hemos pronunciado por la no convalidación de la trampa electoral convocada y organizada por Duhalde y el contubernio. Y no convalidar significa eso: darles la espalda, no participar del fraude, no hacerles el coro. Se trata de una actitud ética de repudio y no de un cálculo electoral. Y ésa es la cuestión.
“Con la abstención no alcanza”, dice Artemio López. “Ojo con no terminar siendo golpistas”, apostrofa Torcuato Di Tella sugiriendo de paso que sigamos haciendo partidos y partiditos dentro de la “libertad de organización” del actual sistema. Y Rosendo Fraga propone que el primer día el nuevo gobierno convoque a una convención constituyente que será imposible porque, primero, el sistema no va a permitir el triunfo electoral de los alternativos; y segundo, porque aún si se lograra un gobierno popular encabezado por ejemplo por Carrió, Zamora o quien fuere, el actual Congreso y la actual Corte impedirían todo desde el vamos y frenarían cualquier cambio.
Y es que de eso se trata: de cambiar. Pero todo lo que estamos viendo son artimañas para que nada cambie de veras, y entonces lo que no se discute es la raíz ética de la abstención. Porque en condiciones normales de cumplimiento constitucional, abstenerse es tan condenable como el voto bronca, el voto en blanco o la anulación del voto, y así lo he escrito en mi último libro. Pero en las actuales condiciones, al borde de la disolución como estamos, gobernados desde la Casa Rosada, el Congreso y la Corte por vándalos y traidores a la Patria, todas esas respuestas devienen recursos genuinos de la ciudadanía para no convalidar la trampa y deslegitimarles la renovación de sus mandatos y negocios, que es todo lo que a estos tipos les importa. Debatir nosotros, y ahora, esas alternativas, sólo sirve a la convalidación de la trampa electoral, porque nos paraliza y distrae mientras el sistema se afianza. Y este reparo vale incluso para opciones bien intencionadas como la que aparentemente impulsa José Vitar y que son formas de maniobrar dentro del sistema, especulaciones para ver cómo burlamos al sistema pero validándolo.
Y acá lo que se debe hacer es no convalidarlos. Por una vez se trata de hacer lo que se debe y no lo que convendría. El gran movimiento social que se está gestando en la Argentina es profundamente ético y social y exige que así sea. Esta sociedad no aguanta más especulaciones, de ajenos ni de propios. Por eso urge distinguir una vez más entre lo urgente y loimportante. Que es lo mismo que decidir entre lo que conviene y lo que es coherente. Nuestra arma para el cambio, nuestro recurso democrático y pacífico no es otro que el voto. Pero ejercerlo no es solamente ir a votar lo que el sistema autoriza. Por eso abstenerse, anular, votar en blanco y el voto bronca, son todos recursos legítimos en la emergencia.
Y eso sí se puede amalgamar en toda la Argentina: en Almagro y Tinogasta, en Mburucuyá y Río Turbio, en Concordia y también en Balvanera, y basta con que todos los movimientos sociales que hoy pululan en el país .y son verdadera garantía de cambio y promesa de un futuro mejor. le den la espalda a este sistema corrupto y miserable, que, digámoslo de nuevo, no tiene remedio. No hay manera de arreglarlo y debe ser cambiado de raíz. Por eso hay que darles la espalda y que se metan estas tramposas elecciones en lo que está un poco más abajo. Y si ahora nos van a preguntar cuál es la alternativa, adelantemos la respuesta: Cambiar es la alternativa.

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