EL PAíS › OPINION

¿De qué hablamos?

Por Eduardo Aliverti

Se escucha decir, a todos los berretísimos economistas de que disponen los ricos en la Argentina, que “se puede vivir sin el FMI, pero a costa de una pésima calidad de vida”. ¿Cómo puede ser que esos tipos se animen a seguir afirmando en público una atrocidad semejante, en medio de una “calidad de vida” con casi veinte millones de pobres e indigentes en uno de los países más ricos de la Tierra? Porque hay todavía demasiada gente que cree eso. Gente que seguirá votando a la derecha, más brutal o más amanerada, gracias a su detestable capacidad de comprar delirios que la hagan sentir “incluida en el mundo”. Y como ocurrió tantas veces, a mucha de esa gente se la encuentra entre los que están más jodidos. Sectores populares pero también mucha clase media. Gente que perdió el trabajo; que se ve estirando hasta más no poder el paquete de arroz; que ya no puede con la prepaga; que está aterrorizada por lo que la calle le puede deparar a ella o a sus hijos y que, sin embargo, persiste en creer que sería peligroso enojar a Estados Unidos, mandar a pasear al Fondo, recuperar el poder de decisión sobre empresas estratégicas o cualesquiera de los gestos y determinaciones que implicarían –como tantos dicen querer– probar con otra cosa. Va de suyo que esa otra cosa significa la construcción de un frente político y social tan monolítico como nunca lo hubo en la Argentina. No parece que esté a la altura de ese desafío la sola consigna de “que se vayan todos”, o tocar la bocina contra la violencia un par de minutos, o la exhibición de honestidad personal. A la vuelta de esas medias tintas esperan los peces de colores del Adolfo, o una nueva alianza mediático-culpógena, o alguna variante fascistoide. Estamos hablando de disputar el Poder en serio, si es que a las organizaciones de base, a los partidos de izquierda y a las figuras políticas de inserción comunicacional con discurso “progre” les interesa verdaderamente una cosa así. Si se piensa en la abstención electoral frente a la componenda peronista, por ejemplo, ¿de qué hablamos? ¿De abrirse y después repantigarse en la denuncia contra el régimen y algún abrazo al Congreso? ¿O de un hecho activo que fuerce plan de lucha y movilización popular contra la banda que habrá de entronizarse? ¿Hablamos de ver quiénes siguen denunciándoles mejor o hablamos de sacarlos? ¿Hablamos de tocar bocina o hablamos de tocarles el trasero?
¿Hablamos de pavadas o hablamos del Poder?

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