EL PAíS › EN LA HIPERCOTIZADA U25 NO VIVEN COMO LOS HACINADOS DE OLMOS

Las dos caras por diferentes monedas

 Por Horacio Cecchi

“Yo manejo esta cárcel. Si no puedo solucionar un problema, hablo con las autoridades. En otro penal te roban o te matan por cualquier cosa, acá lo único que falta es que abran la puerta”, dijo en 2006 el Tucu, un preso histórico de la U25 Cristo la Unica Esperanza, la cárcel de los evangelistas. El Tucu se autodenominaba “pastor y líder espiritual”. Ya está en condiciones de ser considerado profeta: aunque no haya sido Cristo, la orden de abrirle a Fanchiotti vino de arriba (ver nota principal).

El Tucu también tenía razón en la comparación favorable en relación con otras unidades. Pero en ese aspecto no es ningún profeta. En las cárceles bonaerenses no evangelistas desde hace más de una década que la vida vale un paquete de pastillas. Y no hay que ir muy lejos. En el mismo terreno fiscal de Olmos se levantan la U1, “la peor de todas”, y la U22, unidad hospitalaria de internación. En ambas el hacinamiento, el abandono, la desnutrición, la requisa violenta sobre los familiares son parte de la agenda cotidiana de los internos.

En el Shopping Penitenciario Bonaerense, todo tiene su precio. Este diario publicó cómo los presos internados de la 22 debían lavar sus sábanas, mientras que la dirección las pasaba como quemadas para comprar sábanas nuevas que la dirección vendía. La U1 de Olmos no tiene comparación con la unidad de “los hermanitos”, donde hay capacidad para 250 presos y jamás quedaron apretados en sus celdas. En la peor de todas, la U1, viven unos 2800 presos aproximadamente, con una capacidad real de 900.

La 25 de “los hermanitos” fue dirigida hace unos años por Daniel Tejeda, un experto en evangelismos, que empujó la iniciativa de instalar la fe entre los presos como mecánica para devolverlos a la sociedad sanos de mente. Pero la fe también tiene sus valores y no cualquiera accede al estatus de hermanito. Porque la fe tiene su precio. Por algo, la U25 es un penal deseado por presos y carceleros. Unos, porque la pasan bien, y otros, porque también.

Tal vez por su exitosa gestión, Tejeda fue enviado a Magdalena, donde se levantaba otro penal para hermanitos, la 35 de Magdalena. Tejeda aterrizó en la U28 de Magdalena. Abrió dos pabellones para evangelistas y autodisciplina. Uno era el 16. El 15 de octubre de 2005 se incendió con 42 presos dentro, de los cuales 35 murieron carbonizados o asfixiados. No funcionaban los extinguidores ni la bomba de agua.

En la U25 de Olmos, al carismático prefecto pastor lo sucedió el prefecto mayor Jorge Suárez. Se mantuvo en el cargo desde el 2005. Tanto tiempo implica un control aceitado de todos los resortes del penal y buenos contactos hacia arriba que le permitan mantener el statu quo.

También desde esa fecha se registra a su subdirector de Administración, Segundo Navarro, un cargo clave para las gestiones de ingresos y egresos del penal. Desde 2005 hasta la fecha, los únicos cargos que se mantuvieron inalterables fueron los de Suárez y Navarro. Entre tanto, los subdirectores de Asistencia y Tratamiento, y de Seguridad, fueron cambiando. En enero pasado, el director de Asistencia y Tratamiento era Gerardo Arnedo. En coincidencia con la última salida de Fanchiotti, Arnedo fue desterrado a la cárcel de mujeres de Magdalena.

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La religión carcelaria ayuda a un mejor pasar, pero no viene de regalo. En la Unidad 1, a 500 metros de la U25, son todos pobres.
 
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