EL PAíS › QUE SIGNIFICA PARA LA ARGENTINA

Cortina se hizo humo

Para la Argentina, el cambio de mando en Repsol, dueña de YPF, podrá cambiar poco, algo o bastante, pero en la buena dirección. En el peor de los escenarios, todo seguirá igual, según apostaban ayer expertos locales consultados por Página/12. Lo que se espera, como beneficio para el país, es algún cambio de filosofía en la conducción de la petrolera hispana, que hipotéticamente abandonaría el criterio estrictamente maximizador de la rentabilidad empresaria y de un diseño de los servicios ajustado al único fin de ganar más dinero y llevárselo de la Argentina, siempre que el “clima de negocios” no sea satisfactorio. Claro, con el barril a estos niveles, es difícil no invertir en nuevas reservas.
Alfonso Cortina había llegado a la cúspide de la firma con la oleada desregulatoria y promercado que encarnó José María Aznar, el líder del centroderechista Partido Popular. Pero no es esto lo que lo había puesto en la mira del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, el sucesor de Aznar en la jefatura de gobierno ibérica. La cuenta a cobrarle era la limpieza de socialistas en el directorio. Con la caída de los populares tras su manipulación del sangriento atentado de Atocha, había sonado la hora de la dulce venganza.
Como se sabe, Repsol es una empresa bajo control estatal, pero esto no implica que no se maneje con los más crudos criterios de cualquier firma privada. Como el Estado argentino no sólo privatizó YPF sino, además, vendió su acción de oro, se quedó inerme ante los españoles, que se alzaron con una posición dominante en el sector local de los hidrocarburos, y con enormes sinergias derivadas de su integración vertical y sus diversas áreas de negocios. Esa acción dorada le confería a la Argentina poder de veto o, sin llegar a esos extremos, como mínimo voz en el directorio.
De haber conservado esa arma, el gobierno argentino hubiese podido condicionar, desde su misma gestación, los planteos que la petrolera le realizaría a él mismo sobre asuntos como las retenciones, obligando a los hispanos a consensuar previamente las posiciones. En cambio, al haber renunciado irresponsablemente en tiempos de Roque Fernández a ese recurso legal, al Estado sólo le queda el expediente de la presión política, del apriete sin norma que lo respalde.
Hoy resulta imprescindible que Repsol-YPF sume su potencia al proceso inversor que requiere el área energética. Por ejemplo, que se asocie con Techint para garantizar que el gasoducto norte quede terminado antes de 2007 porque, de no ser así, habrá una seria restricción para el crecimiento de la economía.
En este sentido, es clave cuál será el lineamiento que imparta Rodríguez Zapatero: hablando en metálico, si su señal a los nuevos conductores de la petrolera es que no espera que remesen 2500 millones de dólares por año, y que si transfieren sólo 1500 para reinvertir el resto en la Argentina, no se los tomará a mal. Pero, ¿es ésta la concepción con que asume Antoni Brufau? La conducta concreta de la nueva cúpula lo dirá.
Como dato auspicioso debe anotarse que la mala relación que mantenían Cortina y Kirchner abre ahora paso a otra que el Presidente argentino parece esperar con ilusión. Cortina tenía un talento especial para encolerizar al santacruceño con públicas insistencias respecto de las retenciones o de la “seguridad jurídica”. Encajar a la petrolera en la compactadora de la emergencia económica o crear Enarsa fueron escaramuzas de una guerra fría, caldeada por alquitranes en combustión. ¿Sólo habrá ahora festejos con fuegos de artificio? ¿No será mucho aguardarlo?

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