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Campestres

- Choripán. La mayoría de los participantes del acto tenía un claro sesgo de clase media para arriba. “A Salta van todos pagados”, fue la frase más escuchada. Lo dijeron en la tribuna, lo dijo Alfredo De Angeli, lo repitió Mario Llambías (“¡no venimos con carteles, ni nos pagan para venir!”) y hasta hubo un cartel que decía: “Acá el choripán se paga”. Eso sí: el choripán costaba seis pesos.

- Omnipresente. Juan Carlos Blumberg se veía contento entre la multitud, sin el clásico traje oscuro y con una bandera argentina de bufanda. Entre otras cosas, aseguró que en Comodoro Rivadavia hubo más desaparecidos en democracia que en la dictadura. Cuando este diario le recordó que también apareció como por arte de magia en Rosario en el congreso de los neoliberales del que participaron José María Aznar, Vicente Fox y Mario Vargas Llosa, Blumberg respondió: “Yo estoy en todas partes”.

- Pulseras. Pese a que el celeste y blanco era omnipresente, los organizadores recurrieron al clásico sistema de pulseras con colores para los ingresos al acto: la rosa era para los periodistas, la violeta para los políticos, la naranja para los dirigentes agrarios que alcanzaban las tribunas y la verde, para los todoterreno. “Es la pulsera 4x4”, bromeaban en el palco.

- Anfitrión. Los ruralistas que llegaron al acto por la circunvalación se encontraron con un recibimiento especial: el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, Raúl Castells, les daba la bienvenida. Sus militantes repartían un periódico que pedía: “Que Cristina renuncie ya”, y reclamaba que se llame a “elecciones anticipadas”. La idea recibió más de un aplauso de los productores.

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