EL PAíS › OPINIóN

Todo fríamente calculado

 Por Washington Uranga

Todo estuvo previsto y calculado para que un acontecimiento que los obispos consideraron de singular importancia, como fue la conmemoración del 30º aniversario del tratado de paz con Chile a través de la mediación papal, no se convirtiera en un hecho político que desvirtuara el sentido de lo que se buscaba. En la Conferencia Episcopal se vivieron con preocupación los comentarios y las versiones periodísticas previas acerca de la situación que se podría plantear ante la presencia conjunta en la ceremonia de la Presidenta y de Julio Cobos. Para eso se tomaron las precauciones protocolares del caso y, en todo momento, tanto el obispo del lugar, Agustín Radrizzani, como el encargado de la homilía, Jorge Casaretto, y los locutores oficiales, se encargaron de mencionarlos a ambos por sus cargos institucionales pero sin nombre y apellido. Es cierto, además, que los obispos le dieron a Cristina Fernández el lugar que le corresponde institucionalmente y le dispensaron todos los honores, situación que la Presidenta retribuyó con saludos y sonrisas constantes. También para la Conferencia Episcopal y para la titular del Ejecutivo fue ésta una oportunidad de mostrar que existen caminos para superar las diferencias y que hay una nueva etapa de diálogo entre el Gobierno y la jerarquía católica.

No habló Bergoglio. Sí lo hizo Casaretto, un hombre con discurso menos ríspido a los oídos oficiales. Sin embargo, no faltaron de parte del titular de Pastoral Social los pedidos reiterados al diálogo, a “dejar de lado todo lo que nos enfrenta” y a seguir aspirando a una celebración del bicentenario con “plena inclusión social”. En tono cordial y distendido, Casaretto no desaprovechó la audiencia –la presente y la que veía la ceremonia a través de la televisión pública– para lanzar el mensaje acordado por los obispos. La alusión al diálogo –que tuvo como referencia central la construcción de la paz con Chile a través de la mediación eclesiástica– debe leerse también como una preocupación central del cuerpo episcopal. Y esto va mucho más allá de la referencia a las disputas políticas y verbales entre Cobos y los hombres del Gobierno. El discurso episcopal centra su preocupación en la coyuntura y en el trazado de un escenario futuro que los obispos temen que pueda traer aparejadas mayores disputas sociales de todo tipo. Para ello, sostienen, hay que trabajar ahora con perseverancia para dejar sentadas condiciones sólidas de diálogo a fin de estar prevenidos y dejar los mecanismos aceitados para recurrir a ellos si llega a ser necesario.

Hubo otro detalle para no pasar por alto. Quienes conocen a Casaretto saben de su admiración por quien fuera presidente de la Conferencia Episcopal, el ya fallecido cardenal Raúl Primatesta, y por el ex nuncio en Argentina y actual cardenal Pío Laghi. Al recordar a quienes tuvieron papeles protagónicos en la mediación, Casaretto recordó a ambos. Del primero destacó virtudes y del segundo subrayó incluso su amistad. No puede pasar inadvertido, sin embargo, que se trata de dos eclesiásticos cuya actuación en tiempos de la dictadura ha sido seriamente cuestionada y puesta en tela de juicio por los organismos defensores de los derechos humanos.

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