EL PAíS › UN EXPERTO DEL PT ANALIZA A FONDO LA DEUDA EXTERNA

“La moratoria no hace falta”

El diputado nacional Ricardo Berzoni dijo a este diario que la preocupación es más la deuda interna que la externa, y que un crecimiento mayor reducirá el problema. Construcción y agro, la apuesta de sectores que no insumirán más divisas.

 Por Martín Granovsky

A los 42 años, Ricardo Berzoni es un político veterano. Diputado nacional por San Pablo, ex secretario de los bancarios cuando el sindicato nacional tenía 300 mil afiliados, se define sonriendo como “un economista informal, igual que Lula, que es un político sin título universitario”. Miembro de la dirección del Partido de los Trabajadores, Berzoini es uno de los voceros habituales del PT para los temas financieros.
–¿Lula podrá gobernar sin reestructurar la deuda?
–Sí, porque la situación actual es contradictoria. Por un lado están las restricciones macroeconómicas. La deuda interna llega a unos 800 mil millones de reales, y la externa a 250 mil millones de dólares. El déficit externo alcanza los 23 mil millones de dólares. Para mantener esta situación y que el déficit no suba el gobierno se maneja con una tasa nominal de interés del 21 por ciento anual, que se convierte, descontando la inflación, en una tasa real del 10 por ciento. Este último es un gran problema, porque dificulta la financiación de la economía real.
–Eso es todo malo. ¿Cuál es la contradicción?
–Que creciendo con cierta velocidad, digamos a un 5 por ciento anual, y logrando una reducción de la tasa de interés hasta llegar a un 5,8 por ciento, se reduce la importancia de la deuda interna.
–¿Cómo se puede crecer a ese ritmo?
–Por ejemplo, utilizando fondos a disposición del Estado, que Fernando Henrique Cardoso no usó por miedo a disparar la inflación. Aquí hay dinero del fondo de las indemnizaciones que por ley debe ir a programas de vivienda pública. Le falta casa a 6 millones de familias. Podemos impulsar programas de construcción, un rubro que tiene la ventaja adicional de no necesitar insumos importados y, por lo tanto, no sobrecarga la balanza de pagos. Lo mismo sucede con la agroindustria, que se puede articular con la producción agrícola si aceleramos la reforma agraria y entregamos tierras utilizando fondos que hoy son improductivos. No haremos lo de Fernando Henrique.
–¿En qué no?
–Me refiero a ese stop and go de que, cuando la economía crecía, la gente corría a comprar aparatos electrónicos de importación. Ahora es imposible porque no lo impulsaremos y porque ya hubo devaluación, pero además vamos a fomentar la sustitución de importaciones también en electrónica.
–De lo que usted dice mi conclusión es que, si el sector externo no sufre algún terremoto imprevisto y sigue así por lo menos el año que viene, ustedes pueden soportarlo siempre que logren controlar la deuda interna con más crecimiento y sin una estampida de la inflación.
–Correcto. Y nos ayuda que el déficit externo de este año termine siendo menor de lo esperado.
–¿Ustedes están convencidos de que la moratoria de la deuda no es inevitable, o es solo un argumento de campaña?
–No es campaña. Las empresas privadas están negociando permanentemente sus obligaciones externas y los bancos no quieren romper con Brasil. El dólar difícilmente baje de tres reales, pero no tiene por qué subir más que el índice actual. Así quedamos después del espejismo de que un real valía un dólar. ¿Ustedes también, no?
–Sí. En 1999, cuando devaluó Brasil, ningún político argentino quiso hablar siquiera de una devaluación argentina.
–Es que en esos casos la gente también queda prendada del espejismo. Y los peores espejismos son los colectivos. Lula va a ganar justamente como fruto de una desilusión colectiva en el espejismo de Fernando Henrique y José Serra.
–¿Y tendrá margen para crecer?
–Sí, incluso si por un tema de responsabilidad necesita ampliar el superávit primario acordado con el Fondo, que fue de 3,75 por ciento del Producto Bruto.
–Pero el ejercicio de ese tipo de responsabilidad puede ser un camino infinito. En la Argentina se dice que el arco se va corriendo y uno no hace un gol nunca.
–Ese es un peligro y somos conscientes de él. Mire, Lula no dejará de marcar claramente de entrada que su camino pasa por incluir a millones de brasileños. Pero seremos cuidadosos. Por ejemplo, nos planteamos aumentar la progresividad de los impuestos, y subir el porcentaje en las categorías más altas, sin descuartizar el sistema impositivo. Contamos con una ventaja que a veces no se tiene suficientemente en cuenta: los inspectores de impuestos son en su mayoría decentes y votan al PT, o sea que estarán muy motivados para aplicar las nuevas políticas.
–Vuelvo a la responsabilidad.
–Sí, sí, no me voy del tema. Lo ideal es combinar un alto grado de responsabilidad financiera con un alto grado de osadía en la gestión pública y en el uso de incentivos por parte del Estado federal y de los distintos Estados. Lula sabe también que si en su plan no arrastra a parte de los empresarios, las cosas se pondrán más difíciles.
–¿Y puede hacerlo?
–Sí. Hasta en el sector financiero. Yo, por mis contactos sindicales, tengo charlas informales con banqueros. En general votan por Serra, por afinidad ideológica, pero ya no rechazan a Lula y lo miran con cierta tolerancia o simpatía.
–¿Cuándo se incorporó usted al PT?
–Fui de los fundadores, a los 20 años. Y lo hice por simpatía hacia Lula. Me gustaba lo que decía y hacía como dirigente sindical.
–¿Tenía formación política previa?
–No. Era trabajador bancario desde los 18 años, pero ninguna militancia previa y ninguna formación de izquierda.
–¿Y eso es bueno o es malo?
–¿La verdad? No sé. A ver... A veces es bueno y a veces no. Es bueno para dejar la cabeza más libre. Uno es práctico. Y a veces uno desearía tener una formación más sólida. Pero la ventaja del PT es que las decisiones son colectivas, y que convivimos los que tenemos una visión más práctica de las cosas con los que vienen con una formación más estructurada. Eso es lo bueno del PT.

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