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Porto Alegre: la otra globalización en el embrión de una Internacional de los Globalizados

Por M. Vázquez Montalbán

Entre el paleocomunismo y la socialdemocracia autocrítica, Porto Alegre ha terminado con todos sus elementos puestos para conseguir, de momento, una feixoada espectacular. Como todo pot au feu, la feixoada es un cocido glorioso que reúne toda clase de carnes y legumbres, homenaje a la memoria y al deseo del cerebro alimentario. Si en el primer Foro Social de 2001 hubo tensiones dialécticas y gestuales entre los radicales y los moderados, este año las ha habido meramente dialécticas, aunque un grupo de estudiantes franceses lanzara una tarta de merengue al rostro de su señora ministra, que consiguió mantener la sonrisa ante tan inesperado maquillaje. Cabe decir que la complejidad ideológica de los reunidos en el Foro se corresponde con la del Partido de los Trabajadores, la fuerza política dominante en el estado de Rio Grande do Sul y en su capital, Porto Alegre. El alcalde de la ciudad, Tarso Genro, es un socialdemócrata moderado para un partido en el que coexisten trotskistas con guevaristas y con tránsfugas del viejo comunismo brasileño, uno de los más disciplinados en sus relaciones con el Moscú de la III Internacional.
Entre los 60.000 participantes en el Forum predominaba sin embargo una nueva propuesta de sujeto crítico, los jóvenes militantes extramuros de los partidos de la izquierda tradicional, atraídos por organizaciones no gubernamentales o por el más variado pelaje del nuevo asociacionismo crítico. Invitado a cenar por un matrimonio lector de mis libros, el alcalde Genro está ahí como comensal y expositor de sus tesis sobre la importancia del encuentro, según él marcado por esa impresionante manifestación de masas completamente entregadas al espíritu unitario del encuentro. Genro es lo más parecido que hay a un socialista todavía no pasado por la piedra de la III Vía y coexiste con el señor gobernador, un radical vestido de gaucho, o con Lula, el mítico jefe de un partido que en América latina trata de recuperar el canon que llevó al slogan: la izquierda unida jamás será vencida. Esto es un Mayo, un Mayo internacional, proclamaba Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, algo así como el Pravda orgánico del nuevo internacionalismo antiglobalización. Tal vez el grupo más cohesionado y en cierto sentido embrionario de lo que puede ser una nueva internacional es el de los seguidores de Le Monde Diplomatique y de Attac, el movimiento que preside Bernard Cassen, a su vez presidente de los Amigos de Le Monde Diplomatique.
Porto Alegre y los otros
El esplendor de los actos públicos globales o de los 800 seminarios intensivos no ha sido suficientemente glosado por la prensa brasileña, notoriamente molesta por el éxito de este segundo Forum, hasta el punto de que el principal diario de Porto Alegre coloca en portada el pastelazo a la señora ministra y apenas entra en el análisis de los debates. El tratamiento a cargo de la CNN es espectacularmente sectario. El Foro de Nueva York lo presenta como un encuentro de gentes respetables que, aunque responsables de la pobreza del mundo, lamentan y harán todo lo posible para resolverla. En cambio del Foro de Porto Alegre, la CNN para Latinoamérica lo trata escuetamente, sin apenas referirse a los contenidos críticos concretos. Idéntica actitud reticente se aprecia en buena parte de los medios internacionales, sobre cuando a través de ellos ha podido expresarse una ex izquierda intelectual aterrada ante el espectro del retorno de una izquierda transformadora. Y es que, si no se estropea el frente de Porto Alegre, es algo más que una evidente comunión de los santos. En cuanto a personalidades, de Chomsky a Saramago pasando por Krivine o Pérez Esquivel o Rigoberta Menchú o Mario Soares o Petrella o Susan George o Danielle Mitterrand o José Bové y los frailes Houtard y Frei Betto y en cuanto a activistas de la antiglobalización el censo ha sido completo, desde las asociaciones norteamericanas más activas, como 50 years is enough, hasta Attac (ya presente en diferentes naciones) o movimientos sociales como los Sin Tierra, Vía Campesina, Globaliza Resistence, Observatoire de la Mondalisation, la Confederation Paysane de José Bové, Sud, el Social Forum italiano, Movimiento de la Resistencia Global de España, asociaciones japonesas, libanesas, tunecinas, congoleñas, del Malí, de Africa del Sur, tailandesas, brasileñas, indias, filipinas, malayas, neoindigenistas, zapatistas... y este año la envergadura del Foro ha convocado a representantes de casi todos los sindicatos y partidos de la izquierda convencional, sobre todo la francesa, pero también la española o la italiana. Se comentó que Giscard d’Estaing había enviado observadores y el secretario generales de las Naciones Unidas ofreció sus respetos a un Forum que se contemplaba rigurosamente desde Nueva York, ciudad convertida en la capital de los globalizadores. Esta respuesta contradice las acusaciones de la derecha brasileña, convencida de que Porto Alegre separa al Brasil del resto del mundo.
Más allá de la cultura de la queja
Más allá de la cultura de la queja, la inmensa mayoría de los 60.000 participantes pidieron objetivos y actuaciones, es decir, el acceso a una nueva cultura activa de la resistencia. Cada grupo de especialistas elaboró proposiciones concretas que afectan a la comunicación o a la educación o al remedio a los desórdenes creados por la depredación neocapitalista, pero aproximadamente siete propuestas generales aportan la prueba de la diversidad de apuestas que es capaz de elaborar tan plural sujeto colectivo como el reunido en Porto Alegre. Ante todo se demanda la condonación de la deuda externa que no ha beneficiado el desarrollo económico y social de los países deudores y esta decisión fundamental se ve flanqueada por la petición de reforma de la OMC (Organización Mundial de Comercio), el paso de los gastos militares a atender problemas de salud o vivienda o agua padecidos en los países más globalizados, la Tasa Tobin propuesta por Attac a las transacciones financieras y destinada a un fondo para el desarrollo global, protección de la agricultura en relación con las necesidades alimentarias reales, movilización de la sociedad civil en demanda de una economía al servicio de las personas y promover un movimiento global contra el neoliberalismo.
Más que antiglobalizadoras, las gentes de Porto Alegre eran contrarias a la globalización concreta que los globalizadores imponen desde un sospechoso, y en teoría contradictorio, autoritarismo neoliberal. Casi al mismo tiempo en que las resoluciones del Forum se hacían públicas, Bush aumentaba escandalosamente el presupuesto armamentista y los reunidos en Nueva York en el foro de los buenos demostraban su falta de acuerdo y su preocupación por lo que se estaba cociendo en Porto Alegre, el foro de los malos. Es cierto que en Porto Alegre se exhibió una cierta indefinición lógica en un encuentro tan plural, pero las resoluciones estaban claras: no se trata de negar la globalización como una fase realmente existente en el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel mundial, sino de darle un sentido radicalmente opuesto: poner la economía al servicio de las necesidades reales y no supeditada a la hegemonía del capital especulativo.
Casi todo es comunicación
Empieza ahora la verdadera batalla comunicacional controlada fundamentalmente por los enemigos de Porto Alegre. El Forum fue un clamor contra la manipulación informativa y en los diferentes seminarios y conferencias generales sobre los problemas de los mass media llegó a plantearse la formación de un tribunal internacional contra la mentira o contra la no verdad exhibida por los medios más importantes al servicio de la globalización. La indefensión de los periodistas en un mercado de trabajo frágil es el resultante de la concentración de medios y de la imposición de dos tipos de jerarquías de valores: la que influye en la selección de las informaciones como mercancías y la que premia sobre todola filosofía de lo correcto. Aquí estaban Ramonet, Mattelart, Chomsky y su discípulo Michael Albert, como auténticos especialistas en la denuncia de la asfixiante política de mensajes globalizadores y en la presentación de una nueva dialéctica a la medida del siglo que empezamos: la que enfrenta a los globalizados contra los globalizadores.
En uno de los debates que tuvimos, Mattelart, Ramonet y Gaberta y un servidor hicimos un especial hincapié en la corrupción del lenguaje utilizada como instrumento de dominación. Las palabras tienen dueño, dijo Lewis Carroll, no Carlos Marx, y para empezar incluso la palabra globalización enmascara intenciones dominadoras y hasta depredadoras como norte y sur o centro y periferia enmascararon todos los imaginarios de la desigualdad. También quedó claro para casi todos, menos para los paleocomunistas más arcaicos, que tuvo sentido publicar un libro negro sobre los horrores cometidos por el comunismo en el poder, pero también quedó claro que no hay bastantes bosques en el mundo para poder fabricar el papel necesario para un posible libro negro del capitalismo. Radicalidad en los gestos y en las banderas, pero racionalidad en las proposiciones de una conciencia de protagonista crítica de la sociedad civil y a presentar más que una enmienda total a la globalización, muchas enmiendas concretas, tantas que sin duda en Porto Alegre se está diseñando otra globalización.

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