EL PAíS

Los pibes de la esquina

 Por Mario Wainfeld

El hacinamiento urbano es un drama cotidiano para millones de argentinos. Fomenta la violencia familiar, los vejámenes a las mujeres. El ansia de salirse seguramente impacta en los embarazos adolescentes que también incluyen la búsqueda de un proyecto de vida. Los pibes de los barrios más humildes, muchos de los cuales ni estudian ni trabajan, se evaden como pueden de la asfixia. Van a la esquina, se agrupan, constituyen un fenómeno social que muchos perciben y para los que hay pocas soluciones.

En estas horas de zozobra, se dejaron ver.

Hasta acá habla el cronista. Ahora cede la voz a otros, a quienes reconoce conocimiento y saberes. Y las propala, como un aporte (siempre parcial y opinable) para avistar realidades emergentes y complejas.

Dos dirigentes kirchneristas del conurbano, de los que se reserva el nombre y cuyos testimonios se sintetizan: “Primero hubo organizaciones, con cuadros que las conducían. Había pibes entre ellos. Después se expandió. Los pibes de la esquina siempre se suman cuando hay bardo. Lo que pasó nos tomó de sorpresa y debe preocuparnos. Nos dormimos, como marmotas. Siempre hay anuncios en los barrios, no supimos verlos”.

Daniel Arroyo, sociólogo, ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación y ex ministro en la provincia de Buenos Aires: “La forma de los saqueos ha sido rara. Sin dudas, ha habido agitadores detrás. Pero hicieron pie en problemas sociales reales. Los planes sociales mejoran la situación, dan una base de ingreso y de consumo. La Asignación Universal por Hijo son 16.000 millones de pesos al año. ‘Mensualiza’ la cabeza de las personas (uno sabe que tal día va a cobrar los $ 340 por hijo y eso le permite organizarse). Pero la inflación está complicando las cosas, no queda claro cuánto se necesita para vivir en el mes. Hay muchísima gente sobreendeudada en ‘Efectivo ya - Crédito fácil’. Hay más motitos, más consumo y menos billetes en los barrios. (...) La situación de los jóvenes está claramente dividida en dos. Una parte se ha reenganchado con la política (sobre todo de clase media), siente que está transformando las cosas y eso les da un espíritu de cuerpo impresionante. El grueso de los jóvenes está fuera de eso. Hay 900.000 de 16 a 24 años que ni estudian ni trabajan, de los cuales la mitad está en el conurbano. Realmente están afuera de todo, no creen en la política ni en las organizaciones barriales. Respetan un poco la escuela como institución pero sienten que lo que aprenden ahí no tiene ninguna relación con la vida. Se organizan en bandas, lo que les da cohesión y, a su vez, ayuda a estigmatizarlos más. No ven ninguna relación real entre trabajo-esfuerzo y mejora de la calidad de vida. No la ven porque efectivamente no es así: acceden a trabajos precarios, son utilizados y tienen muy claro que el que vende droga o está vinculado con la política es el que realmente mejora en el barrio. El 30 por ciento de las madres son menores de 24 años en Argentina, muchos de estos pibes son padres a la vez. (...) El chico está hacinado en la casa, se va a la esquina porque ahí está mejor, empieza a consumir porque todos lo hacen. Es la forma de integrarse a la red del barrio. A partir de ahí empieza con problemas de adicción, de salud, pero también de endeudamiento (empieza a deber plata). Y se completa con algún vivo que se le acerca para proponerle cualquier idea para cancelar esa deuda y el resto que lo ‘marcamos’ diciendo estos pibes son la causa de la inseguridad. (...) La policía y la Justicia ayudan a complicar la cosa. La sensación que todos tienen es que detrás de la estructura del delito están la policía y la Justicia de manera directa, o simplemente miran para el costado y dejan que todo pase. En la provincia de Buenos Aires ha habido un problema adicional este año y es que desapareció el presupuesto para hogares, programas sociales, comedores escolares” (intercambio escrito con el cronista).

Julián Axat, defensor Penal Juvenil: “La imagen de grupos adolescentes irrumpiendo en supermercados a saquearlos con cierta capacidad de coordinación y repliegue no huele a espontánea, y habla de otra de las formas o modalidades en las que aparece –en estos tiempos– el reclutamiento juvenil. Las imágenes muestran a gran cantidad de jóvenes en un mismo espacio, moviéndose sin tomar demasiada distancia entre sí, chocan con las fuerzas de seguridad en grupo, avanzan y retroceden. El mismo patrón, en varios lugares del país, con escasa diferencia de tiempo. La Argentina no posee el problema de las maras centroamericanas. La idea de ‘pandilla’ autóctona es la de los ‘pibes en banda’, una suerte de composición aleatoria más funcional al reclutamiento, por menos pertenencia y autodefinición. Trayectorias con identidad más débiles, por lo tanto más propensas al aprovechamiento policial, al narcotráfico, a los barrabravas, o de esbirros políticos o parasindicales. Negar las tramas de reclutamiento, es negar la forma en la que se va perfilando, en el contexto sociológico, un tipo de criminalidad que excede la idea de amateurismo delincuencial. En todo caso, la sociología habla de un ‘bardo flotante’ compuesto por subculturas y trayectorias de adolescentes pertenecientes a zonas de vida diezmadas por un contexto de degradación histórica heredado, en el que ciertas capas juveniles se mueven a toda velocidad reproduciendo un capital de violencia y energía tosco, que irrumpe como aislado delito amateur. Otras veces, sin llegar a profesionalizarse, es organizado-gestionado por ‘otros’ que lo pagan sin exponerse. (...) Hace varios años que se habla de reclutamiento de menores para el delito, pero nunca se termina de apreciar profundamente el fenómeno. Hay que traspasar la negación epistemológica entrenada en ver la punta del iceberg de la delincuencia juvenil, donde la tercerización del delito es día a día y desaparece por tramas de discurso hegemónico que la niega: ya sea por demagogia punitiva, o por romanticismo bienpensante. Una política social que aborda estas problemáticas depende del diseño de nuevas herramientas de análisis cuantitativas y cualitativas. Democratizar las burocracias policiales que conviven en esos territorios también resulta imprescindible”. (Extractos de un post publicado en http://elniniorizoma. wordpress.com)

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