EL PAíS › LA REACCION DE LAS ENVIADAS DE LA IGLESIA

“Alguien las tiene que detener”

 Por Marta Dillon

“Estrategias para un aborto legal y seguro” fue el nombre de un taller que por primera vez sesionó en un Encuentro de Mujeres, poniendo un piso de acuerdo para la discusión. En el subsuelo de la Facultad de Ciencias Económicas no se debatiría sobre si el aborto debe ser despenalizado o no sino de qué manera avanzar en acciones concretas para que esa práctica no ponga en riesgo la vida de las mujeres que, de hecho, abortan.
Y esto fue intolerable para muchas de las que asistieron al Encuentro con la misión de homologar el aborto con el asesinato de niños inocentes. Margarita Font, Claudia Ramazzoti, Mónica, cristiana y sin apellido declarado, y otras tres mujeres, asumieron el rol que les había sido conferido en sus parroquias y decidieron sumarse al taller de Estrategias con un solo fin: “Impedir que el aborto sea legal. Nosotras no estamos de acuerdo con el aborto y por lo tanto no queremos un taller que busque estrategias para consagrarlo”, dijo Margarita con la voz temblando de indignación. ¿Entonces por qué se sumaron a ese taller? “Por eso mismo, querida, alguien las tiene que detener.”
Pero a pesar de tantos esfuerzos no lograron impedir la discusión. Lo intentaron, sin duda. Cuando les negaron la posibilidad de anotar sus opiniones entre las conclusiones –por razones obvias, es decir, porque no era ése el taller en el que debían volcarlas–, tomaron el toro por las astas y llamaron a una escribana para que levantara un acta en la que constara que su opinión no había sido tenida en cuenta en un intento de judicializar un conflicto descabellado. La escribana –que también temblaba pero de miedo, porque las mujeres excluidas aseguraban que las iban a “agredir físicamente”– fue saludada con un aplauso de las concurrentes al taller de estrategias y sin saber qué escribir en su papel romaní se retiró con quienes entonces amenazaron con ir “a la televisión a denunciar el atropello”. El problema es que no hubo demasiadas cámaras en el Encuentro. Ni siquiera para ellas.
Ese fue tal vez el momento más bizarro del enfrentamiento entre las militantes católicas y quienes intentaban, como cada año, avanzar en el debate sobre el derecho al aborto. Pero no el único. Hubo secretarias de taller que se negaron a escribir las conclusiones de la mayoría, mujeres que dijeron sentirse amenazadas en su integridad física y llamativos mutis por el foro a la hora de la marcha.
Lo más curioso resultó el modo en que estas mujeres unificaron su discurso en un claro intento por sumar la simpatía de las integrantes de movimientos populares: el aborto, dicen, es una estrategia del imperialismo para despoblar el país y apoderarse de nuestras tierras, los métodos anticonceptivos son negocios de los laboratorios médicos que no dicen todos los males que pueden acarrear a la salud de las mujeres y encima excluyen a los hombres de la decisión de tener hijos (?). Y lo mejor: los preservativos ni siquiera servirían para prevenir las enfermedades de transmisión sexual. ¿Por qué? “Se rompen, y además hay gente alérgica”, dijo una orgullosa alumna de la escuela Señora del Huerto donde, asegura, “la educación sexual es moneda corriente, sólo que nos educan para formar familias plenas y no mujeres egoístas”.

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