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Pastillas

Ronquidos. El taller no era de los más numerosos, apenas veinte mujeres discutiendo sobre el valor de la fe y el rol de la religión frente a la ausencia del Estado como garante de los derechos básicos de las personas. De pronto se escuchó un sonoro ronquido. Era una de las dos mujeres tobas que nunca encontraron espacio para hablar de las creencias de su pueblo originario. Fue justo cuando se abogaba por un mayor control sobre los nuevos cultos.
Divergencias. Mujer y trabajo fue uno de los talleres más concurridos del Encuentro Nacional de Mujeres. Tanto que hubo que abrir siete subtalleres –sucede cuando hay más de cuarenta mujeres en un mismo espacio–. En contrapartida, hubo un único taller sobre desocupación en el que convergieron las mujeres del Polo Obrero, el MIJP, el PTS, el movimiento Barrios de Pie y la CCC. No por mucho tiempo, apenas empezado el taller la Corriente Clasista y Combativa se retiró. Para las que quedaron fue porque “están demasiado pegadas con el Gobierno”. Las que se fueron argumentaron que “no vamos a admitir que se tergiverse el espíritu del Encuentro que es horizontal y participativo. Las decisiones no se votan como nos impusieron, tienen que salir por consenso”.
Saldos. Todos afirmaban el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, pero los pañuelos verdes que tiñeron la marcha de ayer tenían diversas inscripciones: despenalización del aborto, anticoncepción y católicas por la anticoncepción. Estos últimos quedaron como mesa de saldos. A regañadientes se los llevaron las últimas mujeres que todavía no tenían el adminículo convertido en vincha, bandera o gorro.
Preguntas. “Domesticar: reducir, acostumbrar a la vista y compañía del hombre al animal fiero y salvaje. Hacer tratable a alguien que no lo es. ¿Qué nos (a)cerca en la palabra mujer?” Las chicas de aspecto lánguido pegaban carteles con estas inscripciones a lo largo del bulevar de edificios franceses donde nunca antes se habían visto tantos picnics desarrapados bajo las palmeras. ¿Qué quieren decir? ¿Quiénes son? “Somos un colectivo sin nombre, las mismas que nos pintamos las panzas para pedir por el aborto. Y lo único que queremos es plantear preguntas.”
Novedad. Después de agotadoras discusiones, son muchas las mujeres que quedan con la sensación de estar empezando siempre de cero. Al menos eso discutían una señora cordobesa y otra de la provincia de Buenos Aires, habituales asistentes a los talleres de aborto y anticoncepción. Pero entonces pasó ella, veinte años y ojos arrobados. “¿Qué importa si empezamos de cero? ¿Saben lo que ha sido esto para mí?”, dijo con su tonada santiagueña. Era la primera vez que se reunía en el mismo ámbito con otras mujeres lesbianas (este año, también por primera vez, hubo dos talleres de lesbianismo).

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