EL PAíS › EL PRESIDENTE NO QUIERE CRUZARSE CON SU VICE

Ni una voz en el teléfono

 Por Diego Schurman

Néstor Kirchner hizo saber a sus íntimos que no tiene ni la mínima intención de mantener una reunión con Daniel Scioli. Así lo informaron en la Casa Rosada, sin demasiados cabildeos, y dejando en claro que, a pesar del tono conciliador adoptado por el gabinete, las heridas entre el Presidente y el vice están bastante lejos de cicatrizar.
La posibilidad de un encuentro entre los hombres en puja fue barajada ayer por algunos ministros. Lo imaginaban como una alternativa para descomprimir el conflicto y ponerle fecha de vencimiento a una pulseada que en las actuales circunstancias se mantendrá latente.
Tanto empeño del Gobierno en presentar a Kirchner y Scioli como el agua y el aceite, que la posibilidad de una cumbre despertará de ahora en más la misma expectativa que generaban los encuentros entre Eduardo Duhalde y Carlos Menem. Con un aditivo no menor: en este caso se trata del Presidente y su vice.
El recordatorio por el renunciamiento de Evita, que se realizará mañana, parecía una buena excusa para juntarlos. Y se pensó en Eduardo Duhalde para oficiar de maestro de ceremonia. Pero en gobierno le bajaron el pulgar a esa posibilidad. Por ahí acuerden un cruce telefónico. Otra cosa no. No hay clima, y eso se nota. De hecho, Kirchner ya plantó a Scioli el martes, cuando el motonauta quería escuchar en persona las razones del mazazo.
Sin embargo, la mímica del “no pasa nada” fue practicada con esmero desde uno y otro lado a lo largo de la jornada. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, habló de “cohesión” en el Gobierno. Y Scioli se puso el casete: informó que ni por asomo piensa renunciar ya que es un hombre de consensos.
Detrás del velo, se dibujan otras verdades: que el recorte de poder del vice se viene madurando desde hace días. Y que su desplazamiento de la Secretaría de Turismo era la mejor manera de diluir sus apariciones mediáticas. “Le vamos a sacar la caja”, dijo Kirchner en la intimidad.
El nombramiento de Enrique Meyer en ese organismo responde a esa lógica de tener las grandes fuentes de financiamiento de la política bien custodiadas. Lo hizo con el santacruceño Sergio Acevedo en la SIDE, y con el mendocino Juan González Gaviola en el PAMI. Meyer tiene el título de “pingüino”: hace doce años que ejercía como subsecretario de Turismo en Santa Cruz.
Rodearse de los propios es parte del estilo K. La orden de silencio también. Y eso fue lo que recibieron ayer los ministros de la Casa Rosada. Lo único que se preocuparon en despejar, a través del ministro de Interior, Aníbal Fernández, es el fantasma de una crisis institucional.
Sin embargo, si la imposibilidad de un encuentro entre el Presidente y su vice se estira en el tiempo, no podrá ser leída de otra manera.
Para las giras hay una buena excusa: es norma no coincidir en un mismo vuelo. Se trata de una decisión estratégica ante el fantasma de la muerte y, en consecuencia, la posibilidad de dejar acéfalo al Gobierno. Para el resto de las actividades tendrán que encontrar mejores razones.
Por estas horas prima la prudencia. Ni Scioli denotará su ira y mucho menos blanqueará la solidaridad menemista –que le llegó vía telefónica– ni Kirchner hablará por propia boca del rechazo que le genera su partenaire, a quien, queriendo o no, terminó dándole un vuelo impensado. Pero si no se produce el encuentro, al Presidente sólo le quedará la alternativa de ignorar y, si se quiere, hasta esmerilar a su vice. Y eso no parece ser la mejor solución para el conflicto, y menos en un gobierno con apenas tres meses de vida.

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