ESPECTáCULOS › “NEGOCIOS ENTRAÑABLES”, DE STEPHEN FREARS

La cara oscura de Londres

El director de “Ropa limpia, negocios sucios” vuelve a retratar la vieja capital del imperio británico como un mosaico étnico pleno de contradicciones.

 Por Luciano Monteagudo

Ya en los tiempos en que trabajaba en colaboración con el novelista paquistaní Hanif Kureishi –en Ropa limpia, negocios sucios (1985) y Sammy y Rosie van a la cama (1986)–, el director británico Stephen Frears demostró una sensibilidad particular para retratar el lado oscuro de Londres, aquel que tiene que ver con las comunidades de inmigrantes empujadas a vivir en los márgenes de la sociedad y convertidas en la clase prestadora de servicios de lo que alguna vez fue la capital de un imperio. Después de una carrera errante, en la que supo saltar de Hollywood a Londres y de Londres a Hollywood con una facilidad sorprendente, Frears vuelve a pulsar en Negocios entrañables un poco la misma cuerda de aquellos recordados éxitos, que fueron los que le abrieron la puerta a su reconocimiento internacional.
Si su paleta es ahora más amplia se debe sin duda a ese permanente fogueo a ambos lados del Atlántico, que le permite seguir practicando el clásico realismo social que siempre fue la marca de fábrica del cine británico (aunque un realismo mucho más ligero que el de sus colegas Ken Loach y Mike Leigh), al mismo tiempo que se anima a probar suerte con el suspenso del thriller y hasta con la comedia romántica, todo en un mismo paquete y por el mismo precio.
El Londres de Negocios entrañables parece reducirse, en una primera instancia, al sórdido hotel The Baltic, donde ninguno de sus empleados es inglés ni tiene papeles que autoricen legalmente su trabajo. Cubriendo el turno nocturno de la recepción está Okwe (Chiwetel Ejiofor), un nigeriano que viene huyendo de su país por un drama que se resiste a contar. Apenas si logra mantenerse despierto, considerando que de día maneja un taxi con una licencia falsa, pero una noche abrirá muy grandes los ojos cuando descubra que el inodoro de una de las suites está obstruido con algo fuera de la común: un corazón humano.
La pequeña y retraída Senay (Audrey Tautou, en su primer papel de relevancia luego de su consagración en la sobrevalorada Amélie) tiene a su vez otros problemas de qué ocuparse. Proveniente de Turquía, donde fue enseñada según los valores tradicionales a practicar la sumisión y obediencia que se suponen son virtudes en una mujer, Senay debe escapar de las autoridades de migración locales, que son prácticamente los únicos ingleses que aparecen en escena y que se muestran como hambrientos perros de presa. Los destinos de Okwe y Senay se irán cruzando cada vez más y, en esa encrucijada, parece estar siempre el recepcionista diurno del Baltic, un español que empieza pareciendo cínico para terminar mostrándose literalmente siniestro, en un lograda composición del catalán Sergi López (en su primer personaje hablado –es un decir– en inglés, después de una importante carrera en Francia).
Conviene adelantar lo menos posible del desarrollo de estos Negocios entrañables, manejados con mucha solvencia por Frears, aunque también con alguna dosis excesiva de sentimentalismo, que desnuda la naturaleza comercial de un proyecto dispuesto a cubrir todas bases, desde la denuncia social hasta el happy end.

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