EL PAíS › DIMES, DIRETES Y MISCELANEAS EN EL PARLAMENTO

Un día con impronta estilo K

Cada uno con su lapicera. El discurso del Presidente fue seguido con atención por cada uno de los integrantes del gabinete. Roberto Lavagna, Julio De Vido y Carlos Tomada se proveyeron de sus respectivas lapiceras con las que subrayaron con la meticulosidad de un escolar los fragmentos correspondientes a sus respectivas carteras. El resto de los ministros prefirieron seguir con la vista el texto que fue entregado una vez que Kirchner ingresó a la Cámara baja.
La soledad de los cortesanos. El palco bandeja destinado al gabinete fue el más visitado por los legisladores, que no dejaron de estrechar cuanta mano ministerial tenían cerca. No pasó lo mismo con los miembros de la Corte que estaban allí. Antonio Boggiano y Adolfo Vázquez se sentaron en un extremo de la fila de sillas y no cruzaron palabra con ninguno de los presentes. A la hora del discurso, el primero leyó el texto. El ministro sujeto a juicio político, en cambio, prefirió dejarlo a un costado y ni siquiera abrió el librito.
Bonasso y el masserista. Los diputados iban ingresando de uno en uno al recinto. La casualidad quiso que el kirchnerista Miguel Bonasso se encontrara con el masserista Hugo Franco, quien querelló al periodista por el libro Don Alfredo. Bonasso le dio paso. El legislador que llegó de la mano de Patti rechazó el convite y con un ademán lo invitó a caminar: “No gracias, temo que me clave un puñal”, dijo Bonasso. Franco, algo aturdido, atinó a responder que “tengo las manos limpias”. Pero no se quedó con la última palabra: “Eso es lo que usted cree”, le retrucó Bonasso ante un enmudecido masserista.
Moda menemista. Pasó por el lado de los ministros pero no consiguió que ninguno reparara en él. De todas formas el senador por Catamarca, Ramón Saadi, se paseó con dificultad –fruto de su sobrepeso– por entre las bancas donde consiguió pocos saludos. Como en otros tiempos, el catamarqueño se mostró enfundado en un saco azul, camisa del mismo color y una corbata de un furioso amarillo como las que se pusieron de moda durante la década menemista.
Un dejo de envidia. Su rostro parecía decir “yo debería estar ahí”. Sucedió cuando las pantallas del recinto mostraban –transmisión de Canal 7 mediante– la llegada del presidente Kirchner a la explanada del Congreso. Reconcentrado, Adolfo Rodríguez Saá observó las alternativas de un acto al que no llegó a presidir fruto de su intempestiva renuncia siete días después de haber jurado como el presidente que reemplazó al fracasado Fernando de la Rúa. Siguió el discurso tomando notas cuando Kirchner remarcó que “no somos el proyecto del default”.
Aplauso solitario. “Se posibilitó la reinserción laboral de personal de empresas aéreas que habían cerrado, creando una aerolínea federal de la que propiciamos su privatización”, dijo el presidente Kirchner. Para la mayoría de los legisladores el dato pasó inadvertido, salvo para el socialista y dirigente aeronáutico Ariel Basteiro y la frentista Alicia Castro, quienes no dudaron en aplaudir. Nadie los acompañó; el resto de los legisladores parecieron no entender la alegría del dirigente gremial. Esto llevó a que el diputado decidiera no respaldar con las palmas el anuncio de la firma del contrato con la firma Lockheed para el mantenimiento de la flota de aviones y la construcción del avión Pampa.
¿Otro oportuno resfrío? En aquel lejano 31 de diciembre, cuando el puesto de presidente era una brasa candente que nadie quería agarrar, el misionero Ramón Puerta recurrió a un resfrío para sacarle el cuerpo al desafío y así desaparecer de la presidencia provisional del Senado para tomar las riendas del país. Algunos legisladores recordaron esta situación durante la apertura de sesiones ordinarias cuando notaron la ausencia del senador y titular de la comisión de Relaciones Exteriores. “¿Se habrá resfriado en Venezuela o se tenía que encontrar con los Menem?”, preguntó un kirchnerista con marcada ironía.
Moda recinto. La apertura de las sesiones ordinarias suele ser el pretexto perfecto para que las legisladores luzcan sus mejores y nuevos modelos. A diferencia de la que fue aquella del 25 de mayo cuando Kirchner asumió como presidente donde predominó el verde en todas sus tonalidades, esta vez el que copó la parada fueron los tonos pastel. La senadora Cristina Fernández de Kirchner no estuvo al margen de la moda parlamentaria. Enfundada en un tailleur color marfil, siguió el discurso de su esposo desde una de las sillas destinadas a los integrantes de la Cámara alta.

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