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Dura es la vida privada

Hoy por hoy la idea de retirarse o renunciar no es la que más les gusta a los jueces federales que habían llegado con Menem, al contrario de lo que ocurrió cuando asumió el gobierno de la Alianza. A lo sumo, si están un poco cansados por los años aceptarían algún ascenso garantizándose un sucesor. “Ahora estamos cómodos. Ya pasamos varios gobiernos y después de que Menem estuvo preso acá se puede hacer cualquier cosa”, comenta uno de ellos. “Hay aprietes, pero no es para tanto”, dice. Hay cosas peores. Un secretario del fuero cita como ejemplo a los ex jueces Adolfo Bagnasco y Gustavo Literas, que trabajan juntos como abogados desde que dejaron la toga el año pasado.
–Es duro, los clientes no caen del cielo. Encima, como hace mucho no ejercía la profesión me mandé un par de macanas. Y peor Adolfo, que jamás ejerció, –le confesó Literas a un ex colega suyo cuando se lo cruzó hace poco más de un mes en el edificio de Comodoro Py 2002.
–¿Estás arrepentido de haberte ido?– le preguntó su antiguo compañero de andanzas.
–Y... lo estoy analizando–, contestó el ex magistrado.

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