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Dudas, apuro e indiferencia

“Tasa de uso de aeroestación condicionada a proceso judicial. Conserve su comprobante de pago”, decía el cartel pegado en una mesita marrón, a pocos metros de las ventanillas donde debe abonarse el cargo en cuestión. Para mayores precisiones, un segundo cartel agregaba un dato más atractivo para el usuario: “Devolución de eventuales diferencias”. Pero ayer, el primer día en que el personal de la intervención judicial estuvo en Aeroparque, muchos de los que estaban por viajar, en su mayoría turistas, aún no se daban por aludidos. En cambio, los que se trasladan con frecuencia, obligados por motivos laborales o de negocios, lo veían desde otra óptica y se acercaban para interiorizarse.
La gente que iba a pagar la tasa correspondiente –8 dólares en el caso de los vuelos a Uruguay; 18 en los que van a Brasil o Chile– se encontraba antes con el personal de la intervención. Al ver la palabra “tasa” en los carteles, y sin mayores indicaciones a la vista, muchos se acercaban allí creyendo que era el lugar para cumplir el trámite antes de subir a su avión. Una vez aclarada la confusión, se les informaba del alcance de la medida y eran invitados a llenar un formulario con datos personales, el número de recibo del pago de la tasa y, para el “supuesto de ordenarse el eventual reintegro de una diferencia a su favor”, el nombre de un banco o entidad financiera, número de cuenta y CBU.
Antes de llenarlo, debían pagar la tasa. Quienes se decidían a completarlo, se llevaban una constancia de entrega del formulario. Según explicaron quienes estaban a cargo de informar a la gente, es una manera de “facilitar la restitución de la diferencia a cada uno que pagó”. Sin embargo, los que seguían de largo no estarán excluidos en caso de que haya reintegros: con el número de recibo sería suficiente para cobrarlos.
Los viajeros recibían el papel, oían de qué se trataba e iban a pagar, aunque muchos no volvían. Las razones eran “el apuro”, “que la cifra no lo justifica”, o directamente la falta de interés. “A cuatro horas de que estamos acá, muchos no saben de qué se trata”, conjeturó uno de los empleados judiciales. La que sí se puso contenta fue Manón, una uruguaya que viaja “todas las semanas”, para quien el dinero “sí que es una diferencia”, sonrió.

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