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“No me voy a ir hasta que me paguen. Y si no, que me saque la policía”, aseguró Norma, mientras abrazaba a su marido, Roberto Ordóñez, que la miraba en silencio. Atrincherados tras la puerta de la sucursal 49 del Banco Nación, en Federico Lacroze y Moldes, Norma y Roberto revolucionaron el barrio de Colegiales. Querían cobrar sus depósitos. Como no les querían pagar, se quedaron diez horas dentro del edificio. Recién se retiraron a las 21, cuando el gerente, Jesús D’Alessandro, se comprometió a devolverles sus fondos “a primera hora de la mañana (por hoy)”. Norma tiene 81 años, y su marido, 86.
El episodio se destrabó luego de que el banco se comprometiera a devolver los depósitos del matrimonio Ordóñez. “En horas de la mañana se le entregará a los jubilados que se encuentran en la sucursal Colegiales su dinero retenido en el denominado corralito”, aseguró el banco a través de un comunicado que llevaba la firma del gerente del local. Los dos viejitos aceptaron la propuesta y firmaron un acuerdo, que fue rubricado por escribanos. Exultante, la hija del matrimonio festejaba junto con algunos vecinos: “Yo sé que fue posible porque la vieja tiene la edad que tiene”, admitió, con sinceridad.
El matrimonio se ubicó en la entrada del banco, y allí pasaron casi todo el día, sentados, esperando que les devolvieran sus depósitos. Tenían un recurso de amparo a su favor, resuelto por la jueza Clara Dopic. Y además, al ser mayores de 75 años, estaban incluidos en las excepciones al corralito. Sin embargo, los directivos del banco no querían ordenar el pago porque “faltaba documentación”. En el banco, mientras tanto, los empleados trataban de seguir la rutina. Los directivos llamaban a la Casa Central, para pedir instrucciones. Los trabajadores recibían órdenes de quedarse en sus puestos hasta que se resolviera el conflicto. Finalmente, después de 10 horas, la perseverancia de los Ordóñez rindió sus frutos. Desde la Casa Central del Nación ordenaron el pago.