EL PAíS › OPINION

Chávez, la energía que necesitaba el Mercosur

 Por ATILIO BORON *

El fortalecimiento de las relaciones económicas y políticas entre Argentina y Venezuela, acelerado luego del previsible fiasco de la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata, abre un camino hacia la revitalización del desfalleciente Mercosur, en favor de un orden económico regional más justo y equitativo. Claro, dicho movimiento no puede más que provocar la santa indignación de la Casa Blanca y los círculos dominantes del capitalismo internacional. Quienes durante más de una década celebraron como una prueba de madurez de estadista la política de las relaciones carnales con Washington, causante principal de la fenomenal crisis que se abatió sobre nuestro país a partir de 1998 y que culminó en los acontecimientos de diciembre del 2001, ahora se rasgan las vestiduras ante el acercamiento de la Casa Rosada al gobierno del presidente Hugo Chávez.
Como es sabido, los cruzados de la democracia y la libertad que sientan sus reales en el eje Washington-Nueva York y que enseñan magistralmente lo que significan esos conceptos en Irak y Afganistán, han decidido que el gobierno de la revolución bolivariana pone en peligro a la democracia en Venezuela y que cualquier acercamiento al mismo, o a la Cuba de Fidel, convierte al recién llegado en cómplice de todos los males imaginables en este mundo. Se ignoran olímpicamente los resultados que arrojan diversos sondeos de opinión pública realizados en toda América latina y que demuestran que es precisamente Venezuela el país en donde la población muestra los más altos índices de satisfacción con la gestión del gobierno y, a causa de eso, el lugar en el cual la idea misma de la democracia es más valorada por la ciudadanía.
¿Por qué debería el gobierno de la Argentina plegarse a una campaña de satanización del gobierno de Chávez, componente esencial de una estrategia de construcción de “mentiras que parezcan verdades” dirigida a preparar un clima de opinión internacional que admita como inevitable una nueva aventura golpista auspiciada y financiada por Washington? Si como dicen los ideólogos de la Casa Blanca, los Estados Unidos son un imperio –¡admitiendo lo que la izquierda venía diciendo desde hacía más de medio siglo!–, ¿por qué suponer que las políticas imperiales habrán de traer bienestar y felicidad a los pueblos de la periferia?
Chávez propone un nuevo y esperanzador comienzo. Y a diferencia de la Casa Blanca, sus palabras son respaldadas con hechos. Si la primera se llena la boca hablando del libre comercio y la democracia mientras se aferra ferozmente al proteccionismo y los subsidios, y socava con su accionar las frágiles democracias de la región, Chávez, por el contrario, respalda sus propuestas de unidad latinoamericana con políticas concretas, que muestran que el egoísmo desenfrenado de los mercados no es la única manera de organizar la economía internacional. Petróleo barato para los pequeños países de Centroamérica y el Caribe; acuerdos de genuina complementación industrial con Argentina y Brasil, beneficioso para los países y no para un puñado de monopolios; solidaridad efectiva con la Argentina al comprar nuestros bonos de la deuda; intercambio de energéticos por asistencia médica y medicinas con Cuba, y así sucesivamente. Chávez abre así un camino hacia la recomposición del Mercosur, mientras que Bush, como Shylock en El mercader de Venecia, se empecina en obtener su libra de carne mientras sermonea a sus víctimas sobre las virtudes de la libertad. Sólo gobiernos insanablemente ineptos, cobardes y antipatrióticos podrían darle la espalda a la generosa oferta del líder bolivariano.

* Secretario ejecutivo de Clacso.

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