EL PAíS › LOS PASAJEROS INVADIERON LA SUPERFICIE BUSCANDO VIAJAR

Colectivos y taxis festejaron

Privados del subte durante la tarde de ayer, muchas personas estuvieron obligadas a reemplazar sus viajes por las profundidades porteñas con otros medios de transporte. Así, las paradas de colectivos acumularon largas filas de pasajeros ocasionales y los taxis circulando por las calles de la ciudad con el cartel de “libre” apagado fueron más que los habituales. El cambio de transporte no transcurrió sin quejas ni rezongos por parte de los usuarios afectados por el paro. El malhumor estuvo dirigido a los trabajadores en huelga y a sus métodos, pero también a la empresa.
Para muchos pasajeros la medida de fuerza fue una sorpresa de la que se enteraron al intentar bajar a las estaciones. “Vengo con la línea D, quiero hacer la combinación con la E y abajo me entero de que no anda”, protestaba Sabrina ante Página/12, a las 16.15, en la estación Bolívar, después de que una empleada de la boletería le reintegrara sus setenta centavos y la escuchara soltar algunos insultos. De fondo, por los parlantes, la empresa anunciaba con voz suave que “la línea E se encuentra momentáneamente interrumpida” y pedía disculpas por “las molestias ocasionadas”. La misma empleada admitía que no sabía hasta cuándo se iba a prolongar el paro. “Se supone que tienen que arreglar”, señaló con deseos de que trabajadores y empresarios llegaran a un acuerdo que pusiera fin al afluente de usuarios enfurecidos.
Algunos no llegaron hasta las estaciones, sino que se encontraron con rejas que les impedían el paso. Para ellos, los barrotes configuraron la primera noticia que recibían acerca de la huelga. Fue el caso de Beatriz, que iba con la clara intención de viajar en el subte desde Catedral. “Recién me entero. El paro me parece insoportable. Tenía que ir a la doctora, a Belgrano, y ahora tengo que ver con qué puedo viajar”, explicó mientras miraba para uno y otro lado tratando de divisar un colectivo que la llevara hasta su destino.
En una de las bajadas de Diagonal Norte, David, un empleado de una de las empresas encargadas de la limpieza de las estaciones, se ocupaba de avisar que el subte no circulaba a quienes venían con el impulso para descender. Al mismo tiempo, aprovechaba la menor cantidad de personas para limpiar con más tranquilidad la escalera. “Mañana hay una reunión por el tema de las empresas tercerizadas. Si llegamos a un acuerdo festejaremos, y si no, volveremos a cortar las vías como la otra vez. Así que capaz que mañana (por hoy) hay otra huelga”, comentó.
Aída, de 78 años, fue alertada por David antes comenzar a caminar escaleras abajo ayudada con su bastón. Aunque iba a tener que buscar otro medio de transporte, consideró que “está bien que paren, porque si pagan poca plata tampoco se puede trabajar, ¿qué quiere?”.
Para quienes querían llegar al subte a través del acceso de la galería Obelisco Sur, que pasa por debajo de la 9 de Julio, la novedad se les presentaba en un austero cartel sobre las rejas que cerraban el camino. Allí se anunciaba un –también austero– “de paro”, escrito con fibra negra en un pequeño rectángulo de papel cuadriculado. Las rejas también estaban cerradas en las bajadas de la estación Avenida de Mayo, de la línea C, sin ninguna información sobre los motivos. El ejercicio de bajar las escaleras para volver a subirlas cargados de bronca fue practicado por muchos que se quedaron con las ganas de ser pasajeros.
Los que no podían viajar por debajo de la tierra intentaban hacerlo en la superficie. Por eso, encontrar un taxi desocupado se transformó en una tarea para nada sencilla. Aún más difícil era subir a un colectivo que sirviera de alternativa al subte.

Informe: Lucas Livchits.

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