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Lavagna viaja sin acuerdo previo y a todo o nada

El ministro parte a Washington sin haber logrado acordar, previamente, los ejes de un acuerdo con la número dos del Fondo. En medio de la profundización de la crisis regional, el principal argumento que pondrá en juego Lavagna es político: pedirá una ayuda para que no siga propagándose el incendio.

Por Claudio Zlotnik y David Cufré

Roberto Lavagna viajará el martes a la noche a Washington con una estrategia definida. Buscará alcanzar el acuerdo con el FMI apelando a razones políticas. El resultado de las negociaciones con la misión del organismo fueron, a nivel técnico, un completo fracaso. John Thornton exigió que el Banco Central dejara de gastar reservas para controlar el dólar, que suspendiera los redescuentos a los bancos y que el Gobierno dispusiera un Plan Bonex compulsivo, forzando a los ahorristas a tomar títulos públicos a cambio de sus depósitos. Las probables consecuencias de esas medidas serían una escalada del dólar, el cierre de bancos y una destrucción todavía mayor de la confianza en el sistema financiero, respectivamente. Si el Gobierno no consigue sacar la discusión de esos términos, difícilmente podrá firmar un acuerdo. De allí que Lavagna irá con otros argumentos, como la necesidad de poner un freno a la crisis argentina para que no se siga propagando por la región.
El ministro de Economía se comunicó ayer con la subdirectora del FMI, Anne Krueger, para definir la agenda de temas a tratar. Su estadía en la capital estadounidense se extenderá desde el próximo miércoles hasta el sábado. Lo que ocurra durante esos días será definitorio. Se entrevistará con el director gerente del Fondo, Horst Koehler, con Krueger y con Anoop Singh. Pero la reunión que ayer en Casa Rosada se consideraba crucial es la del jueves con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill. “Será una negociación pura y exclusivamente política”, sentenció un colaborador de Lavagna en diálogo con Página/12, quien apostó unas fichas a un probable encuentro con el secretario de Estado, Colin Powell.
La teoría del FMI de que la crisis argentina estaba “encapsulada” quedó groseramente desmentida con los últimos episodios en Brasil, Uruguay y Paraguay. Lavagna intentará explotar esa situación, argumentando que Argentina está en un punto de inflexión. Si obtiene el respaldo internacional, hay una chance de empezar a dominar la crisis y abrir una puerta a la recuperación. De lo contrario, la crisis y los conflictos serán todavía más violentos. Bajo este último escenario, la posibilidad de que se produzcan estallidos en cadena en América latina aumenta peligrosamente. Los países europeos que integran el Grupo de los 7 comparten el diagnóstico, por lo cual presionan sobre el Fondo para que acuerde con Argentina.
Financistas de Wall Street y hombres de la banca local allegados a los funcionarios del FMI –con los que intercambian opiniones casi a diario– reconocieron en diálogo con este diario que para el organismo de crédito sería un problema importante que Argentina dejara de pagarles. Es obvio que también lo sería para el Gobierno, pero a esta altura de la crisis pareciera que Argentina tiene menos que perder si deja de pagarle al FMI que lo que arriesga el Fondo si deja de cobrar. Esto es porque si no hay acuerdo, la continuidad del Gobierno estará seriamente amenazada y la pérdida de control sobre variables políticas, económicas y sociales podría ser definitiva. En medio de una situación semejante, caer en default con los organismos internacionales sería un hecho secundario.
En Economía le restaron importancia ayer a la renuncia de Mario Blejer a la presidencia del Banco Central. Dijeron que el FMI estaba al tanto del acuerdo que alcanzaron Duhalde y Blejer hace un mes, cuando establecieron que el alejamiento del funcionario se produciría a fin de junio, para darle ese tiempo al Gobierno para encontrarle un reemplazante. A pesar de su duro enfrentamiento con Lavagna por la salida del corralito, Blejer lo apoyó en dos discusiones clave con el Fondo. Le dijo a Thornton que el Central no puede dejar de intervenir en el mercado de cambios de un día para otro, y que tampoco puede haber un corte tajante a los redescuentosbancarios. El FMI le exigió ambas medidas a Uruguay y las consecuencias están a la vista.
Pero Blejer le insistió al jefe de la misión del FMI que el plan de Lavagna para terminar con el corralito es ineficaz. La respuesta de los ahorristas al cabo de una semana de su implementación reforzó la postura del Fondo de que el Gobierno debe dictar un Plan Bonex compulsivo, para despejar el camino a la reestructuración del sistema bancario. Este es tal vez el tema más difícil que le espera a Lavagna en sus negociaciones con las autoridades del FMI y el Departamento del Tesoro.

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