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“No voy a perder a mi hija por lo que haga un grupo de fanáticos”

La madre de la joven violada vino a Buenos Aires para entrevistarse con el ministro de Salud. Es católica pero rechaza a los fundamentalistas que se oponen al aborto. “Está en juego la vida de mi hija”, replica. Y asegura que seguirá adelante, “como sea”.

 Por Cristian Alarcón

Ana Rosa Gazzoli parece una de esas maestras que lucen impecables, como en un día de acto. “Fui obrera textil, pero casi toda la vida mamá y ama de casa”, aclara. Y a pesar de las luces de la televisión –ayer el noticiero de Canal 13 abrió la edición nocturna con su testimonio–, el viaje desde Mendoza, la polémica y lo que queda por pelear hasta que su hija aborte legalmente, habla con la bonhomía de las mujeres grandes y sabias: “Nunca pensé que iba a ser tan difícil. No voy a perder a mi hija por lo que haga un grupo de fanáticos”. Creyente, de cruz en el pecho y “fe en Jesús”, dice que “prefiriría que los médicos aceptaran la ley y nos ayudaran porque tenemos derecho, pero si no lo hacen yo seguiré adelante como sea, nadie me va a quitar la vida de mi hija”. “Falta arreglar con los médicos, pero espero que sean conscientes y no se nieguen”, se esperanza.

Ana Rosa, a punto de cumplir 68 años, nació en Catriló, La Pampa, y vino con su madre a los 14 años a vivir a Villa Adelina, en Buenos Aires. Trabajó desde esa edad: primero como empleada doméstica cama adentro, luego como obrera textil. Se casó a los 19 años con Gregorio, cabo del Ejército, y con él se fueron a vivir a Río Gallegos, donde nacieron sus primeros cuatro hijos. Tres de ellos viven hoy en Europa, desde donde la llaman para seguir el caso de su hermana menor, C. C. A. “El más grande no puede creer que en su país haya gente tan atrasada, y dice que le dan ganas de acogotar a alguien. Yo pienso, menos mal que no está acá”, dice, y sonríe, tranquila tras conocer la decisión de la Corte mendocina que autoriza que se le practique un aborto a su hija. “El problema de mi hija es de salud y es de justicia: si no lo hacen legalmente no sacamos el ADN de su violador”, dice Ana Rosa.

Recuerda los esfuerzos y las satisfacciones de la vida: cómo les hacía la ropa a sus chicos a partir de los viejos uniformes militares de su esposo, el crédito que les permitió construir una casa hace veinte años, la crianza de la menor. “Lo más difícil fue cuando no caminaba, no hablaba, había que darle de comer en la boca –recuerda–. Y el hecho de que todo lo hice sola, porque mi marido, pobre, no asumió el problema. Fue con la menopausia que quedé embarazada de ella, cuando tenía 43 años. Cuando me noté la falta no lo podía creer, porque ya no podía quedar cuando me empecé a sentir rara, me dolían los riñones. Pensé en no tenerla. El médico que me atendía me lo propuso. Estaba todo listo para que así sea porque era un embarazo y un parto riesgoso. Para colmo en esa época no teníamos ni casa ni nada, vivíamos de prestado con cinco hijos. La verdad es que habíamos preparado todo para un aborto, pero la conciencia no me lo permitió.”

–¿Cómo es ella?

–Es una chica hermosa, es muy dulce, muy flaquita, cariñosa, tranquila, muy coqueta. Le gusta arreglarse. Cuando ella se pone un pantalón, elige una remera o un buzo y arma su conjunto, ya le queda que ese combina y se lo pone siempre así. Es tan coqueta que cuando algo le gusta, me pide: “¿Me compás esto, ma?, dale, compame esto, ma”. Usa anillos, reloj, le encanta. Pero no sé hasta cuándo la voy a tener. La atendió un neuropsiquiatra cubano y dijo que con los tratamientos se había hecho lo humanamente posible. Que era probable que no viviera mucho, por eso mi temor es tan grande si la obligan a seguir adelante.

–¿Antes se había planteado la alternativa de un aborto?

–Para nada, nunca fuimos de esa idea. Mi hija mayor quedó embarazada a los quince años y no quisimos que abortara. Siguió yendo a la escuela, su bebé fue la mascota de sus compañeros y hoy tiene 29 años.

–¿Cómo ve esa alternativa médica en esta situación?

–Este es un caso especial, contemplado por la ley. Es algo terrible porque ella ni siquiera sabe lo que tiene. Sólo sabe que le duele, que le han hecho daño. Ella no habla, no cuenta de corrido, sólo responde a las preguntas. Yo a la tarde me quedo con ella y le pregunto: “¿Te molestaron, mamita?”. “Sí”, me dice. “¿Te sacaron la ropa?” “Sí.” “¿En la escuela?” “Sí.” “Quiénes?” “Los chicos malos”, dice. “¿Cómo se llaman?” “No me sale”, me dice. Pero nosotros estamos seguros de que ha sido en la escuela, porque ella no tiene contacto con nadie, está siempre conmigo.

–Cuando supo que ella estaba embarazada, ¿cómo imaginó lo que vendría?

–Nunca pensé que iba a ser tan difícil. Siempre supe que había que pelear, pero nunca que iba a ser tan duro. Lo primero que se me ocurrió fue hacer la denuncia, buscar al culpable. Tenía dónde hacerlo, de manera ilegal, como se hace a diario. Algo que todos quieren ignorar, hasta esas organizaciones que se oponen.

–¿Cómo ha sido la actitud de estas organizaciones católicas?

–Para mí, ellos son todos fanáticos. Ayer (por el lunes) en Mendoza ellos hicieron tanto lío que al final hicieron entrar a donde yo estaba a dos mujeres. Ellas dijeron que rezan por mí y por mi hija, pero yo les dije, “me van a perdonar pero no me están ayudando, por favor no sigan con esto porque nos hacen daño”. Pero son grupos muy cerrados, después me siguieron dos al aeropuerto.

–Antes de este caso se conoció el de otra chica a la que se le terminó impidiendo que abortara en La Plata.

–Estábamos todo el día pendientes porque pensábamos que era una chica con problemas como la nuestra. Lo que sentíamos, sin saber que nos tocaría a nosotros tan directamente, era una profunda indignación por la nena, uno no llega a explicarse por qué le dan tantas vueltas a estos temas.

–¿Qué le dijo el ministro de Salud de la Nación en la reunión que mantuvieron?

–El doctor Ginés (González García) me parece una gran persona. El está de acuerdo conmigo en que es justo que mi hija aborte. Me felicitó por haber actuado como madre ante la situación de la manera en que lo estoy haciendo. Me apoya y espero que lo siga haciendo hasta que logremos que esta pesadilla termine. Dice que quiere conocer a mi hija: ojalá pueda.

–Hablaron de los riesgos en lo inmediato, de la actitud de los médicos.

–El ministro tiene confianza en que los médicos harán el aborto. Piensa que quizás haya algún médico que pueda decir que no, pero igual que yo, espera que sean comprensivos y hagan su trabajo. Es cierto, nos queda por arreglar cómo actuarán los médicos. Que lo hagan, porque si no nosotros vamos a seguir adelante y lo vamos a hacer como sea, vamos a defender a mi hija, su vida. Tiene derecho, lo dice la ley.

–Usted es creyente. ¿Qué piensa como católica ante la campaña de los católicos más conservadores?

–Yo la verdad es que no soy de ir a misa. Pero sé que Dios está en todos lados. Hablo con Jesús y a él le pido por mi chica. Creo que me está ayudando: hoy fue un día de buenas noticias. Hoy, justamente, cumpliría años Gregorio, mi marido fallecido. De a ratos pienso que desde algún lado él nos ayudó.

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“Espero que los médicos sean conscientes y no se nieguen”, se esperanza Ana Rosa.
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