EL PAíS › LA LARGA ESPERA EN LA PUERTA DE LOS TRIBUNALES

El “nominado” que al final zafó

Ocho móviles policiales, más de treinta agentes (algunos de civil), un paquete de sandwiches y algunas gaseosas fue el costo de Operación Rico, esta especie de reality show montado desde temprano, alrededor de la indagatoria del ex carapintada, quien hasta último momento mantuvo en vilo a la prensa, que no sabía si el “nominado” quedaría detenido.

Aunque estaba citado a las 9.30, Rico llegó una hora y media más temprano para evitar la alfombra roja. En la combi que lo trajo venían su esposa, su yerno y su jefe, el dueño de la empresa de seguridad Chapelco, donde el imputado trabaja como asesor y lobbysta. Rico entró directamente al juzgado y bajó con un bolsito en la mano, donde llevaba una muda de ropa, por si quedaba detenido. Varios de los policías que custodiaban le dieron la bienvenida, saludándolo afectuosamente.

Para aplacar la ausencia de declaraciones cayó el abogado que lo representa, Emilio Moreira, que antes de entrar tiró una bomba: “Del 1º al 10, hay 9,5 de posibilidades de que quede detenido”. Sin apuro, el abogado habló con todos los medios, cuando algún cronista se ponía demasiado inquisidor se limitaba a decir: “No puedo adelantar la estrategia de la defensa” o “estamos guardando algunas cosas para el descargo”.

Un amigo del imputado le contaría luego a Página/12 que Moreira exageraba y que él había “comido con Aldo el sábado y estaba muy tranquilo, sabía que no iba a pasar nada”. El hombre había sido compañero de Rico en la guerra de Malvinas y miraba indignado tras las rejas que momentáneamente lo separaban de su camarada. “No hay códigos”, repetía. “Cómo puede ser que se acuerden de él ahora, en plena campaña y mientras está alejado de la política” (aunque en San Miguel, su bastión político, hoy gobierne Oscar Zilocchi, su mano derecha). Dos oficiales que se acercaron a conversar con él se quejaban de que los medios no contaran “toda la historia” de la dictadura y confesaron, celosos: “A nosotros nos llamó el juez para prevenir cualquier tipo de incidentes, pero los que están adentro no son de la Bonaerense, son de la Federal, porque éste es un juzgado federal y son ellos los que van a trasladarlo”.

Al rato apareció una chica con una bandeja de medialunas para repartir entre los periodistas y la temperatura empezó a subir. Nadie hacía anuncios y hasta los policías se aburrían de poner cara de serios. Frente al juzgado, apostados bajo un cartel que anunciaba la venta de una importante propiedad que funcionó como local del PJ, dos señores especulaban con el futuro del imputado: “Televisión, minas, comida, chupi... Para estar preso así, prefiero irme a la cárcel con él”. El enojo tenía su fundamento, hasta los policías no dudaban de que Rico iría a algún sector vip de Campo de Mayo, para evitarle “el mal trago de estar con presos comunes”.

“¿Quién carajo se cree que es este tipo? Ya me pudrí, nos vamos”, gritó el movilero de un canal de noticias y dio indicaciones a las dos camionetas para emprender la vuelta. Eras las 14 y el resto de los periodistas esperaba el recambio. El viejo amigo de Rico entró junto con el pibe que llevaba los sandwiches y las gaseosas para el imputado. De a ratos, salía algún conocido del ex intendente de San Miguel, generando el conocido efecto “avalancha”. Ya anochecía cuando Moreira decidió dar por terminado el show: “Teníamos abundantes pruebas de descargo –se envalentonó–, el juez entendió que el señor Rico siempre ha estado de acuerdo a derecho y por eso ya mismo resolvió su situación procesal y dispuso la falta de mérito”.

Informe: Emilio Ruchansky.

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