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En todas las hipótesis, más días pasan, más aumentan los riesgos

Los investigadores judiciales y policiales hicieron un rastreo de todas las llamadas realizadas en la zona donde vive Jorge Julio López y del entorno del represor Miguel Etchecolatz. Hasta el momento no encontraron ningún indicio. No descartan que el paradero se deba a un estrés psicológico.

 Por Raúl Kollmann

El fiscal Marcelo Martini y los investigadores del Ministerio de Seguridad bonaerense hicieron un análisis de todas las llamadas realizadas en la zona donde vive Jorge Julio López en las horas previas a su desaparición. Además, estudian el entorno del condenado represor Miguel Etchecolatz para ver si de allí puede surgir alguna pista que permita esclarecer el caso del albañil. Más allá de estas vertientes, los hijos de la víctima y los propios investigadores consideran como muy probable que López haya sufrido un estrés psicológico a raíz del juicio contra Etchecolatz y que se encuentre en algún lugar de la provincia de Buenos Aires o el interior, tal vez junto a un grupo de vagabundos. El problema más grave es que sea cual fuere la hipótesis cierta, con el correr de los días los peligros de un mal final van creciendo.

La utilización del sistema VAIC permite rastrear todas las llamadas de celular en una determinada zona en un determinado horario. Eso es lo que se hizo respecto del área en la que vive López y con el listado de llamadas producidas en la mañana del lunes 18. Con esa información, se verifica quiénes son los titulares de los celulares y, sobre todo, si hay aparatos, carcasas o chips denunciados como robados. De esa pesquisa, hasta anoche no surgió ningún resultado, o sea que no se detectaron llamadas que pudieran ser tomadas como sospechosas de haber sido hechas por una especie de grupo comando que estuviera al acecho. La otra investigación en curso es la revisión de quienes visitaron a Etchecolatz y de los que tradicionalmente tenían relación con el homicida y torturador.

En forma paralela, los investigadores judiciales y policiales encaraban un rastreo entre distintos grupos de vagabundos. Un reconocido integrante del Poder Judicial, que mantuvo una estrecha relación con López, lo acompañó varias veces a reconocer lugares en los que hubo centros clandestinos de detención. En esas recorridas advirtió dos cosas: que López tenía trato con personas sin techo, linyeras, y que obsesivamente buscaba detalles, lugares relacionados con su detención y se abstraía durante horas y horas en esa búsqueda.

Uno de los hijos de López, Gustavo, le dijo a este cronista que se imaginaba a su padre “vagando, tal vez asustado, escondido, ausente con algún linyera”. A esta hipótesis se suma el hecho de que no exista rastro de violencia en la desaparición, ya que el lunes 18, el testigo clave se puso borceguíes, en lugar de las zapatillas que solía usar; no tiró hacia adentro de la casa la llave, como lo hacía invariablemente y se llevó un pequeño cuchillo. Su familia también encontró escritos de los últimos días antes de la desaparición, una especie de diario, en el que mostraba un notorio desorden mental, al punto de que –tal como adelantó este diario el domingo– en el texto aparecen mezclados nombres de represores con delanteros de Gimnasia y Esgrima La Plata.

En cualquiera de las dos hipótesis el tiempo juega en contra. Si hubo un secuestro o una venganza, parece difícil que un grupo comando lo mantenga tantos días en cautiverio: lo más probable es que ya hayan ejecutado su represalia. Si, como cree su familia y la mayoría de los investigadores, está vagando, tal vez refugiado con linyeras, también el peligro de un accidente o una enfermedad crece con el correr de las horas.

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La foto de Jorge Julio López fue pegada en la luneta de los patrulleros de la Policía Federal.
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