[cerrar]

Comparta esta nota con un amigo

E-Mail de su amigo
Su nombre
Su E-Mail

Por Alfredo Leuco

- "Si algo va a cambiar en Brasil... va a cambiar a partir de los obreros metalúrgicos del ABC" (Lula, en 1979, arengando a una multitudinaria asamblea de su sindicato).

- " Si usted no cambia... Brasil no cambia" (Chico Buarque, en 2002, como cierre de un spot de campaña electoral del PT).

@En 23 años Lula mantuvo intacta la apasionada voluntad política de cambiar un país injusto a través de las distintas formas y etapas de la militancia. Desde aquel lenguaje casi de manual marxista, colocando al proletariado industrial concentrado como partero de la historia, hasta la actualidad de la sociedad mediática con una estética marketinera aportada por el publicista Duda Mendonça, el video Lula, el compañero presidente permite palpitar toda esa evolución que en el campo ideológico hizo que Lula pasara de ser un lustrabotas hijo de padres analfabetos, una lavandera y un estibador, a ser el presidente de Brasil, la octava potencia económica del mundo. De entrada nomás, la entrañable voz de Gilberto Gil mucho antes de ser ministro de Cultura le canta a Lula eso de "Yo sufrí, pero aquí llegué". Es un himno a su conmovedora partida del pueblito de Caetés en el desierto de Pernambuco y su éxodo, un viaje de 13 días casi a pan y agua, como "pau de arara" es decir hacinados en camiones como loros, como animales.
Lula emociona cuando se quiebra en lágrimas cada vez que habla de sus afectos más profundos. Del sacrificio para criar sola 8 hijos de doña Lindu, su madre heroína; de María Lourdes, su primera esposa que murió con su primer hijo en las entrañas horas antes del alumbramiento; de Marisa, su actual compañera y pilar de su vida y cuando frente a un océano humano que aclama su arrasador triunfo en las urnas, Lula dice: nadie, nunca más se olvidará de la clase obrera.
Hay algunas definiciones producidas por Lula en filmaciones en blanco y negro de noticieros de fines de los '70 que permiten conocer al pie de la letra su pensamiento estratégico. Por ejemplo, acerca del único dogma que dice tener: la democracia. Luego de salir de las cárceles de la dictadura Lula le dice a un periodista: "No puede haber democracia si un ciudadano come 5 veces al día y otro ciudadano pasa 5 días sin comer". Esa es una de las caras de la moneda democrática que Lula viene haciendo correr entre los 53 millones de pobres para los que ordenó diseñar especialmente su plan-insignia llamado "Hambre Cero". La otra cara tiene que ver con la tolerancia y la posibilidad de expresar la diversidad de etnias, religiones y calamidades sociales que dan forma y perfilan a Brasil. Esa capacidad de convivir en el disenso pero en paz (sin romper todo cuando le toca perder) es lo que Lula propone cuando habla de democracia y es lo que viene practicando puertas adentro del Partido de los Trabajadores desde su fundación.
El video documenta revelaciones increíbles como el relato de Lula contando que la primera vez que se le ocurrió la idea de crear un nuevo partido fue en una mesa redonda organizada por el gremio de los petroleros y, a su lado, compartiendo la actividad, estaba nada más y nada menos que un tal Fernando Henrique Cardoso, quien con el tiempo lo derrotaría en dos elecciones consecutivas pero finalmente (la tercera es la vencida) terminaría entregándole el poder y el sillón del Planalto.
O las imágenes de un Lula familiero, jugando al truco o a la pelota con su nieto Tiago y sacando pecho con una feijoada para chuparse los dedos y por la que puede autoelogiarse: "Soy un buen cocinero". Y el humor que siempre está presente en su discurso esperanzado. Al final de un partido de fútbol, después de soportar estoicamente la marca de Chico Buarquebusca excusas para su mala actuación y acusa al técnico de "ser demasiado izquierdista porque me hizo jugar lejos de mis compañeros".
Lula abre su corazón y confiesa que el manjar de su infancia, su caviar, era un pedazo de pan con mortadela. Y que intentó seducir a Marisa con una picardía, haciendo caer del escritorio su documento que mostraba que él también era viudo igual que ella, pero que fue tan torpe que Marisa descubrió la maniobra. Vale la pena conocer cada momento importante de su epopeya personal y el fenómeno del partido de izquierda más grande de América latina. Desde la huelga metalúrgica de 41 días, la más importante en la historia de Brasil, hasta la cuestionada pero eficaz triple alianza con José Alencar, un poderoso empresario textil, dirigente de un partido de centro derecha y además integrante de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
Aparece el Lula que hablaba de no pagar la deuda externa y en contra de los burgueses y el Lula que recorre más de 600 ciudades y pueblitos de toda la geografía de su país para sentir en carne propia los padecimientos de los campesinos sin tierra y los indios que están afuera de todo, para escuchar sus demandas y para nutrirse con sus ilusiones y su coraje. Hay una asamblea en un pueblito perdido en medio de la selva y Lula pide que levante la mano el que esté sin trabajo. Y la respuesta hace correr un frío por la espalda. Porque todos los participantes levantan su mano.
Lula ha llegado a la presidencia de Brasil para sacudir los cimientos de la vieja política, para triturar el prejuicio de que sólo un abogado o un egresado de Harvard puede gobernar un país. Para salir al cruce del discurso único que instaló el neoliberalismo y para convertirse junto a su pueblo y su país en la locomotora que empuje la región hacia formas más solidarias de democracia y hacia horizontes de mayor independencia y libertad.