ESPECTáCULOS

“En Europa, el cine latinoamericano es aún más buscado que el asiático”

La holandesa Ilse Hugan quiere concretar con el “Buenos Aires Laboratory” un nexo entre productores y realizadores independientes.

 Por Mariano Blejman

La holandesa Ilse Hugan está acostumbrada a ver cine: es una especie de nexo entre productores y realizadores independientes. Estuvo en el Festival de Cine Independiente (Bafici) y se quedó después en Buenos Aires para consolidar el nacimiento de BAL (Buenos Aires Laboratory) para el 2004. La holandesa es representante de la Hubert Bals Fund (del Festival Internacional de Rotterdam) que se encarga de reunir a productores comerciales del Primer Mundo con realizadores que buscan hacer cine y jamás llegarían a ellos por cuenta propia. Ahora será la coordinadora general del BAL junto a Flavia de la Fuente. Hugan lleva más de una década haciendo ese trabajo para el Festival de Rotterdam, uno de los más prestigiosos en materia de documentales y cine independiente. Y por pedido de Quintín, director del Bafici, implementó la incubadora en la Argentina.
En la entrevista con Página/12, Ilse Hugan analiza cuál será el rol del BAL y se pregunta qué significa el cine latinoamericano y qué tiene de nuevo para aportar al panorama mundial: “Es el turno del cine latinoamericano”, asegura Hugan. Y sabe de lo que habla. Además de ser traductora de francés e italiano, comenzó haciendo subtitulados para la Cinemateca de Amsterdam, pero ahora forma parte del comité de selección de los proyectos que serán revisados durante el Festival de Rotterdam. Y además se dedica, por su cuenta, a la distribución de documentales independientes por toda Europa.
–¿Cómo funciona la incubadora en Holanda?
–Nosotros intentamos juntar unos 800 invitados con 45 productores internacionales que buscan hacer cine independiente. Durante el Festival de Rotterdam se realizan unos 7 mil encuentros con realizadores de todo el mundo, a quienes les costaría muchísimo llegar. Vienen de lugares tan disímiles como Hungría, Corea, Alemania, entre muchos otros. Después de esos encuentros se producen, con un poco de tiempo, asociaciones comerciales. Y en varios casos los encuentros terminan siendo películas.
–¿Cuánto interesa el cine latinoamericano en Europa?
–Hay un amplio mercado para el cine independiente. Francia, Alemania, Holanda, por ejemplo, son países que consumen un cine diferente, que buscan historias por fuera de los circuitos comerciales habituales, dominados por los estadounidenses. Muchas televisoras necesitan contenidos que se diferencien de Hollywood.
–¿El cine latino ocupa un espacio similar al de Asia?
–Podríamos decir que hoy el cine latino es aún más buscado que el asiático. Se trata de alguna clase de moda. Hace 15 años había más interés por las películas chinas: ahora es el turno de América latina. Hay una generación de nuevos realizadores, que sale principalmente de la Argentina con historias novedosas: Mundo grúa, Pizza, birra, faso, La Libertad, El bonaerense o Sábado caen muy bien en algunos países de Europa.
–¿Por qué sucede ese fenómeno?
–Son películas que no están manipuladas. Son historias simples, que vienen del corazón, no tienen clichés estadounidenses, y a la vez revelan cosas algo más profundas de lo que se ve en superficie. Los realizadores buscan contar historias que para nosotros son nuevas y creativas con modos diferentes de contar. Eso es lo valioso. Si bien tienen elementos en común, tampoco es lo mismo el cine argentino que el mexicano o el brasileño o el colombiano.
–¿Los países periféricos tienen estilos diferentes?
–Nosotros hablamos de países del “sur” para no hablar de países “desarrollados” o “en vías de...”. En el sur, hay trabajos interesantes tanto en la India, en Senegal, en Brasil o en la Argentina. Después de muchos años de analizar cine de todo el mundo, uno empieza a ver las diferencias entre los distintos países y a observar también que cada país tiene su forma de filmar: por la técnica, por la luz, por los colores, por la manera de mirar una situación. Se reconocen sellos más allá de los directores.
–¿Cómo encontró la situación argentina?
–Aquí hay un nuevo movimiento para películas locales. Creo que aquí (a diferencia de Europa) la gente tiene ansias de hacer muchas cosas. Si comparo con Holanda, por ejemplo, allí hay mucha menos actividad que aquí, y eso sí es estructural e influye en la producción general. No puedo decir que la crisis haya influido en las ganas de la gente de hacer cosas, pero sí es cierto que cuanto más cosas pasan, más ganas tiene uno de contarlas.
–Eso se aplica más al género documental.
–Sí, eso sucede fundamentalmente en lo documental. La ficción tal vez no tenga esa influencia tan directa de la crisis.

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Hugan trabaja también para el Festival de Rotterdam.
“Ahora llega el turno del cine de América latina”, señala.
 
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