ESPECTáCULOS › HOY SE ENTREGA EN ESTOCOLMO EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA

El Olimpo de los escritores vivos

El peruano Mario Vargas Llosa y el sudafricano J. M. Coetze son algunos de los candidatos, pero la Academia suele reservarse una sorpresa. El ganador se llevará 1,2 millón de dólares.

Las instancias previas a la consagración de un Premio Nobel suelen representar esquemas especulativos similares: un par de candidatos que se barajan desde hace años y, como contrapartida, la posibilidad de alguna sorpresa, un tapado de esos que, de la noche a la mañana, irrumpen en el Olimpo de las letras. La Academia Sueca anunciará hoy el nombre del premio Nobel de Literatura de 2003, al que aspiran las figuras habituales, como el peruano Mario Vargas Llosa o el sudafricano J. M. Coetze. También se menciona a los estadounidenses John Updike, Don DeLillo, Thomas Pynchon, Joyce Carol Oates o Philip Roth, al sueco Tomas Transtromer, y en las listas de posibles ganadores nunca falta el portugués Antonio Lobo Antunes. Quienes especulan con que desde 1996 (cuando ganó la polaca Wislawa Szymborska), no se premia a una mujer, apuestan algunas fichas a la canadiense Margaret Atwood.
La ley no escrita de la rotación geográfica hace esperar que, como el año pasado la distinción fue para el húngaro Imre Kertesz, este año sea para un escritor no europeo. Vargas Llosa, a quien su novela de juventud La ciudad y los perros convirtió desde muy pronto en un eterno candidato, ya ha alcanzado, con más de 65 años, la edad en la que la Academia Sueca suele premiar a los escritores por la obra de toda su vida. Además, su militancia política y su candidatura a la presidencia peruana ya están lo suficientemente lejos como para que el otorgamiento del galardón se pudiera ver como motivado por razones puramente literarias. Otra razón que podría hablar a favor de Vargas Llosa es que publicó una de las novelas más interesantes del último año, El Paraíso en la otra esquina.
En esa novela, recurriendo a la técnica del monólogo interior, recrea las vidas de la luchadora social Flora Tristán y su nieto, el pintor Paul Gauguin, a las que convierte en símbolo de la búsqueda desesperada y siempre frustrada de la utopía.
Si la Academia Sueca, a la hora de tomar su decisión, hubiera considerado esta novela de Vargas Llosa, estaría respondiendo a parte de las indicaciones dadas por Alfred Nobel en su testamento al establecer el premio. En el terreno de la literatura, Nobel indicó que el premio debía ser para aquel que en el año precedente hubiera creado la “obra más destacada en una dirección ideal”. Eso trajo discusiones desde el comienzo, puesto que no hay un criterio universal para definir el valor de una obra literaria y, además, porque en su testamento Nobel no aclaró qué significaba para él una obra destacada “en una dirección ideal”. Inicialmente, se tomó la palabra ideal como “idealista” con lo que, a comienzos de siglo, se rechazaron las obras y los autores que tenían ecos del realismo y del naturalismo. Posteriormente se fueron adoptando otras interpretaciones de la palabra “ideal” e incluso hubo un momento, a partir de 1946, en que se quiso hacer una analogía con los galardones en ciencias naturales y se empezó a premiar a autores especialmente innovadores que abrían nuevos horizontes a la literatura. Antes, en la década del ‘30, se había hecho hincapié en el “beneficio para la humanidad” –que estableció Nobel como uno de los criterios para los premios en ciencias naturales– lo que llevó a la Academia a premiar a la ya olvidada Pearl S. Buck y no a Virginia Wolff.
Otra tendencia ha sido, a partir de 1978, la de aprovechar el renombre del premio para llamar la atención “sobre literaturas y autores importantes que son poco tomados en cuenta”. Ese criterio abrió la rotación geográfica que fuerza a la Academia Sueca a alejar, de vez en cuando, sus ojos de Europa. El último Nobel para un hispanoamericano fue a parar a manos de Octavio Paz en 1990.
El caso de Coetze, autor de complejas y desgarradoras novelas sobre la Sudáfrica posterior al apartheid, es distinto porque su obra es muy diferente a la de Nadine Gordimer, la única galardonada sudafricana hasta ahora, que recibió el premio en 1991. El primer lugar, el tema de la obra de Gordimer es el apartheid, que en las principales novelas de Coetze ya es cuestión del pasado. Además, la obra de Coetze es de una complejidadmucho mayor, lo que muchas veces lo lleva a ser menos “políticamente correcto” que Gordimer. Además de Coetze y Vargas Llosa, hay algunos estadounidenses, como John Updike, Don DeLillo o Philip Roth, que deben ser considerados en las quinielas. Si no se cumpliera la ley de rotación geográfica, podría ser el turno del portugués Antonio Lobo Antunes, otro de los eternos candidatos. Pero si se cumpliera, hay analistas que creen que no sería extraño que se distinga a un escritor del ámbito árabe: se habla sobre todo del libanés Adonis (seudónimo de Ali Ahmad Said Esbir), aunque también circula el nombre de la argelina radicada en París Assia Djebar. Los premios Nobel están dotados con diez millones de coronas, poco más de un millón de dólares, condimento válido para potenciar las intrigas.

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Vargas Llosa es un viejo aspirante al máximo premio literario.
 
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