ESPECTáCULOS › CLAUDIO VILLARRUEL, GERENTE DE CONTENIDOS DE TELEFE, HACE SU DIAGNOSTICO DEL MEDIO

“La TV ya no es sólo el ámbito de los poderosos”

Es sociólogo y hoy estrena un corto experimental, pero ante todo Villarruel dirige el destino artístico de una emisora que sigue siendo líder. Aquí analiza los cambios del canal, en un contexto social que obligó a la TV a replantearse todo.

 Por Emanuel Respighi

La pantalla de Telefé estuvo históricamente ligada a la familia. Con una programación de telenovelas románticas, comedias y entretenimientos, se consagró como el canal más visto –con algún traspié temporal– desde hace casi dos décadas. Desde hace poco más de un año algo empezó a cambiar. El departamento de noticias salió de su ostracismo hasta entregar tres ediciones diarias de información. “Ser urbano” e “Historias del crimen”, dos periodísticos que volverán en 2004, aportaron un contenido insospechado para el perfil cultivado por años. En materia ficcional, con ciclos como “Disputas”, “Resistiré” o “Los simuladores”, la emisora se animó a transitar nuevos caminos. El resultado no pudo ser mejor: Telefé se afianzó en 2003 como canal líder, estirando la ventaja respecto al 13.
Detrás del cambio está Claudio Villarruel, director de contenidos y programación. “De mis cuatro años aquí, no tengo dudas que éste fue el mejor”, confiesa a Página/12. “Sin perder el valor de liderazgo, introdujimos contenidos diferenciales. Podíamos repetir fórmulas, pero nos jugamos a arriesgar y salió bien. Derribamos el prejuicio de que en Telefé sólo pueden convivir determinados formatos y contenidos: hoy es una matriz sólida en la que conviven toda clase de contenidos, desde documentales hasta “Disputas”, un programa jugado para lo que era Telefé”, remarca el sociólogo egresado de la UBA, amante del cine francés y el teatro under, que esta tarde estrena un cortometraje experimental en el Festival de Cine y Video Latinoamericano de Buenos Aires (ver aparte).
–Resulta extraño que un sociólogo, con inclinaciones artísticas por fuera de la industria, maneje los hilos del canal líder...
–No es una contradicción. Mi curiosidad me lleva a estar estimulado por variadas señales artísticas. Yo le tengo mucho respeto a la TV como fenómeno cultural de masas. Lo analizo mas allá del rating. En mi cerebro puede convivir la TV con Abbas Kiarostami. No soy prejuicioso ni elitista. Creo que uno puede aportar con su background un granito de arena para que la TV optimice y mejore sus productos. Se pueden modificar los contenidos.
–Sin embargo, uno repasa la programación y no observa un tipo de producción cultural fuera de la industria.
–Es que determinadas obras no coincidirían en ningún canal del mundo. Salvo en la BBC 2, paradigma de la TV cultural. No pueden estar porque son obras muy específicas, que no tienen códigos televisivos. La TV es un medio masivo. Uno no puede programar una película de Lars Von Trier a las 21 porque no la verá nadie. Hubo un cambio muy fuerte en los contenidos y en la forma de contar las cosas. Pero, en el fondo, la TV es entretenimiento masivo. Si se quiere disfrutar de algo que tiene que ver con el gusto individual, hay que ir al cine, comprar un libro o alquilar una película. Mi cabeza se divide entre mis gustos personales y mi trabajo. Pero si hubiera un canal que no tenga como objetivo el lucro sino la difusión cultural, creo que se podría formar la demanda cultural.
–La TV acostumbró al público a ver programas que no encajarían en la tradición: “Tumberos”, “Disputas”, “Pabellón 5”, “Kaos”...
–La relación con el público es de una retroalimentación positiva constante. Hay feedback, interacción. Obviamente que para poner al aire una película de Patrice Leconte, habrá que invertir mucho tiempo y dinero para que haga 15 puntos de rating. Venimos de una cultura de una TV muy americanizada, muy competitiva. Se pueden formar preferencias y mostrar otras cosas. Pero no hay que olvidar que es un negocio, con un dueño que quiere dinero. Hay que generar la mayor rentabilidad con el mejor producto. Tenemos un proyecto para el primer intento real de un canal comercial de emitir un ciclo cultural. Canal (á) es un medio cultural muy bueno, pero sesgado a un público muy específico.
–¿Y Canal 7 no debería suplir ese vacío?
–El 7 no es como la TV pública de EE.UU. o Inglaterra, donde hay mucho dinero, donde la cultura es un valor en sí mismo, donde no tienen nuestros apremios. En la situación nuestra, creo que los gobiernos primero deben invertir en educación y alimentos, y luego en medios culturales estatales.
–¿Qué opinión le merece la denominada “TV marginal”?
–Lo más interesante de estos programas es que es un fenómeno netamente argentino, que va contra la teoría de la globalización de los contenidos artísticos. Es un fenómeno que no responde a una tendencia universal. La marginalidad en TV es producto de una sociedad que quiere pensarse a sí misma, producto del declive social. Hay un 50 por ciento de pobreza: no son problemas personales sino estructurales. Nuestros vecinos se mueren de hambre y tienen que salir a robar. La TV supo captar, como decía Raymond Williams, la “estructura de sentimiento” de la época: una racionalidad que está emergiendo y que es la necesidad de pensarse, después de todas las atrocidades que vivimos de la dictadura hasta acá.
–¿Una sociedad que también replanteó los contenidos televisivos?
–La TV detectó que la marginalidad es un fenómeno social. ¿Qué argentino no tiene un amigo desocupado que se las rebusca como puede? La crisis hizo salir a flote a una sociedad que se gesta desde hace años. La TV tomó la demanda del público de verse reflejado en un lugar poderoso. En este sentido, la TV es el instrumento de la posmodernidad: quien sale en la TV tiene poder, para ganar una elección los políticos deben estar horas en pantalla, la Justicia actúa por denuncias televisivas. Que la gente vea reflejada su problemática en TV genera otra relación: antes era ámbito de los famosos, los poderosos, lo glamoroso. Ahora le da cabida a la gente, asume su identidad. Por eso el alto rating de estos programas. “Historias del crimen”, “Kaos”, “No matarás”, “Disputas”, “Okupas”, “Ser urbano”, “Tumberos” o “Sol negro” muestran la sociedad oculta durante años, en la TV y a los ojos de la sociedad. Ahora convive lo glamoroso y lo cotidiano.
–Pero tampoco la TV es esencialmente benévola: la marginalidad tiene rating.
–Los medios detectaron una demanda y la trabajaron. Hay que ver hasta dónde llegará. Los programas “marginales” conviven con formatos clásicos. Funcionan y dan rating, pero también la TV es un registro de una sociedad. Si se quiere conocer una sociedad hay que prender la TV y poner el canal más visto. Si viene un extranjero y pone la TV argentina se lleva un pantallazo de la composición actual de la sociedad: hay un ciclo como “Trato hecho” con mucho rating, lo que dice que somos un país bastante timbero; hay muchos programas de fútbol, lo que habla de que somos una sociedad futbolera; una gran cantidad de periodísticos y noticieros que hablan de un país que está en transición y se replantea los supuestos básicos que lo llevaron a una identidad que ya no quiere. La TV, más allá de sus formas, habla de la sociedad.
–En estos días el rating volvió a ser cuestionado. ¿Qué opinión tiene acerca del sistema de medición del rating actual?
–Yo siento que la TV vive de los anunciantes. Por lo tanto, lo que digan los anunciantes a través de la CCMA es lo que yo apoyo. Son ellos los que deben creer en el rating para pautar publicidad en tal o cual canal. En todo el mundo, el rating únicamente marca tendencias: no es un dato exacto. También creo que hay que hacer buenos programas.
–¿Qué rol jugó la competencia y el rating en este cambio?
–La competencia hace crecer y estimula a hacer mejor las cosas. Cuando nos ponemos a trabajar en un proyecto, solo pensamos en el producto. Lo importante es que uno tenga un buen programa. Si el rating será bueno o no depende del azar. Siempre que sea leal, en la competencia se crece.
–¿Y en el país se compite lealmente?
–Sí, yo tengo una relación muy buena con los que están al frente de los canales. Los respeto y me siento respetado. Hay un cambio generacional quehizo bien. Podemos sentarnos todos a hablar, tomar una copa y salir cada uno a hacer lo suyo. Todos queremos ganar, pero uno también sabe que el público va y viene. El rating es la confirmación de un trabajo, nada más.

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Villarruel sostiene que el estado de las cosas en la sociedad obligó a cambiar la óptica televisiva.
“Derribamos el prejuicio de que en Telefé sólo pueden convivir determinados contenidos”, dice.
 
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