ESPECTáCULOS › “EXTERMINIO”, UN ALUCINADO EXPERIMENTO DE DANNY BOYLE

Monos con navaja, cine de terror digital

El film del director de “Trainspotting” arranca con la idea del vampiro, pero pronto se sumerge en una pesadilla paranoica que representa varios terrores del mundo moderno, subrayados por el uso de video.

 Por Horacio Bernades

La primera película de terror de la era digital: eso sería Exterminio, de no haber existido antes un experimento llamado The Blair Witch Project. Limitada hasta ahora su utilización a los arrabales más oscuros o vanguardistas del cine arte (desde cualquier documental casero hasta las películas del Dogma danés), ésta es posiblemente la primera vez en que la tecnología del video digital se aplica a una película que tiene pretensiones de espectáculo.
Esa aparente inadecuación le sienta muy bien a Exterminio, ya que Danny Boyle (manchesteriano importado por Hollywood tras el superéxito de Trainspotting, y expulsado de allí luego de los superfracasos de A Life Less Ordinary y La playa) supo aprovechar con gran habilidad la textura granulosa y procesó la imagen de modo de modo de disgregar el movimiento ante panorámicas o travellings demasiado rápidos, para comunicar al espectador un perceptible malestar visual y hasta físico. Este se suma así a la sensación –muy propia del formato– de estar asistiendo a una filmación “en vivo”. El malestar se experimenta ya ante las primeras imágenes, casi surrealistas, en las que se ve a un mono amarrado a una mesa de operaciones y obligado a ver episodios de caos y violencia, transmitidos por noticieros de televisión.
Antes de que el espectador pueda hacerse una composición de lugar, en el laboratorio irrumpe un grupo de militantes ecologistas, armados hasta los dientes y provistos de pasamontañas. Y por lo visto, más peligrosos que monos con navaja, ya que liberarán a la monada sin hacerle caso a un desesperado médico, que les advierte que todos los simios han sido inoculados con el virus de la rabia (el hecho de que esto se logre contemplando por televisión las peores acciones humanas es altamente sugestivo). El virus se contagia a velocidad pasmosa y a través de la sangre. En cuanto les abren las jaulas, hasta el último chimpancé salta a puro chillido y mordisco, armando un desparramo. Tras lo cual, la primera víctima humana saldrá a su vez en busca de más hemoglobina.
¿Variante aggiornada del clásico film de vampiros? Sólo en parte: a diferencia del solitario colmilludo, los furiosos infectados de Exterminio –los ojos inyectados en sangre y el gruñido siempre a mano– andan en patota, como siempre les gustó a los zombies del cine. Primer guión original con la firma de Alex Garland (autor de La playa), Exterminio pone en escena un clásico escenario apocalíptico. Como en Soy leyenda, de Richard Matheson, un único sobreviviente (a quien luego se le sumarán algunos más) intentará seguir vivo en un mundo diezmado, en el que cada tanto irrumpen feroces hordas de infectados. Por haber estado en coma, un camillero llamado Jim (Cillian Murphy) se mantuvo a salvo de las consecuencias del virus letal. Este se extendió primero por todo Londres, luego por el resto del país, y vaya a saber si no cruzó el Atlántico o el Canal de la Mancha. A Jim se le unirá Selena, guerrera pragmática que parece salida de una película de John Carpenter (la morocha Naomie Harris,excelente). El grupo se completa con un hombre (Brendan Gleeson) y su hija adolescente (Megan Burns).
Todos ellos atravesarán Inglaterra, dirigiéndose hacia un cuartel militar que podría representar la salvación, si no fuera porque el realizador de Exterminio es el mismo que dirigió ese himno a la crueldad humana que fue Tumba al ras de la tierra. Aquí se llega hasta la ejecución de seres queridos. Lo cual, es verdad, es toda una tradición del género de zombies. Decididamente negra, Exterminio es como una gran pesadilla paranoica en la que se refleja un buen número de terrores de la civilización, desde el sida hasta el SARS, pasando por la fantasía siempre presente de la aniquilación total. Pero lo hace a través de un filtro onírico: véanse las escenas –como salidas de un mal y bello sueño– en las que Jim recorre media Londres en busca de un signo de vida, y lo único que encuentra son calles vacías, cadáveres, desperdicios y autos y teléfonos que no funcionan. O va a parar a una iglesia en la que el cura no se comporta muy cristianamente que se diga.
Como toda película de terror que merezca su nombre, Exterminio nunca deja de preguntarse qué mostrar y qué no, cuándo y cómo hacerlo. Boyle alterna momentos de shock con tiempos de reposo, logra espeluznar gracias al sonido dolby y los crescendos musicales del grupo Godspeed You Black Emperor y fragmenta el espacio en cada tiempo fuerte, de modo de escamotear imágenes y lograr que el espanto tome forma en la cabeza del espectador, antes que en el rectángulo de la pantalla. Como debe ser.

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Boyle juega con imágenes surrealistas, como una Londres absolutamente desierta.
 
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