ESPECTáCULOS › “(CODIGO POSTAL)”, DEBUT DE ROBERTO ECHEGOYENBERRY

Imágenes de un viaje agotador

 Por Horacio Bernades

Rutas patagónicas, 16 mm, blanco y negro, vacío, abulia y Federico Esquerro, actor de Mundo grúa y Sólo por hoy. (código postal) parecería reunir todo aquello que sus detractores imaginan que el Nuevo Cine Argentino es. O no es. A todo ello –que da la impresión de haber sido extraído de un Manual básico para nuevos cineastas argentinos– la opera prima de Roberto Echegoyenberry le suma algo que el Nuevo Cine Argentino nunca fue ni será: un carácter de tarjeta postal filmada, que sus personajes contemplan reiteradamente. Aunque nunca se sepa qué sentimientos les despierta la postal contemplada.
En caso de haber alguna novedad, ésta reside en la inversión del desplazamiento que suele darse en las películas patagónicas: aquí, el protagonista no va hacia, sino que viene de. Nativo de Tierra del Fuego, un día Federico (Esquerro, que en Mundo grúa hacía de hijo del Rulo) les anuncia a sus padres que se va a Buenos Aires, a probar suerte con la música. “Si vos nunca tocaste”, le dice el padre, dando la sensación de que el chico sí tocaba, pero él no lo oía. Más adelante, cuando uno se entere de que lo único que el muchacho dice saber tocar es el bongó, quedará flotando el pálpito de que el padre tenía razón. (código postal) (¿por qué ese título, escrito así además?) consiste en el viaje en auto que Federico emprende rumbo a Buenos Aires, a través de unas rutas patagónicas más interminables que nunca.
Los hechos son escasos y, como en toda película de caminos, episódicos. Federico sube al auto a una chica llamada Natalia (Natalia Hernández) y la lleva hasta San Martín de los Andes, donde aquélla espera encontrar trabajo. A su vez, a Federico lo clava un deudor en Esquel y le roban los bongoes en un camping. Con lo cual apostará todas sus esperanzas de subsistencia a la posible venta –en la Buenos Aires del corralito– de las fotos que les saca a los paisajes patagónicos, a las que él llama “postales”. Tras escudarse durante kilómetros y kilómetros en un laconismo acérrimo, Natalia le contará al compañero de viaje sus penas matrimoniales y esta confesión dará lugar a una historia de amor entre ambos. Y allí va terminando la cosa, sin que Echegoyenberry decida jamás un punto de vista con respecto a lo que cuenta. ¿Federico es un muchacho digno de piedad o un imbécil hecho y derecho? ¿Sus dudas y torpezas al hablar y sus bloopers orales son del personaje o del actor?
Así sucesivamente: ¿por qué Natalia, que parece más inteligente (o tal vez la inteligente sea la actriz, que es de lo mejor del film) no le dice claramente la razón por la cual no pueden seguir juntos? ¿Qué es lo que intentan comunicar las tomas de lagos, glaciares, montañas nevadas, ríos, rápidos, cascadas, amaneceres, atardeceres y anocheceres? ¿Una comunión con la naturaleza o una disociación con respecto a ella? ¿Esos paisajes se filmaron por lindos, imponentes, ajenos o simplemente porque estaban ahí? Convendría hacer una pregunta más de fondo: ¿qué sentido tiene filmar abúlicamente a gente abúlica, más allá de querer contagiarle abulia al espectador?

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