ESPECTáCULOS › MAÑANA CON PAGINA/12, EL PRIMER DISCO QUE GRABO MERCEDES SOSA

La Voz ya estaba ahí, en todo su esplendor

Grabado en 1961, con un repertorio que incluía temas de Oscar Matus y Armando Tejada Gómez, “Mercedes Sosa” es un disco de colección que deja entrever a cada instante lo que esa artista se traía.

Por Claudio Kleiman

El primer disco de Mercedes Sosa, aparecido en 1962 –que se publica mañana con Página/12– tiene una importancia que va mucho más allá de la escasa repercusión que obtuvo en su momento. No sólo marca el comienzo de la carrera de LA gran voz de la música popular argentina, sino que también representa los inicios del movimiento Nuevo Cancionero, que influiría de forma decisiva en el desarrollo de la canción argentina y latinoamericana.
Los comienzos de una leyenda son siempre apasionantes, ya que suelen albergar claves únicas para explicar por qué esa persona –en este caso, una artista– trasciende la dimensión de simple mortal para convertirse en el material con el que se construyen los mitos.
No estamos haciendo ningún descubrimiento si afirmamos que Mercedes Sosa es la cantante de música popular argentina más importante del siglo XX, y probablemente, junto con Carlos Gardel, los artistas de esta nacionalidad con mayor trascendencia internacional.
Ella está en el mismo panteón que las grandes divas de la canción del siglo XX, muchas de las cuales lamentablemente ya no están entre nosotros. Podríamos nombrar a Sarah Vaughan, Edith Piaf, Maysa Matarazzo, Elis Regina, Nana Moskouri, Amalia Rodrigues, Miriam Makeba, Gal Costa, Aretha Franklin, artistas que trascienden su género y origen para convertirse en embajadoras universales de la canción.
Estos años han sido para Mercedes especialmente pródigos en reconocimientos de todo tipo, luego de su vuelta a los escenarios en 1998, tras superar una enfermedad grave y misteriosa. Su producción discográfica reciente, el álbum de estudio Al despertar (1998), la nueva grabación de la Misa Criolla (2000) y el disco doble en vivo Acústico (2002), representan un retorno de la cantante a sus raíces folklóricas, a las que por supuesto nunca abandonó, pero que no ocupaban en su repertorio el lugar central que han recuperado en esta última etapa.
Justamente Acústico, un trabajo casi exclusivamente folklórico, se hizo acreedor a un Grammy Latino –otorgado en Miami– y es editado en todo el mundo a través de Deutsche Grammophon, el sello grabador alemán que es el más prestigioso del mundo de la música clásica. Esta compañía también publicará su próximo trabajo, junto a la pianista Martha Argerich.
Por eso, y por tantas otras cosas, resulta especialmente oportuna la edición que presenta mañana Página/12, un disco que es casi un descubrimiento antropológico (más acertado sería decir musicológico) prácticamente olvidado –tanto, que en muchas biografías de “la Negra” ni siquiera figura– y representa su primera incursión en los estudios de grabación. No sólo porque documenta los inicios de una enorme carrera, sino también porque presenta a la cantante como punta de lanza de un movimiento –por entonces embrionario, y hasta el día de hoy muy poco documentado–, que tendría una profunda influencia sobre la música argentina de raíz folklórica (primero) y sobre la canción popular latinoamericana (después).
El movimiento Nuevo Cancionero surgió en Mendoza a fines de los años ‘50, y aunque tenía otros exponentes, como el guitarrista Tito Francia, y adherentes (como el pintor Carlos Alonso, el novelista Antonio Di Benedetto y una larga lista de poetas, escultores, pintores), estaba asentado fundamentalmente en la verba caudalosa de un poeta, las melodías de un músico inspirado, y una voz que conmovía profundamente a quien la escuchara. Ellos eran Armando Tejada Gómez, Manuel Oscar Matus y Mercedes Sosa.
El Jardín de la República
El nacimiento de Haydeé Mercedes Sosa tiene un carácter doblemente simbólico: fue el 9 de julio de 1935, en la misma fecha y el mismo lugar, San Miguel de Tucumán, donde la Argentina declaró su Independencia en 1816. También, curiosamente, sólo un par de semanas después de que el más querido de los cantantes populares desapareciera consumido por las llamas de un trágico accidente de aviación en Medellín.
De familia humilde, Mercedes conoció la pobreza pero disfrutó en todo momento del cariño de sus padres, don Tucho y doña Ema. Cantó desde siempre, y también desde siempre se sintió atraída por las expresiones artísticas nativas, ya que aún adolescente enseñaba danzas folklóricas. Sus inicios se producen cuando –con el seudónimo de Gladys Osorio, para que no la reconocieran sus padres– se animó a participar de un certamen organizado por LV12 Radio Tucumán, y que por supuesto ganó. Interpretó una canción de quien Mercedes reconoce como su gran ídolo, la única mujer que alguna vez trató de emular: Margarita Palacios, y su tema “Triste estoy”. El otro gran admirado por Sosa era Antonio Tormo, de quien se nutrió para ir formando su temprano repertorio.
Algunos hechos poco conocidos de la temprana carrera de Gladys Osorio fueron su asociación con el Partido Peronista en ese entonces gobernante –solía cantar en actos partidarios–, su actuación en un circo –el de los Hermanos Medina, donde cantaba entre número y número– y una temporada en la radio cantando boleros en el conjunto de los Hermanos Herrera, cuyo director era Tito Cava, que después formó los Cavavengal.
Pero el gran sacudón en la vida de Mercedes se produce cuando conoce a Oscar Matus, un músico con un perfil de avanzada para la época –tanto en lo musical como en lo ideológico–, que componía canciones junto al poeta Armando Tejada Gómez. El flechazo fue instantáneo, y al mes de conocerlo se casó, con sólo 21 años, abandonando a un novio anterior con el que ya había fijado fecha para la boda. En ese mismo año, 1957, la pareja se muda a Mendoza, donde se empieza a gestar el Nuevo Cancionero. En una época en que el folklore comenzaba a asumir una popularidad sin precedentes, ellos proponían cambiar el eje de las canciones y trasladarlo de una temática de corte paisajístico y pintoresquista a otra que ponía el acento en el hombre y su entorno, sus luchas y esperanzas.
El Nuevo Cancionero
En diciembre de 1961 Mercedes Sosa graba para RCA Victor lo que sería su primer LP, que aparece en 1962, primero con el título La voz de la zafra, y más adelante como Canta Mercedes Sosa, ahora rescatado por Página/12. Contenía una serie de canciones que son las primeras surgidas de la asociación entre Matus y Tejada Gómez, como “El río y tú”, “Selva sola”, “Los hombres del río”, “Nocturna”, “La zafrera”, “Zamba de la distancia” y “La de los humildes”. Estas tres últimas, así como “Jangadero” de Ramón Ayala (otro compositor emblemático, autor de “El cosechero”), son temas que Mercedes volvería a grabar más adelante en su carrera. Ya en este trabajo, aún con una voz joven y un acompañamiento claramente identificado con la época, con detalles que resultan simpáticos desde una perspectiva actual (como la aparición de un grupo vocal, y en algunos temas, la participación de Víctor Buchino y su conjunto, que incluye... ¡guitarra eléctrica!), puede apreciarse la Sosa que todos conocemos, la cantante única y de sentimiento profundo, que hace suyas las canciones que interpreta.
Este primer disco pasó inadvertido en su momento, así como el siguiente, Canciones con fundamento, aparecido en 1965 para un sello independiente creado por Matus, donde ya estaba expresado con mucha más claridad el ideario del Nuevo Cancionero. Tejada Gómez lo definía de esta manera: “Fundado en Mendoza en 1963 por la nueva generación de autores e intérpretes de la canción popular argentina, cuyo objetivo es el de convertir el auge de la canción nativa en una toma de conciencia profunda y popular, desdeñando el costumbrismo fácil y el pintoresquismo folklórico de tarjeta postal, para que la canción responda a un auténtico ser y querer ser de nuestro pueblo y sirva de vehículo de comunicación verdadero entre cada región del país y de América, en esta hora de crecimiento incontenible de nuestra personalidad nacional. Porque el cancionero pertenece inalienablemente al patrimonio cultural del pueblo, y de los intérpretes y autores depende su desarrollo”.
Justamente, en 1963 el movimiento Nuevo Cancionero había hecho su presentación “oficial”, con un manifiesto dado a conocer en el Círculo de Periodistas de Mendoza. Pero habría que esperar a 1965 y la actuación de Mercedes Sosa en el Festival de Cosquín, presentada por Jorge Cafrune, donde con sólo una canción se metió al público en el bolsillo, lo que hizo que los medios nacionales se hicieran eco de su existencia. Al año siguiente aparece su primer LP para el sello Polygram (donde desarrollaría casi toda su carrera artística), llamado Yo no canto por cantar, con una tapa que incluía un hermoso retrato de Mercedes por Carlos Alonso. El resto es historia conocida.
Pero el movimiento Nuevo Cancionero, si bien pequeño y silenciado en un comienzo, tendría una importancia que se extiende en el tiempo y la geografía. Luego del desembarco de la pareja Matus-Sosa en Buenos Aires, su influencia creció rápidamente. Como relata la propia Mercedes a Rodolfo Braceli en su libro Mercedes Sosa-La Negra: “Detrás del Nuevo Cancionero se encolumnaron César Isella, Víctor Heredia, Ramón Ayala, Marián Farías Gómez, Los Trovadores, el Cuarteto Zupay, Luis Ordóñez, el Dúo Salteño, Buenos Aires 8, Ginamaría Hidalgo, Horacio Guarany, Ariel Petrocelli, Contracanto, Chito Cevallos, Angela Irene, Los Andariegos, José Angel Trelles, Rosa Rodríguez Gerling, Hamlet Lima Quintana y tantos otros”.
Esta influencia tuvo efecto multiplicador, ya que sería un precedente importante de la Nueva Canción Latinoamericana, otro movimiento que también encontró en Mercedes una de sus voces definitivas. A partir de los pioneros Violeta Parra y Atahualpa Yupanqui, contó con expresiones tan diversas como León Gieco y Víctor Heredia en la Argentina; Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Héctor Numa Moraes y Los Olimareños en Uruguay; Milton Nascimento, Chico Buarque y Geraldo Vandré en Brasil; Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y Vicente Feliú en Cuba; Víctor Jara, Patricio Manns, Isabel y Angel Parra, Quilapayún, Inti Illimani e Illapu en Chile, y la lista podría seguir.
Como sigue la canción con fundamento, consciente de que aún hoy, a más de 40 años de la aparición de aquel trabajo señero, sigue teniendo vigencia aquello que Mercedes cantó en la zamba “La de los humildes”: “Si hay que esperar la esperanza, más vale esperar cantando”.

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