ESPECTáCULOS › ALEJANDRO FIORE, MARTIN SEEFELD Y FEDERICO D’ELIA, ENTRE “LOS SIMULADORES” Y “DE GUANTE BLANCO”

“Nunca pensamos en aprovecharnos del fenómeno”

El trío está presentando en el Lido de Mar del Plata una obra en la que, dicen, el único paralelismo con la exitosa serie es “no dejar nada librado al azar”. El esperado final de Los simuladores va hoy a las 22 en Telefé.

 Por Emanuel Respighi

Niños, adolescentes y adultos, mujeres y hombres, ricos y pobres. Todos, papel en mano, se abalanzan sin piedad sobre los actores en busca del autógrafo del ídolo televisivo. Alejandro Fiore, Martín Seefeld y Federico D’Elía explican que se encuentran en medio de una entrevista con Página/12, que luego habrá tiempo para la foto, la firma o el simple beso. Pero no hay forma: una y otra vez habrá que detener el grabador ante el requerimiento de la masa “federal” que por estos días le escapa a los problemas argentinos veraneando en Mar del Plata. Los actores se encuentran en La Feliz estrenando De guante blanco, el espectáculo teatral que de martes a domingo presentan en el Teatro Lido (Santa Fe 1751, a metros de la peatonal), con la producción de Jorge Guinzburg. Pero no pueden escapar al fenómeno de Los simuladores, que esta noche, a las 22, finaliza por la pantalla de Telefé (ver aparte). Al punto de que sin haber mediado pregunta alguna sobre la relación entre el programa de TV y la obra de teatro escrita y dirigida por Jorge D’Elía (otro simulador, padre de Federico), los actores abordan el (obvio) interrogante naturalmente, por propia voluntad.
“Mucha gente –se apresura Seefeld– nos pregunta si hay algo de Los simuladores o no. La realidad es que el único paralelo que trazamos con el programa es en la calidad de la obra. Es un espectáculo fino, cero chabacano, con un buen libro, una buena dirección y cuidado de producción. Tratamos de que por sobre todas las cosas el espectáculo sea de muy buen nivel. La gente la pasa muy bien, desde un chico de 12 hasta un señor de 70.” La obra, en la que la intriga se combina con una serie de guiños humorísticos muy eficaces, narra la historia de tres desconocidos atrapados misteriosamente en la antesala de la bóveda de un banco. Todos fueron, en apariencia, por diferentes razones. Los tres, también, aparentan tener personalidades muy diferentes. Claro que esas diferencias descubrirán similitudes a medida que avance la obra. “El espectáculo mantiene el paralelismo de Los simuladores en que cuenta un cuento redondo, donde no hay detalle librado al azar. El teatro, a veces, está ávido de contar historias que cierren. Acá hay una historia de aventuras, intriga y absurdo, un cuento redondito que empieza y termina con una resolución sorpresiva, similar a lo que ocurría en Los simuladores”, admite Fiore, quien de paso aclara que tanto él como D’Elía y Seefeld no se consideran amigos. “Lo somos”, dispara.
–Los simuladores puede considerarse un programa atípico para la TV nacional, ya que privilegió los tiempos de producción por sobre los televisivos. ¿Les modificó su forma de trabajar?
Federico D’Elía: –Yo siempre respeto a la gente. El tema de la tele es que es muy particular, porque por lo general no depende tanto de uno ya que se produce desde el canal o desde una productora independiente. Cuando uno tiene la posibilidad de producirse a sí mismo, el nivel de calidad mejora en función de lo que se quiere transmitir. De cualquier manera, el tema de los tiempos nos trajo muchos dolores de cabeza. El ciclo se extendió mucho porque no pudimos organizar nuestra vida con los tiempos de trabajo.
Alejandro Fiore: –La obra la ensayamos todos los días hasta que vinimos a Mar del Plata. Le dimos el tiempo necesario. No nos quedamos en la típica de la hacemos así nomás y listo. Trabajamos una bocha.
F.D.: –Eso habla del respeto a la gente y a uno mismo, fundamentalmente. Respeto que nosotros tres tenemos presente.
–¿Sintieron una presión extra a la hora de preparar la obra, luego del éxito de Los simuladores?
Martín Seefeld: –Sí, lógicamente. Pero no pensamos aprovechar el fenómeno simuladores. Cuando llegó el proyecto pensamos en hacer una buenaobra, pasarla bien y seguir creciendo como actores. Claro que somos conscientes de que tenemos sobre nuestras espaldas el éxito de Los simuladores. Fue un programa muy fuerte, de gran calidad y llegada a la gente. No podíamos tirarnos a chanta haciendo cualquier cosa. Teníamos que respetar lo hecho en el programa. No vinimos con tres sillas a hacer un monólogo cada uno y aprovechar el boom. Es un proyecto para todo el año. No sólo para tres meses.
–Pero sin Los simuladores en sus trayectorias probablemente no los hubiesen llamado tantos productores de teatro...
A.F.: –Sí, claro. Con la obra apostamos a generar algo que nos gustara, y en lo que pudiéramos cuidar ciertos elementos que nos parecen importantes: que contemos un cuento lindo, que sea una obra no chabacana e inteligente, que la gente viera un trabajo diferente de cada uno de nosotros sobre el escenario... Por eso empezamos a escribir una obra nosotros y después aceptamos la obra de Jorge D’Elía. Sabíamos que teníamos que mostrar algo interesante, porque la gente no viene a ver a Seefeld, D’Elía y Fiore sino a los actores de Los simuladores.
F.D.: –Nuestra exigencia es mantener el nivel de lo que veníamos haciendo. Si no hubiera pasado lo que pasó con Los simuladores los productores probablemente no nos hubiesen llamado para hacer la obra. Hubiésemos tenido que generar el proyecto nosotros. Los productores estaban interesados en que hagamos teatro acá por lo que pasó con Los simuladores. No tengo dudas.
–Ustedes, además de actores, son amigos. ¿Cuán importante es en el trabajo del actor trabajar con amigos? ¿Es una dificultad o una ventaja?
M.S.: –Es muy personal. En mi caso yo le doy mucho valor, me gusta trabajar con amigos. Con el nivel de actividad que teníamos nosotros, el hecho de que seamos amigos ayudó muchísimo a sostener la obra, porque a veces ensayábamos de 1 a 4 de la mañana, otras de 8 de la mañana a 12 del mediodía. Cuando hay que encontrar horarios con amigos es más fácil que hacerlo con actores con los que no se tiene mucha confianza.
A.F.: –Cuando es con amigos a los que se respeta y admira, trabajar es mucho más divertido. Todo pasa a ser lo que para mí es la actuación: un gran juego. Trabajar con gente con la que no coincidís o con la que no hay un respeto mutuo es un plomo.
M.S.: –Lo negativo es que a veces es más difícil decirle determinadas cosas a un amigo que a un actor con el que sólo tenés una relación laboral. A mí me incomoda más discutir con un amigo que hacerlo con un desconocido, con quien puedo discutir más fríamente acerca de la obra. En cambio, discutir con Fede o Ale sobre la obra es discutir con mis amigos. Y siempre es feo discutir con un amigo. Pero son muchos más los pros que los contras.
–¿Después del estreno de la obra les pasó el miedo de ser criticados por subirse al fenómeno de Los simuladores?
A.F.: –Es que nunca se nos cruzó por la cabeza hacer la fácil. Por eso retocamos la obra en varias oportunidades y la trabajamos mucho tiempo. Queríamos corrernos de ese fantasma que ronda en la cabeza de que venimos a robar con Los simuladores. No queríamos tirar abajo lo que habíamos hecho.
F.D.: –Además, la vida continúa. Si te agarrás mucho de Los simuladores terminás no haciendo nada. Superar Los simuladores es muy difícil. Lo que hacemos es interpretar una obra con la que nos sentimos cómodos. Es una obra muy a conciencia.

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