ESPECTáCULOS › DEL VALLE INCLAN POR DOS COMPAÑIAS ESPAÑOLAS

Las “comedias bárbaras” que reflejan la sociedad de hoy

Las compañías Al Suroeste y Teatro I Piau se unen en la puesta de Cara de plata, una de las “comedias bárbaras” de Ramón del Valle Inclán. Esta noche estrenan en el Teatro de la Comedia la obra inspirada en lo que el dramaturgo intuía que constituye una parte de la naturaleza humana, “una conducta totalmente desprendida de los pensamientos”.

 Por Hilda Cabrera

En 1924 el escritor, poeta y dramaturgo gallego Ramón del Valle Inclán decía de sus Comedias bárbaras: “Creo cada día con mayor fuerza que el hombre no se gobierna por sus ideas ni por su cultura. Imagino un fatalismo del medio, de la herencia y de las taras fisiológicas, siendo la conducta totalmente desprendida de los pensamientos”. Estas “comedias” sobre emociones incontroladas y violentas reúnen a Aguila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922). Un montaje sobre esta última podrá verse hoy en Buenos Aires, en función especial en el Teatro de la Comedia (Rodríguez Peña 1062, a las 20.30), y luego desde el jueves 8 hasta el domingo 11 (a las 21), por la compañía extremeña Al Suroeste y la castellana Teatro I Piau. En breve gira por la Argentina, adonde llegan por primera vez, el director asturiano Etelvino Vázquez, el actor Rafael Núñez (del I Piau) y el director de producción Javier Leoni (cofundador de Al Suroeste junto al actor Pedro Antonio Penco) se apasionan al hablar del autor de El marqués de Bradomín (1906), Divinas palabras (1920), Luces de Bohemia (1920), Los cuernos de Don Friolera (1921), La rosa de papel (1924) y Tirano Banderas (1925), entre otras creaciones. Entrevistados por Página/12, Leoni comenta que Luces... fue una de las propuestas que decidieron hacer a un teatro de la Comunidad de Madrid, por aquello “de la especulación y la miseria en las calles”. Les pareció “un título obligado”; sin embargo, no se les prestó atención. “Puede que a Valle se lo haya apreciado más en Argentina, donde estuvo en 1910, que en España –apunta el director Vázquez–. Sus obras fueron prohibidas durante el régimen de Francisco Franco, y ese mundo que retrata no es ahora de interés para la sociedad española. Leoni advierte que “la sociedad vive su período light: la derecha triunfa y los españoles creen que les va muy bien así”.
“Nosotros llegamos a la Argentina con el gusanillo de querer saber qué tal es el público de aquí. Nos han dicho que es muy entendido. Quizá nos vayamos a acongojar, pero es mejor que nos enteremos si vamos bien o nos hemos equivocado”, reflexiona a su vez el actor Núñez, uno de los intérpretes distinguidos por su composición del abad de Lantañón. La obra ha sido presentada en gira por España, recibiendo varios premios. La relación laboral de Vázquez (también escenógrafo) con la compañía Al Suroeste data de 1986, y su fervor por Valle Inclán (1866-1936), de siempre.
–¿Por qué la elección de Cara de plata y no las otras de Comedias bárbaras?
Etelvino Vázquez: –Quizá porque de la trilogía es la que está más cerca del esperpento, y la que hoy tiene más potencia y gracia. A Valle se lo ve más seguro que en Aguila de blasón y Romance de lobos, muy anteriores.
Javier Leoni: –En Cara de plata hay muchos personajes y muchas escenas. La escritura de Valle es un torbellino. Ojalá hubiéramos podido hacer la trilogía, pero eso no está a nuestro alcance.
E. V.: –Lo importante es arriesgarse. Los españoles tenemos que trabajar sobre los buenos autores olvidados. Se trata a las obras de Valle como si fueran un batiburrillo. Cara de plata es una especie de cosmogonía, porque en ella están representadas todas las clases sociales españolas de la época.
Rafael Núñez: –Y llena de arcaísmos, palabras inventadas y galleguismos. El 90 por ciento del texto lo conforman frases interrogativas y exclamativas. La respuesta a una interrogación es otra interrogación. Por eso da tanto miedo actuarla o dirigirla.
–Durante una gira española con esta obra, el elenco se manifestó en contra de la política de Bush en Irak y de la actitud de apoyo del gobierno español a Estados Unidos. ¿Qué quedó de esa protesta?
E. V.: –Hubo un movimiento de rechazo muy fuerte de parte de los ciudadanos, pero luego, cuando llegó la hora de votar, se apoyó al gobierno del Partido Popular.
J. L.: –Nos está faltando que ese mismo actor que salió a la calle a decir no a la guerra lo reitere arriba de las tablas. Porque decir no y luego votar al PP y hacer obras comerciales y frívolas, como las que vienen copando la cartelera de Madrid, es una contradicción muy grande. Pero el público no es tonto. Nosotros no pagamos reclamos en televisión por Cara de plata y, sin embargo, llevamos un año presentándola. Hay espectadores potenciales para el teatro que es teatro y cuenta cosas. Nosotros vamos a los pueblos, y trabajamos para el público general y para los chavales de los institutos de enseñanza. En Madrid, esta manera de concebir el teatro trae problemas. La mayoría de las salas está en manos privadas, y los que dirigen las oficiales se comportan peor que los privados.
E. V.: –Pero hay otro teatro en movimiento que llega a ciudades y pueblos. Para las compañías que no poseen espacio propio la única salida es la itinerancia.
J. L.: –Los teatros regionales tienen compañías residentes y solamente éstas utilizan las salas: se han construido unos edificios magníficos con dineros públicos que permanecen cerrados el 80 por ciento del año.
–¿Por qué decidieron darle a Cara de plata una estructura cinematográfica?
E. V.: –Porque esos cortes están en la obra de Valle, y sirve a lo que estamos buscando. Que la obra se entienda, y desde su trasfondo social, desde la lucha que se libra entre el poder civil y el religioso. Este conflicto está muy presente en la sociedad española. El telón de fondo de esta historia es ese campesinado que nunca pudo organizarse como clase social. En la última escena da la impresión de que se rebela frente al hidalgo déspota, pero ésa no es más que una impresión. Los campesinos acaban tirando los palos y agachando las orejas.
J. L.: –Creen que así se les pegará menos o que tendrán comida al día siguiente.
–¿El punto de referencia es siempre la Galicia rural?
E. V.: –No. Estuvimos viendo muy detenidamente la primera parte de la película Novecento y nos inspiramos en la novela El gatopardo. En España, el director de cine Bigas Luna llevó al teatro la trilogía de Comedias... Eso parecía “las divinas carreras”, porque las obras se desarrollaban a todo trapo y con una producción millonaria. (Este montaje de Comedias bárbaras contó con 90 actores, seis caballos, tres perros lobo y tres galgos. Fue el espectáculo de cierre de la Bienal de Venecia de 2003.) Descolgaban telones pintados como si la trilogía fuera una zarzuela. Realmente, creo que Valle no necesita de esos decorados aparatosos. Las Comedias... necesitan cuerpos. Cuando se ven estas producciones, uno piensa que en España vale lo que no vale. Por eso es mejor estar al margen. El teatro español casi no tiene hoy artistas a los que podamos admirar.
J. L.: –Es muy triste ver cómo ha cambiado la vocación del actor. Los chavales reciben una enseñanza deficiente y la mayoría espera ser contratado para las series de televisión. Lo que otro gana quizás en un mes de trabajo en el teatro, ellos lo cobran en dos días, y haciendo pequeñas apariciones. Cómo se les va a pedir a esos actores o actrices encerrarse a ensayar durante dos meses en Alburquerque, por ejemplo, como lo hemos hecho nosotros, en un castillo medieval, para leer, estudiar e investigar sobre lo que ha escrito Valle Inclán, un autor de ideas y de una gran riqueza lingüística. Cara de plata es todavía una obra provocativa para España. Algunas ciudades la rechazaron. Eso de tirar el copón de hostias al suelo no se acepta fácilmente. No olvidemos que cuando toda la generación de 1898 se dedicaba a clamar quejumbrosamente “me duele España”, Valle Inclán decía “me huele España”.

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Etelvino Vázquez, Javier Leoni y Rafael Núñez. “Puede que a Valle se lo aprecie más en la Argentina”, dicen.
 
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