ESPECTáCULOS

“Miss Playboy TV”, o el festival de los voyeurs

El concurso de la señal para adultos tuvo toda una fauna peculiar, que festejó el triunfo de la española Arantxa.

 Por Emanuel Respighi

Era una noche de gala. Aunque las corbatas brillaban por su ausencia y los vestidos largos se guardaron, la noche fue esperada por hombres y mujeres, jóvenes y viejos, adolescentes y señoras. Cada uno con su estilo, los más de 600 invitados se prepararon para la ocasión, con la satisfacción de sentirse parte de ese mundo de fantasía (sexual) creado por Hugh Hefner. Ellos eligieron el elegante sport –pantalón de vestir y camisa o chomba al juego–, con el pin del conejito en su pecho. Ellas mostraron el bronceado con la ropa más diminuta: escotes, minifaldas, algo de cuero y miradas sugestivas escondidas detrás del rostro colagenado y empastado de maquillaje, intentando ocultar ese mal endémico de las arrugas. Se percibía el flujo de las hormonas que rejuvenecía y animaba cada cuerpo, cada gesto. Todos parecían cumplir un sueño postergado: ser parte del mundo Playboy. Todos se creyeron, en las cuatro horas que duró la elección de Miss Playboy TV Latinoamérica e Iberia, conejita/o. “¡Esto sí es vida!”, exclamó exultante, sin sacar la vista de la pasarela, el argentino colado que no puede faltar en todo evento VIP.
Empresarios invitados, periodistas de toda América latina, productores, organizadores, damas de alta sociedad, cholulos, curiosos y voyeurs en busca de una foto o el roce “casual” de su cuerpo con alguna chica: desde temprano, la gente se empezó a amontonar en el Conrad, atraída por los cuerpos pulposos de las doce finalistas que pugnaban por convertirse en una conejita. Tras quince días de trabajo (producciones, entrevistas, la imposibilidad contractual de tener sexo y el férreo cuidado de un guardia de seguridad por chica), las concursantes se aproximan a la hora. Todas se desean suerte y proclaman el discurso reality: “Pese a ser doce mujeres de diferentes culturas, nos llevamos bárbaro”, repiten cual disciplinadas alumnas de colegio, aunque luego disputen posiciones en el escenario para conseguir un mejor plano en la foto grupal.
La primera pasada comienza y la energía toma forma de aplausos, gritos, comentarios de toda calaña y miradas concentradas. Ahí nace el juego de antagonismos: mientras los hombres liberan fantasías con cada participante (“Están todas bárbaras: dame cualquiera”, dispara el chef que se hizo una escapada entre plato y plato), las mujeres observan con ojos juzgadores. Ahí donde la cincuentona exclama: “¡Qué exuberante!” y su compañera resalta el vestido de la uruguaya (“Me encanta lo que tiene puesto, supernatural”), el periodista veinteañero lanza el comentario soez: “¡Mirá qué putona, por favor!”. Un juego que resalta la instintiva reacción de unas y otros.
Promediando el evento, las preferencias del público se van haciendo evidentes. “¡Qué partidazo Colombia-España!”, se sale de la vaina un uruguayo de treinta y pico que se hospeda en el hotel. La española y la colombiana reviven en el salón la vieja disputa entre rubias y morochas, con la polémica que renace en un grupo de amigos que intercambian preferencias. “Con todo ese plástico, da lo mismo el color del pelo”, interrumpe un sesentón cuya experiencia y aire de dandy dan por finalizada la conversación.
Luego de la excitación inicial de la velada (que Canal 13 transmitirá la próxima semana), los aplausos y la algarabía fueron perdiendo ante el hambre de los presentes, que fueron olvidándose de las conejitas para acercarse al salón contiguo en busca de un canapé. El vestuario de las finalistas no ayudaba a sacudir la modorra de quienes ya habían cumplido (en su mente) todas las fantasías. “Demasiado vestidas”, se quejaba un guardia de seguridad, con la sonrisa cómplice de otro. A esa altura, el veredicto del público se había volcado para la blonda española, la única capaz de arrancar ovaciones ante cadasalida. “Es rubia, alta, mona y sabe explotar su carita de ingenua... ¿Hace falta jurado?”, daba su veredicto Roberto, un cincuentón ingresado gracias a un amigo productor, ante la atónita mirada de su esposa.
Contra lo que suele suceder, esta vez el voto del jurado se correspondió con el clamor popular. Aun contando con un incondicional grupo de compatriotas, la colombiana Viviana Castrillón se tuvo que conformar con el segundo puesto, detrás de Arantxa Bonete, la valenciana de 26 años que repite que ama “la pintura y la poesía”. La española se convertirá este año en la cara del canal, además de un premio de 10 mil dólares y un contrato con Playboy. Ganó la preferida de buena parte de la platea, pero no todos se fueron contentos. “Al final, mucho sexo, mucha mina, pero no se vio ni una teta”, se quejó un hombre de sobrio traje negro, al finalizar el evento. “No hay con qué darle: la ruleta me excita más”, concluyó, quitándose el conejito que brillaba en la solapa.

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Arantxa Bonete, ganadora de un certamen con concursantes "demasiado vestidas", según las quejas.
 
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