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El honor del barrio y la milonga, en un torneo para piernas hábiles

Entre más de seiscientas parejas quedaron treinta. Y el próximo fin de semana bailarán frente al gran jurado, para definir los finalistas del Segundo Campeonato Metropolitano de Tango Salón.

 Por Karina Micheletto

No se puede romper el abrazo, ni separar el cuerpo. Hay que cuidar en todo momento la elegancia de la postura. Se debe circular en el sentido contrario a las agujas del reloj. Está prohibido detenerse y más aún hacerlo frente al jurado, para lucirse. Y, por supuesto, hay que ser capaz de dejar en la pista el toque personal, ese “plus” que marca la diferencia entre un bailarín y otro, y que los habilidosos transmiten con todo el cuerpo. Tamaño catálogo de reglas formales corresponde al Segundo Campeonato Metropolitano de Tango Salón, organizado por la Secretaría de Cultura de la ciudad, que se disputó desde el 15 de enero hasta el 15 de febrero en sesenta milongas de la ciudad. Los primeros ganadores surgirán los próximos viernes 20, sábado 21 y domingo 22 en la Federación de Box, en un encuentro en el que también habrá orquestas en vivo y exhibiciones de baile de otras parejas y estilos.
A las semifinales llegaron treinta parejas elegidas entre las más de seiscientas que se midieron en las pistas de las milongas durante un mes. De allí quedarán elegidos los que vayan a la final del Campeonato Metropolitano, siempre entre parejas de la ciudad, el 7 de marzo en Obras Sanitarias, y los que pasen a la final del Campeonato Mundial, que reunirá a bailarines de todo el país y del mundo, del 14 al 22 de agosto. Los bailarines, como se aprecia, deberán sortear varias instancias clasificatorias, y poner a prueba sus virtudes una y otra vez, ante varios jurados. Y hay que ver los revuelos que se arman con algunas decisiones del honorable tribunal, tratándose de una competencia en la que se pone en juego mucho más que un premio (hay milongueros de cepa que hablan de cuestiones como el honor, por ejemplo, o que representan a un barrio o un club determinado y sienten ese peso extra sobre sus espaldas).
“En las milongas éramos tres jurados cada vez, y muchas veces era difícil ponerse de acuerdo. Capaz que algunos prefieren cambiar de opinión para no estar toda la noche discutiendo. Nosotros seguíamos hasta el final”, aclara Elsa Dellepiane, una bailarina experimentada que integró uno de los jurados, al igual que su marido José. Con 69 y 70 años respectivamente, ellos despuntan el vicio en las distintas milongas de la ciudad “siempre que pueden”, es decir, casi todos los fines de semana, y las conocen a todas. Sólo restringieron el ámbito de acción (dicen que ya no salen de la Capital porque se puso peligroso), pero llega el sábado o el domingo y parten, puntualmente, a las 11 de la noche, con zapatos de ocasión, y tienen hecha la cuenta de los años que llevan bailando tango: cincuenta y tres.
El tango salón, queda claro, tiene sus reglas bien marcadas, aunque en este campeonato se permiten algunas licencias, para hacer la competencia algo más atractiva para el público. “Se pueden hacer algunas figuras que no se contemplan en el reglamento básico, pero que son de uso popular en las milongas, como barridas, sacadas al piso y enrosques”, detalla Juan Pablo Villalba, coordinador del campeonato. Siguen quedando totalmente prohibidos –y mal vistos, además– los ganchos, saltos, tropezadas, trucos y cualquier otro despliegue coreográfico propio del tango escenario. En el último tiempo el tango se llenó de gente joven, sobre todo en la danza, en la Argentina y en el mundo. Eso se nota en este campeonato, a pesar de que es exclusivamente de tango salón –los jóvenes suelen volcarse en mayor cantidad al tango escenario, ese que permite volteretas, levantadas de piernas y gimnasias extrañas en las interpretaciones–. Lo que surge como tema de debate, entonces, es si estos jóvenes que se acercan al género con un aprendizaje en las academias de tango cultivan un estilo que puede medirse con el de los mayores, que lógicamente tuvieron otra escuela, la de las “ojeadas” en las milongas a las que concurrían cuando ellos eran jóvenes. A Roberto Méndez, de 78 años, que salió semifinalistas en la milonga El Fulgor con su esposa Nélida Vitallieri, de 60, le pareció que la diferencia era bastante importante. “La juventud está arrasando, avanzan con otro estilo de baile, como cuando nosotros éramos jóvenes. Son otros pasos, otra manera de bailar y de pararse, otra escuela”, reconoce. No se trata de que él no se anime o no pueda hacer estos nuevos pasos, aclara Méndez: “Yo algún sandwich hago, pero hay otros pasos que no me gustan. Lo mío es el baile tradicional de salón, más caminado, bien como en la década del ‘40”, explica, y marca la diferencia: “Por ahí los jóvenes, en el afán de hacer todo lo que les enseñaron los profesores, dejan de lado un poquito la elegancia, o el ritmo de la música; se apuran un poco. Son jóvenes y tienen muchos años para seguir bailando, como tuvimos nosotros”.
Para Gastón Torelli, de 22 años, semifinalista en la milonga El Dandy y finalista en el campeonato del año pasado, la diferencia no es tanta: “Con mi pareja de baile podemos hacer cosas más voladas o de show, pero cuando hacemos tango salón seguimos lo que aprendimos en las milongas, mirando a los que bailan hace años”, asegura. “Nos gusta estar con los mayores, nos llevamos bien, aprendemos. Quizás haya otros jóvenes que tienen otras formas, nosotros preferimos ir a todas las milongas y mirar cómo bailan los mayores. Así es como se aprende”.

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Más de seiscientas parejas de tango compitieron durante un mes en todas las milongas de la ciudad.
 
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