ESPECTáCULOS

Una orquesta típica para la excarcelación del tango

La Orquesta Típica Fernández Fierro presenta su nuevo disco, Destrucción masiva, en el que ensayan sonidos más arrebatados. También siguen con sus “piquetes tangueros” en San Telmo.

 Por Karina Micheletto

La Orquesta Típica Fernández Fierro es lo que indica su nombre. Once músicos más cantor, línea de cuatro bandoneones, tres violines, viola y violonchelo, piano y contrabajo en la base. Composiciones propias y temas revisitados en el tango, todos con arreglos originales (están Trenzas, Maquillaje o Cuesta abajo, pero también algunos rescates de Arolas o De Caro, o Taquito militar, otro rescate si se tiene en cuenta lo poco que cabe Mores entre los tangueros actuales). El disco que están presentado, Destrucción masiva –y que sonará en vivo mañana y el próximo viernes a las 21 en Gandhi-Notorious– es, también, el de una orquesta típica. Más a lo Pugliese en el primer disco, Envasado en origen, con un camino más personal recorrido en el segundo. Pero cualquier inadvertido que se cruza a los integrantes de esta orquesta en los “piquetes tangueros” que organizan en San Telmo, que los ve tan pelilargos y lookeados, puede llegar a confundirse.
A la hora de presentarse, los miembros de la OTFF prefieren acercar “perfiles psicológicos” que servirían para alimentar la confusión. El arte de tapa del último disco los muestra tirando un piano desde un puente inhabilitado de Barracas. No es photoshop. “De chiquitos veíamos los dibujitos y siempre quisimos hacer algo así. Aprovechamos para felicitar a los fabricantes del asfalto y del piano, que no explotó como nosotros esperábamos”, se lamenta Walter “Chino” Laborde, cantor.
La orquesta acepta como un camino natural el haberse ido separando del trasfondo puglieseano que dominaba al disco debut del grupo. “La mayoría de las orquestas tienen mucho de Pugliese, como la mayoría de los milongueros de verdad. Hacemos lo que nos sale, que en general es lo más violento, con la tradición de lo que tenemos escuchado, que va de lo clásico al punk. Y vamos definiendo un estilo más ácido”, dicen. El trabajo suena menos lavado que el anterior, más cercano a algo de lo que se escucha en el vivo, y esto también, explican, tiene que ver con haberle ido encontrando la mano a la grabación: “No hay práctica de grabar con formaciones grandes como la nuestra. Entonces, si un violinista raspa buscando que salga una cosa más oscura, te corren el micrófono para que no salte el rojo en la consola. Ahora prestamos atención a esas cosas”, detalla Julián Peralta (piano y dirección).
Los “piquetes tangueros” que la Fernández Fierro arma los domingos por la tarde en Carlos Calvo y Defensa tienen la consigna de “pedir la excarcelación del tango suburbano”. Cortan la calle para hacer un show a la gorra, empujando un piano con rueditas. Pero como son tantos, y se junta tanta gente, siempre hay alguien que llama a la policía. “El oficial pregunta qué pasa, se pelea con la gente y termina yéndose, porque no sabe qué hacer.” Entre el público, además de los turistas que los fines de semana pueblan la Plaza Dorrego, y la gente del barrio, hay fans que van siempre y que ya son asistentes personales del grupo (consiguen banquitos o van a comprar cerveza, entre otras funciones vitales).
La orquesta nació hace cinco años bajo el nombre de Orquesta Fernández Branca, en obvio homenaje fernetiano. En 2001, tras un cambio importante de integrantes, tomó su nombre y formación actual. Como cuestión de principios, en su repertorio hay tangos prohibidos. Algunos, por saturados, como La cumparsita. Otros, por malos. Si se salva el pibe, ejemplifican, y tiran la síntesis argumental: “Un pibe va buscar una muñeca que se había caído en la calle, lo pisa un coche y se está por morir. ¡Horrible, se va al carajo!”. También tienen estudiadas declaraciones de principios: “El tango es una masa, aunque lo hayan pervertido. Nosotros nos enamoramos de las putas. Otros les pagan, o les hacen de cafishio. Nosotros no somos cafishios de nadie. Ni de las putas, ni del tango”. O también: “A esta altura quedó demostrado que el rock murió como hecho contestatario. Lo que queda, como contenido político fuerte, es lo que tiene para dar el tango. Como decía Celedonio Flores: lo único seguro es el tango, porque nunca consultó a Europa”.
Además de tocar sin atril (como la orquesta de Troilo, se jactan), la OTFF se distingue por el método de trabajo autogestionado con el que lograron sobrevivir entre doce, y con el que encararon el “Cabeza World Tour”, una gira que el año pasado los llevó por Holanda, Suiza, Austria, Alemania e Italia. Trabajan en forma cooperativa.
–¿Cómo hacen para sostener el método, y entre tantos?
Peralta: –Es una elección política. Que muchos escriban los arreglos, o que todos trabajen en la construcción del teatro, desde picar las paredes hasta decorarlo. Por más que uno toque espectacularmente, si no puede producir en grupo, no sirve.
Laborde: –También hay voto calificado, se respeta lo que sabe cada uno. Uno de los secretos de la orquesta es que cada uno sabe el lugar que tiene que ocupar, dónde rinde y dónde no.
Coviello: –Somos muy modernos porque miramos para atrás, a las orquestas de antes. Es natural armar cosas con los que sentís tus pares, buscar la forma de que salgan, juntarte con otros para hacer lo que querés. Por estos días parece una cosa rara. Pero somos una orquesta típica.

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Antes eran la Orquesta Fernández Branca: homenaje fernetero.
Para el disco, se dieron el gusto de tirar un piano a la vía.
 
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