ESPECTáCULOS

Cómo dejar pagando al mismísimo Presidente

Tras dos emisiones con bajo perfil político, Caiga quien Caiga levantó la apuesta y fijó las bases de un año distinto.

 Por Eduardo Fabregat

“En los primeros programas hubo pocas notas políticas por una cuestión de agenda, de poca actividad, feriados, Semana Santa... vamos a seguir haciendo notas de política, aunque en general vamos a hacer menos notas, tenemos más secciones y pretendemos hacer no más de 50 minutos.” Así respondió Ernesto “Cune” Molinero, productor ejecutivo de Caiga quien Caiga, una consulta de Página/12 no muy diferente de lo que algunos televidentes se estaban haciendo frente a los dos primeros capítulos del programa conducido por Mario Pergolini, Eduardo de la Puente y Juan Di Natale en Canal 13. El perfil 2004 de CQC parecía alejarse del tono político usual, abriendo el estilo de notas (Daniel Malnatti mutado en vengador ciudadano ante los atropellos de la empresa de trenes TBA o los agiotistas del pescado en Semana Santa, el “ping pong” enfrentando a dos personajes bien contrastantes, una ácida telenovela con una Barbie que recuerda a cierta diva platinada) y apenas cediendo una cobertura del gallinero peronista en Parque Norte y otra serie –inolvidable– de Clemente Cancela alterando los nervios de la gente del FMI en Washington.
Las menciones a la Era K se quedaban en las ironías de la apertura (un equipo de científicos kirchneristas “esperanzando” a la gente por vía del lavado de cerebro) y el ciclo producido por Cuatro Cabezas parecía definir otros rumbos.
Si la respuesta de Molinero ya era una toma de posición, la tercera emisión de Caiga quien Caiga (oficialmente anunciado los jueves a las 23, pero, cortesía de la sangrienta puja entre Telefé y el 13, jamás arrancan antes de las 23.25) fue un poquito más allá. Tras un 2003 en el que la inevitable camaradería con diversos funcionarios de gobierno atentó contra el espíritu del programa, el ciclo arrancó su tercera emisión 2004 con un compilado de imágenes en el que, a conciencia, los noteros de traje negro dirigían el micrófono una y otra vez... al ocasional acompañante de Kirchner. La broma surtió efecto, tanto para fijar la decisión de tomar algo de distancia como para apreciar a un Presidente efectivamente desconcertado y hasta un poquito caliente. Punto para el programa, entonces, que refrescó así sus premisas clásicas de ante todo desconfiar del poder y su figuración.
No fue, sin embargo, el único hallazgo, e incluso hubo lugar para una nota en la que el argentino indignado pudo compartir una sensación de revancha: fue cuando Pergolini recordó que “el CQC chileno lo hacemos nosotros” y mandó al aire a un notero trasandino importunando al riojano en la conferencia de prensa en la que se autodefinió “perseguido político”, para no venir a aclarar cuestiones relacionadas con cuentas suizas y dineros sucios. Verlo al ex Carlos Saúl I frunciéndose de ira ante el micrófono de la mosca fue, también, una manera de reavivar el encanto del “resumen semanal de noticias” que supo regodearse con las miserias del menemismo en pleno auge. Con ello, con su espíritu de recital (recuérdese el ingreso de sus protagonistas como estrellas de rock y a caballo del Shoot to thrill de AC/DC, y una musicalización siempre energética) y compartiendo códigos con la radio, el trío de negro arrancó su nuevo año desmintiendo incluso su propia definición previa de que no habría nada demasiado nuevo para ver. Nada mal para una octava temporada.

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