ESPECTáCULOS › LILIANA HERRERO Y JUAN FALU, JUNTOS EN LA CARPA ITINERANTE

“Tenemos que recuperar la canción”

El dúo presentará mañana en Parque Patricios los temas del notable CD “Leguizamón-Castilla”, con entrada gratuita. “La crisis tiene que estimularnos a no detenernos, a hacer funcionar la imaginación”, dicen.

Por Karina Micheletto

“En este momento, la canción podría ser uno de los indicadores de la crisis argentina. Uno puede ver cómo hubo un período musical de enorme fecundidad y cómo fue descendiendo poco a poco. Hoy la canción es el reflejo de una devaluación ética, está demasiado pendiente de la moda y el mercado como únicos referentes”, reflexiona Juan Falú a la hora de hacer un balance del estado actual de la música popular argentina. Sabe de lo que habla: años atrás, el guitarrista y la cantante Liliana Herrero emprendieron una tarea de recuperación del cancionero argentino tomando a dos imprescindibles: Manuel Castilla y Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Así nació Leguizamón-Castilla, el gran disco que presentaron el año pasado en diferentes puntos del país y en varias escuelas de la ciudad de Buenos Aires y que mañana a las 20 vuelven a mostrar en la reinauguración de la Carpa Cultural Itinerante organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad, en Parque Patricios, con entrada gratuita (ver recuadro).
El de ellos es un doble acercamiento al folklore argentino, como protagonistas y como investigadores de su raíz y su riqueza, en una tarea de reflexión que alimenta a la interpretación. Herrero, que pasó por la carrera de Filosofía, da clases en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Rosario, en la cátedra Problemática del saber, y a fines del año pasado ganó un concurso de ensayo sobre música argentina organizado por la Comisión de Cultura del Senado de la Nación. “Se llamaba La música argentina y su aporte a la identidad nacional y yo le cambié el título, porque creo que la música no aporta sino que es la identidad, y le puse La impaciente tensión. Bosquejos musicales de la memoria cultural argentina. Me entusiasma saber que algún día va a estar publicado. El cheque que recibí, por supuesto, está rigurosamente guardado en el corralito”, cuenta.
En el futuro cercano, ambos están abocados a proyectos personales. Falú está terminando de grabar Pueblito mi pueblo, su nuevo disco, que toma el nombre de una canción de Carlos Guastavino, y Herrero está empezando a armar el suyo. Pero después quieren retomar el trabajo de recuperación del cancionero criollo (probablemente elegirán al dúo Falú-Dávalos), casi como una tarea de reconstrucción que asumen propia. “Este país tiene mucho que recuperar, no sólo sus luchas políticas y sociales, también sus gestaciones culturales, y la canción es uno de los elementos a trabajar, con toda su riqueza. Quizás el mío no es un trabajo planificado, pero siento que me corresponde por edad. Si uno no es el eslabón, ¿quién carajo lo va a ser?”, argumenta Falú.
–¿Qué cosas nuevas dicen hoy las canciones de Leguizamón y Castilla?
L. H.: –Las canciones de este dúo memorable nos siguen hablando de la condición humana, de la relación del hombre con el paisaje, de la complejidad del arte, del amor y la amistad, del gozo de la vida. Todo esto es, en definitiva, una política y una filosofía, un modo de pensar al mundo y al hombre actuando en él. Las de Leguizamón y Castilla –como la de Atahualpa Yupanqui, y tantos otros grandes argentinos– son obras poderosas que no cesan de sorprendernos. Tal vez la condición que debe cumplir una obra para que sea considerada artística sea la de que siempre nos esté diciendo algo, que se convierta en una fuente inagotable de conversación. Por eso siempre podemos conversar con los clásicos, aunque pasen los años, los lugares y las personas.
J. F.: –El solo hecho de ser bellas composiciones hace que siempre tengan la posibilidad de reaparecer. Estas obras siempre están ahí como una referencia para volver, no funcionan como objetos de moda sino como retaguardias de la cultura.
–¿Qué repercusión tuvo Leguizamón-Castilla cuando llevaron el trabajo por todo el país y por las escuelas?
L. H.: –Muchos no conocían este repertorio, y se encontraron por primera vez con un universo artístico muy profundo. Y los que ya lo conocían disfrutaron tal vez con mayor gusto nuestras versiones, que están dadas por la mirada singular de un hombre y una mujer que se encontraron para gozar de esta música. Y en las escuelas... fue una experiencia buena, pero también compleja y difícil. Hubieron casos más amables que otros, en algunos a los chicos les costaba más escucharnos y a nosotros nos costaba más mantener la paciencia. Ahí percibí la dimensión del vaciamiento cultural de la Argentina, la tremenda ignorancia de lo que ha ocurrido, y constaté cuán ligada al mercado está nuestra vida cultural. De todas maneras, no me preocupa tanto que conozcan lo que estoy cantando, porque sé que la memoria se recupera con buenos planes, buenos maestros y buenos sueldos. Pero sí me parece grave que en algunos chicos ya no exista la capacidad de escuchar algo libremente, que sólo quieran saber más de lo que ya saben, que no estén predispuestos a emocionarse con algo bello.
J. F.: –Nosotros no hacemos demagogia, nuestras melodías son más bien lentas, apuestan a la profundidad, no contienen artificios ni elementos ligados a la velocidad, que son los que fascinan hoy. A veces logran momentos maravillosos, como cuando actuamos para el aniversario del Golpe, el 24 de marzo, ahí fue impactante constatar que sin ninguno de esos aditamentos es posible sentirse en comunión con un público masivo. No hay nada más emotivo que los silencios masivos, creo que son mucho más fuertes que los aplausos.
–¿Cómo afectó a su trabajo la crisis económica actual?
L. H.: –Yo siempre viví en la crisis, y nunca grabé, edité o actué en condiciones excepcionales. Las mías siempre fueron grabaciones precarias, chiquitas, entre amigos. Así que no es mucho lo que me cambia esta crisis. ¿Hay que hacer las cosas más chiquitas aún? Pues bien, así se harán. Ahora es tiempo de hacer, y yo tengo muchas cosas para hacer. En junio voy con mi banda al Festival Rio Garonne en Toulouse, y de ahí tenemos algunas presentaciones en Barcelona. Quiero sacar otro disco, seguir haciendo cosas con Nora Sarmoria y Juan Falú, reeditar las Veladas criollas con Cristina Banegas, Lidia Borda, Martín Pavlovski y Diego Rolón. A mí la crisis no me detiene, por el contrario, me estimula a encontrar nuevas formas de hacer las cosas. Es lo que me parece que nos está pasando a todos en la sociedad argentina: en ese no detenerse, hay que poner a funcionar la imaginación.
J. F.: –Además, nunca hemos tenido virtud de acumulación para hacer paréntesis, así que hay que trabajar en las condiciones que sean. Aunque me duela decirlo, yo tengo el beneficio secundario de tener trabajo afuera, ya tengo fechas programadas en Portugal, España, Italia, Paraguay, Uruguay y Brasil. Eso hoy pasó a ser una ventaja, pero si me dan a elegir, yo preferiría no tener esa ventaja y que dignamente podamos trabajar todos acá.

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Herrero y Falú quisieron homenajear la obra de Manuel Castilla y Gustavo “Cuchi” Leguizamón.
 
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