ESPECTáCULOS

Takeshi Kitano, yakuza en tierra de gangsters

El director de “Flores de fuego” viaja a Los Angeles y, como si fuera un Miles Davis de la cámara, se concentra en una serie de solos que tienen una mínima cantidad de notas y acordes.

 Por Horacio Bernades

No hace falta que su personaje diga: “Estoy en guerra, también en América”, para que quede claro que, con Hermano, su primera y tal vez única película en Estados Unidos, el cineasta, actor, guionista y productor Takeshi Kitano continúa, del otro lado del Pacífico, su guerra cinematográfica de un solo hombre, consistente en el despliegue de un mundo y un estilo inconfundibles. Durante toda su estada en Los Angeles -esto es, la película casi entera– Yamamoto, el personaje que encarna el propio Beat Takeshi, no habla una palabra de inglés. No lo necesita. Como su personaje, desde detrás de cámara Kitano no habla el lenguaje hollywoodense; sigue filmando en el más puro japonés. El más puro estilo Kitano.
Coproducción entre la compañía del cineasta, Office Kitano, y el productor inglés Jeremy Thomas (el de El último emperador, Festín desnudo y El paciente inglés), más que un intento por penetrar en el mercado estadounidense, Brother es como quien le moja la oreja al rival jugando de visitante. Film de gangsters pero al estilo Kitano, Hermano narra la formación, apogeo y decadencia de un ejército multiétnico, que Yamamoto forma no bien llegado a Los Angeles, tras abandonar el Japón como consecuencia de una batalla entre yakuzas. Samurai de camisa y pantalón, para Yamamoto atacar y defenderse parecerían cosas tan naturales como respirar. Ante el primer incidente callejero, sube la apuesta. Arma y organiza a un grupo disperso de latinos, afroamericanos y nipones, pone en regla a la competencia, se fusiona con un grupo rival y ya está, frente a frente y a los tiros, contra los mandamases del asunto. Pero al héroe le aguarda el destino de todos los de Kitano: la aniquilación total, el vacío, la nada.
En lugar de seguir una narración lineal “a la americana”, Hermano se organiza, como Flores de fuego o El verano de Kikujiro, mediante una sucesión de pequeñas viñetas autosuficientes y elípticas, a la manera de esa forma poética breve que es el haïku. Yamamoto y Denny (el morocho Omar Epps, dignísimo acompañante) matan el tiempo haciendo apuestas y trampeándose; el infaltable James Shigeta (fiel escudero de Kitano) intenta sin éxito que le den pelota durante un picadito de básquet; una chica despierta celos homoeróticos a bordo de una limusina; varios matones juegan como chicos en una playa distante. De pronto, un flashback repentino corta el relato a su antojo, para introducir un relato anterior.
Como si fuera un Miles Davis de la cámara, Kitano se concentra en una serie de solos que tienen mínima cantidad de notas y acordes. Solo está en la primera escena, como mirando hacia adentro, a la salida del aeropuerto de Los Angeles. Es el único solo en un burdel, mientras los demás se entretienen con sus acompañantes, y solo hallará su final en el desierto de Mojave.
Entre los rituales de la soledad y el tiempo muerto (los yakuzas de Kitano siempre parecen esperar a un Godot de ojos rasgados) estallan los éxtasis de fuego, la lírica súbita, los gags visuales. Yamamoto camina porla calle y se choca sin querer con un morocho; éste lo provoca; corte abrupto; Yamamoto lanza un botellazo a cámara; nuevo corte y al rival ya le chorrea sangre del ojo derecho. El protagonista y los suyos van a encarar a unos que los patotearon; sin decir agua va, desenfundan y disparan, estampando cinco manchas rojas sobre una pared azul. Tras una masacre, varios cadáveres yacen sobre el piso; sus cuerpos forman el ideograma que corresponde a la palabra “muerte”.
Durante otro de esos operísticos fusilamientos, las víctimas bailan, al ritmo de las balas, el baile del acribillado. “Tome, para los gastos”, le dice Yamamoto al dueño de un boliche, antes de que una balacera descomunal lo tire abajo.
Música abstracta, cine mudo, arte pintado a los tiros. Acompañado por sus instrumentistas de confianza (actores, fotógrafo y compositor) Kitano tocó todo en su gira americana, y después se volvió a Japón.

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Música abstracta, cine mudo, arte pintado a los tiros.
 
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