ESPECTáCULOS

“Luchamos para que los artistas entiendan que tienen un rol social”

Patricia Barone y Javier González forman una pareja atípica para el tango. Son militantes sociales y su música busca reflejar la realidad.

 Por Cristian Vitale

Para entender la mirada íntegra, futurista, esperanzada de Gestación –el disco de Patricia Barone-Javier González Cuarteto–, es necesario comenzar por la excepción: en Circo Romano, la cantante materializa con su voz un mensaje oscuro salido de la pluma de Adrián Abonizio: “El amor me ha desquiciado / como a un mueble entre las ruinas”. Es una sola canción, entre casi una decena y media, que no hace más que resaltar por su excepcionalidad. El resto, con la salvedad tal vez de un popurrí troileano y alguna que otra mención histórica, es un fresco de nuevo tango-canción, cuya esencia radica en un compromiso asumido por el cuarteto con la sociedad de hoy, con la idea de que el género no debe cerrarse a sí mismo en el pasado.
“Es importante que el tango refleje estéticamente la historia de nuestro pueblo, como lo hacía Celedonio Flores cien años atrás. No pensamos que tenga que ser sólo un reflejo de cuestiones sentimentales o rencorosas”, confirma Barone, en la entrevista con Página/12. “A mí me cuesta mucho meterme en la piel de los ‘40. Faltaban veinte años para que naciera... pero en general hay un discurso dominante tendiente a volver atrás, como un tango que transcurre en el pasado y que no puede caminar. El tango ha marcado nuestra adolescencia de la misma manera que lo hicieron el rock, el jazz, Silvio Rodríguez o el folklore de proyección”, apuntala González, arreglador y compositor, sobre la cuestión musical. Por Gestación (que fue presentado la semana pasada en el Centro Cultural San Martín) transitan diversos estilos emparentados geográfica y estéticamente con el género... desde una milonga con buen gusto (Porvenir) hasta un lazo evidente con el candombe (Vientos del futuro) denotan apertura y frescura mesurada. “Hacemos referencia al pasado, pero mirando al futuro. Nos vemos como hijos de Piazzolla y nietos de Troilo que llevan esa tradición hacia delante, usando códigos estéticos actuales desde el punto de vista musical, poético y temático”, sintetiza Barone.
Otro rasgo que acentúa la singularidad del trabajo tiene que ver con el compromiso político-ideológico de la pareja. No sólo apoyan in situ movidas contestatarias (González fue quien llevó a la orquesta Juan de Dios Filiberto a tocar a Sasetru) sino que también avalan las luchas a través de canciones como Casorio al huevo, que ironiza sobre los huevazos a la hija de Cavallo durante su casamiento; Pompeya no olvida, aquella canción en la que reparan en los chicos desaparecidos; o Pompeya para Diego era París, cuya letra focaliza al diez en otra parte: “Allá en Fiorito conocía otro país / donde hay más huérfanos que platos de comida”. “Intentan ser obras de arte que reflejen cuestiones sociales –esclarece González–, siempre cuidando el nivel poético, porque consideramos que la protesta hay que hacerla en la calle... por eso participamos de organizaciones sindicales o de base, y por eso también tocamos en el acampe de la FUBA por el desprocesamiento de los militantes universitarios. Luchamos para que los artistas entiendan su rol social y la importancia que tienen en cuanto tales.”
Para reforzar la idea, Barone y González plantean una posición heterodoxa frente a los efectos que acarreó Cambalache, de Enrique Santos Discépolo. En rigor, el primer espectáculo que hicieron, en 1989, se llamó Si el mundo fue, ya no será una porquería, lo cual implicaría una herejía para los discepolianos de pura cepa. Barone es consciente de ello. “Con toda la admiración que tenemos por la agudeza, la genialidad y la crudeza de Discépolo, mucha gente progresista en nuestro país habla admirada del mensaje de Cambalache. Yo creo que, de tanto pensar: ‘Qué bueno es Cambalache’, se creyó que el mundo va a seguir siendo una porquería y que no se puede hacer nada. Eso implica una resignación. Nosotros pensamos que no, que se puede cambiar el mundo, aunque por momentos uno sienta larispidez y el amargor de la realidad que lo atraviesa todos los días. No somos ingenuos”, sostiene.
–Pero tampoco escépticos...
Javier González: –Es que el escepticismo es una excusa para no salir a luchar... ¿Para qué componer un tango nuevo, para qué si está todo dado? Nosotros creemos que no es así. La realidad es una mierda... en eso estamos de acuerdo, pero hay que tratar de transformarla. El problema de un tema como Cambalache es tomarlo como un himno, porque de ese modo funciona como paradigma de la derrota.
Patricia Barone: –El mundo puede dejar de ser una porquería, siempre y cuando nos pongamos los pantalones largos y construyamos otro en beneficio de la humanidad y no de los que acaparan las riquezas de la humanidad. La primera frase del disco dice: “Yo miraré salir el sol / de la profunda oscuridad”... No todo tiene que ocurrir en la noche, en el alcohol o el desengaño. Hay que salir de eso.
–¿En qué instancia separan lo artístico de lo político?
J. G.: –Lo artístico y lo político representan para nosotros ámbitos diferentes de trabajo y creación. Pese a que abordamos cuestiones de tipo social a través de las letras, siempre tratamos de apelar a la sutileza. Lo nuestro no es tango de protesta.
–¿Y las influencias jazzeras o rockeras de la fusión? Porque en Gestación no se encuentran elementos musicales que permitan ver una alquimia entre estilos...
J. G.: –Es que tratamos de respetar la esencia rítmica que tiene el tango. No es tango-rock, ni ninguna fusión de esas la que intentamos, sino la mirada de quienes hoy tenemos 40 años y vivimos trasvasados por otras cosas. Yo admiro mucho a Aníbal Arias, pero no sé tocar como él... más bien tengo influencias de músicos como Pat Metheny o George Benson. Me parece que el tango puede ser atravesado perfectamente por otros estilos y a su vez no perder su esencia.

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Barone y González quieren que el tango deje de mirar hacia atrás.
“Cambalache funciona como paradigma de la derrota”, dicen.
 
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