ESPECTáCULOS › GOLPE DE SUERTE, DE WAYNE KRAMER

Bernie Lootz, un Jettatore en la jungla de las ruletas

Golpe de suerte, en tanto, apoya su encanto en el gran William Macy.

Por H. B.

El tipo que “enfría” la suerte de los ganadores, contagiándoles su inenarrable mala fortuna: eso es un cooler, en la jerga de los casinos. The Cooler es el título original de Golpe de suerte, en alusión a la peculiar “habilidad” del protagonista, que lo iguala con lo que en el lunfardo se conoce como jettatore. Todo un profesional de la mala suerte ajena, basta que Bernie Lootz se le arrime a alguien –incluso que simplemente apoye su mano sobre una mesa de juego– para que una racha genial se vuelva la peor del mundo, y a los que apilan fichas se les venga la torre abajo. En Bernie descansa, en buena medida, el destino del casino en el que trabaja, amenazado desde hace rato por los nuevos representantes del negocio. Esos que sólo saben de números y ganancias, y que le están pidiendo cuentas a su antiguo dueño, un tipo demasiado chapado a la antigua para los cánones de estos despiadados neotiburones del juego.
Quién otro podría ser Bernie Lootz sino William H. Macy, ese rubión con cara de perrazo triste y mechón llovido, en quien los hermanos Coen y David Mamet han sabido ver, entre otros, la encarnación misma del perdedor manso. Tras haber sido el marido de Frances McDormand en Fargo, un técnico tristísimo en Boogie Nights, un desangelado concursante de quiz show en Magnolia y el detective al borde del retiro en la reciente Celular, no hay en todo Hollywood quien transmita, como él, la sensación de que todo está perdido, de que no queda nada por hacer. Así es como se siente el bueno de Bernie, hasta el punto de que es capaz de agradecerle a su jefe que alguna vez le haya hecho papilla la rótula. Tal es la suerte para la desgracia de Bernie Lootz que todas las mañanas, cuando pide un cortado en la barra, se encuentra con que la provisión de leche acaba de terminarse.
Estrechamente ligada a su terminal desesperanza existencial, la yeta de Bernie desaparecerá el día que una linda camarera del casino (la rubia oxigenada María Bello, cuyas raíces oscuras son como una cifra de la simulación de segunda) le dé una inesperada bolilla, en una de las cargas sexuales más brutales que una chica haya emprendido en el cine reciente. La mañana siguiente, Bernie no sólo habrá perdido su capacidad de enyetar al prójimo, sino que empezará a envalentonarse con probar suerte él mismo, poniendo al casino al borde de la ruina. Es allí donde Shelly Kaplow, dueño de la casa de juegos (un Alec Baldwin al mismo tiempo temible y digno de lástima), empezará a mirar cruzado a su brazo derecho. Y si una vez le rompió la rodilla por un pequeño desliz, qué será capaz de hacer ahora, que su viejo amigo está a punto de desbancarlo.
Entroncando con la tradición del cine negro con tanta literalidad como para que los planos introductorios sean una vista nocturna y panorámica de Las Vegas (con el saxo de Mark Isham subrayando lo retro del asunto), más allá de los eventuales aciertos de atmósfera, Golpe de suerte comete el doble pecado de la unidireccionalidad y la obviedad. Todo se ordena como en una línea de puntos, y basta seguirla para saber a dónde llevarán la fabulosa falta de fortuna de Bernie, la violencia a la antigua de Shelly, la improbable love story del protagonista con la falsa rubia o el mirar helado de los nuevos e implacables socios de Kaplow. Difícilmente haya sorpresas en The Cooler, y el realizador y guionista sudafricano WayneKramer se ocupa de remachar una idea con una imagen y el sentido de una escena con el de la escena siguiente.
Todo se encamina a transparentar aquello que se quiere transmitir. Ese es justamente el problema: transparencia y cine negro son cosas que nunca se llevaron bien.

GOLPE DE SUERTE
The Cooler. EE.UU., 2003.

Dirección: Wayne Kramer.

Guión: Frank Hannah y W. Kramer.

Música: Mark Isham.

Intérpretes: William H. Macy, Alec Baldwin, María Bello, Shawn Hatosy, Ron Livingston y Paul Sorvino.

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William H. Macy parece el actor ideal para encarnar a Bernie, un mufa no tan incurable.
 
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