ESPECTáCULOS › EL ARRANQUE DEL COSQUIN ROCK

Un plantón marca García

 Por Cristian Vitale

La idea era que Charly García inaugurara el quinto Cosquín Rock a las 19, con la puesta del sol. El marco era el ideal: campo abierto, las sierras que rodean el lago San Roque enfrentadas como una pared de sonido frente al escenario, y una noche fresca pero llena de estrellas hubiesen conmovido a casi 40 mil personas, ansiosas por vivir este Woodstock argentino y federal. Pero Charly subió a tocar a la 0.30 y con un humor insoportable, irrespetuoso y caprichoso. Primero, pidió ser el centro: los uruguayos del Club de Tobi debieron tocar en un escenario alternativo y El Sexteto Irreal ni siquiera tocó. Después ordenó que le preparen una avioneta y una lancha para trasladarse de Córdoba a la comuna San Roque –finalmente lo hizo en combi– y, por último, se tomó todo el tiempo del mundo para subir a escena. “Pásenle a la gente Odisea del espacio”, dicen que dijo en camarines para frenar la impaciencia de sus fans.
“Charly, la puta que te parió... subí que mañana tengo que ir a laburar.” Varias manifestaciones del tipo “no me faltes el respeto”, se oyeron en medio de un público paradójicamente complaciente. Cerca de las 23, centenares de peregrinos del rock comenzaron a emigrar en silencio, con las piernas cansadas y los oídos vacíos. Y, cuando parecía que la noche hacía sapo por tanto capricho –a José Palazzo, el organizador, le dio un pico de presión pensando en qué pasaría si Charly no subía–, el divo subió. De arranque, detectó que lo estaban filmando las cámaras de Telefé –otra de las exigencias era que no lo filmaran ni sacaran fotos–, miró hacia atrás y señaló en tono macartista “a ese”. De inmediato, un asistente embistió contra la cámara y el camarógrafo, en un incidente que pudo ser peor. En ese marco de caos, desorden y pretensiones de rock star pasó la apertura de un festival que anoche empezaba a tomar color con músicos de mejor leche: Luis Alberto Spinetta, Pappo y León Gieco.
No deja de sorprender, pese a los antecedentes, que García exija tanto para dar tan poco y que la gente lo soporte igual. “Si hay algo que tiene Córdoba es aguante”, dijo en uno de los poquísimos momentos lúcidos de la noche como antesala de una deslucida versión de El Aguante. El set fue desabrido, desmandado y radicalmente distinto al –excepcional– que dio días atrás en Gesell Rock. Más bien, fue similar a muchos otros: Popotitos mal cantada, Demoliendo hoteles nada interesante, El Fantasma de Canterville a contramano de su estoica banda, otra aburrida de Me tiré por vos, y un estreno apenas conmovedor: No importa. El rapto de lucidez llegó con una versión de Comfortably numb (Pink Floyd), y los chistes –“Mauro Viale es impotente, ¿sabían?... El no tiene pija, tiene un inalámbrico”– que apenas sirvieron para contrapesar el humor general.

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