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Por mirar el amanecer

Por Carlos Weisse*

“Sancionado por mirar el amanecer”: la frase, pronunciada por uno de los militantes que estuvieron presos en Caseros durante la dictadura, merece estar presente en una antología de la poética del horror. Poética que se va desplegando en la sobria y conmovedora película de Julio Raffo a través de los testimonios de los que sufrieron la cárcel y hoy están para contarlo. Uno de ellos contó esa anécdota: como las ventanas eran muy altas, había que subirse a la parte inferior de las rejas para atisbar un poco de cielo, y él tenía especial gusto por ver el amanecer. Fue sorprendido por el guardia y sancionado: cuando se fijó en el libro de guardia, la leyenda era “sancionado por mirar el amanecer”.
A través de los relatos de las experiencias sufridas, la cárcel, próxima a su demolición, deja entrever todavía su estructura de panóptico, la obscenidad de la mirada espiando los actos más íntimos de los reclusos, la auscultación de los sonidos corporales, el espionaje de los mensajes cuyo secreto creían conservar los compañeros que querían comunicarse entre sí a pesar del aislamiento, sin saber que eran espiados paso a paso. El relato filmado de los ex presos tiene un contrapunto con el discurso de inauguración de la cárcel que, durante la dictadura, su personero jurídico, el ministro de Justicia, Rodríguez Varela, pronunció a manera de panegírico sobre las bondades de la cárcel que abría sus rejas. Mencionaba al citado engendro como “cárcel modelo” para todos los establecimientos de su género. Caseros era un modelo según el ministro, de respeto por la persona y los derechos humanos. En descarnado contraste, el relato de los ex reclusos niega todas y cada una de las supuestas condiciones del establecimiento, conformando lo que podría llamarse un género del grotesco negro. La parte más dramática y dolorosa del relato fue para los compañeros Toledo y Schiavone, que no resistieron la presión enloquecedora a que los sometieron y terminaron suicidándose en sus celdas. A ellos está dedicada la película.
El momento más risueño apareció con el recuerdo del humor aun en los tramos más duros, humor que se constituyó en una estrategia de resistencia y de refuerzo de la solidaridad. Esta estrategia de supervivencia también se debió en gran medida al apoyo de los familiares, sobre todo de las mujeres, algunas de las cuales fueron secuestradas y desaparecidas.
Caseros es una película que hace de la carencia presupuestaria una virtud, pues su mérito es la sobriedad: no hay un relato que englobe el acontecimiento sino que su eje es el testimonio de los protagonistas, sin recursos complementarios y en contrapunto con las imágenes de archivo. Esta estructura presenta la verdad del encarcelamiento en su desnudez, lo cual la hace sumamente conmovedora, al tiempo que permite una toma de conciencia de lo que fue un icono de la dictadura.

* Médico psicoanalista, ensayista.

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