ESPECTáCULOS › WOODY ALLEN GANO EL PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS A LAS ARTES

Nueva York es el centro del mundo

El jurado consideró que la obra del realizador representa un aporte insoslayable a la cultura universal. “Es un ciudadano del mundo –dijo– que narra sus historias desde una Nueva York que contribuyó a inmortalizar.”

Por Alejandro Fernández
Desde Nueva York

El director de cine estadounidense Woody Allen se tomó ayer un respiro durante el rodaje de su nueva película para agradecer el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2002, que le fue otorgado en España por el conjunto de su obra. El inagotable Allen, quien desde fines de los ‘60 dirigió un promedio de una película por año, confirmó que asistirá a la entrega del galardón de manos del Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, en octubre en la ciudad de Oviedo. La noticia fue divulgada por el portavoz de Allen, ya que el director estaba trabajando en su nuevo proyecto, Anything Else, que rueda en Nueva York y promete ser una comedia con tintes dramáticos al estilo de Manhattan o Maridos y Mujeres. Aunque el director mantiene silencio sobre sus proyectos, se sabe que en el film trabajan el propio Allen, Jason Biggs (el protagonista de American Pie), Christina Ricci, Danny DeVito, Glenn Close y Edward Woodward, entre otros. Allen, que antes se declaraba un enemigo acérrimo de los homenajes y los premios, y que prefería pasar la noche tocando clarinete con su banda de jazz o viendo un partido de básquet por televisión antes que ir a recibirlos, asistió este año a los Oscar y el Festival de Cannes, los dos eventos cinematográficos más importantes y con mayor convocatoria del mundo. Si cumple su promesa, estará también en octubre en Oviedo para recibir el premio que se le entregó en reconocimiento a “su ejemplar independencia y su agudo sentido crítico, que lo perfilan como un ciudadano del mundo anclado en Nueva York”. El premio también reconoce “su irónica sensibilidad”, que “ha establecido un puente de unión entre las cinematografías americana y europea, en beneficio de ambas”.
La Fundación Príncipe de Asturias otorga el Premio de las Artes a personas, grupos de trabajo o instituciones que hayan realizado un aporte relevante al patrimonio cultural de la Humanidad mediante la Arquitectura, Cinematografía, Danza, Escultura, Música y otras expresiones artísticas. “Woody Allen podría equipararse a Charlie Chaplin”, manifestó el lunes el cineasta español Gonzalo Suárez, cuando junto a la catedrática de Filología Rosa Navarro Durán presentó la candidatura del director de El dormilón. El ganador de tres Oscar recibirá por este nuevo reconocimiento a su carrera artística 50.000 euros (unos 46.000 dólares) y una escultura diseñada por el artista catalán Joan Miró.
Esa fue la cuarta vez que este galardón, del que este año se cumple su XXII edición, recayó en un profesional del cine. En 1997 lo recibió el actor italiano Vittorio Gassman. Dos años antes había sido para el español Fernando Fernán Gómez. El cineasta de la misma nacionalidad Luis García Berlanga fue reconocido con él en 1986. En total, 43 candidaturas procedentes de 18 países concurrieron al premio este año. El galardón de las Artes es el quinto de los ocho Príncipe de Asturias que se fallan: el de las Letras fue para el dramaturgo estadounidense Arthur Miller. El escritor alemán Hans Magnus Enzensberger fue reconocido con el de Comunicación y Humanidades, mientras que el de Investigación Científica y Técnica fue para los padres de internet Lawrence Roberts, Robert Kahn, Vinton Cerf y Tim Berners-Lee. El Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales fue otorgado al sociólogo británico Anthony Giddens.
Las últimas tres películas de Allen han sido destrozadas por la crítica estadounidense, mientras siguen cosechando elogios en Europa y la Argentina, aunque no sean sus obras maestras. La dureza de la crítica de EE.UU. contrasta con el cariño del público, que en el último tiempo tuvo la oportunidad de conocer a un Allen mucho más asequible, que incluso recorrió el mundo “dejándose querer”. De hecho el día que cumplió 54 años, el director que ahora tiene 66 dijo sobre su personalidad: “Siempre fui un chico prodigio de 16 años”. Nacido y criado en el barrio neoyorquino del Bronx el 1º de diciembre de 1935, Allan Stewart Konigsberg, consciente de que tal nombre no era adecuado para un artista, “renació” en la primavera de 1952 en Brooklyn, convertido en Woody Allen. Su infancia, como las demillones de hijos de inmigrantes en Nueva York, tuvo mucho más de europea que de estadounidense. Las familias –judías– de su madre y su padre llegaron a principios de siglo de Austria y Rusia, respectivamente. Una de las presencias recurrentes en su obra, la ciudad de Nueva York, le fascinó desde la primera vez que la vio, siendo pequeño. Según los críticos de cine, Manhattan nunca aparece en las películas de Allen como la urbe sucia y decadente que otros ven en ella, sino como un lugar refulgente, como la apoteosis de la vida cosmopolita. Adorador del legendario cómico Bob Hope, el único que siendo presentador de las ceremonias de los Oscar logró que Allen mirara las transmisiones sólo para oír sus bromas, el realizador hizo de los cines su segundo hogar durante su juventud, casi sin perderse estreno alguno. “Me crié en una época en que ibas al cine y el programa básico eran Fred Astaire o Humphrey Bogart y toda esa maravillosa gente convertida en leyenda”, comentó.
El papel interpretado por Allen en sus películas fue descrito por el biógrafo Erix Lax como el de “un individuo al principio patoso y de dudosas habilidades, entre las que no se contaba la de afrontar con éxito la vida cotidiana, y más recientemente un tenaz inadaptado que se obstina a pesar de sus neurosis”. Sin embargo, apuntó que “mientras el personaje carece casi por completo de control sobre todo lo que ocurre, el hombre dispone de un dominio casi absoluto sobre lo que hace”. Siempre y cuando se limite al presupuesto, es el único director que tiene el control artístico total de sus obras, sin que quienes las financian o distribuyen ejerzan poder alguno sobre el guión, la elección de los actores, la dirección, el montaje o la música. A menudo opta por reescribir o rodar de nuevo hasta un 50 por ciento o más de un guión original, y los productores de su compañía cinematográfica –desde 1982 la Orion Pictures Corporation, aunque los ejecutivos principales que lo respaldan son los mismos desde 1970– nunca saben nada acerca de los films hasta el día del estreno.

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El otrora ermitaño Allen concurrió este año a la entrega de los Oscar y al Festival de Cannes.
 
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