ESPECTáCULOS

Una profesión de riesgo

–¿Tuvo alguna vez un olvido o algún percance difícil de superar mientras estaba en escena?
–Anécdotas escénicas tengo, pero no referidas al olvido de un texto sino a situaciones. Haciendo Variaciones sobre B, me enterré un cuchillo de carnicero hasta el hueso en una pierna, cuando lo que debía hacer era cortar un cordel que sostenía dos muñecos que estábamos manipulando. Empezó a salir sangre como si mi pierna fuera una canilla. La situación fue caótica. Hace poco, en una función de El topo, me hiperventilé. Me estaba recuperando de una afección al hígado. Sufrí un desmayo de segundos en escena. Cuando tomé conciencia de dónde estaba, seguí. Se produjo durante una escena en la que tengo que bajar violentamente la cabeza y tratar de ponerme muy colorado. Algo parecido me sucedió en Francia, cuando presentábamos Zooedipous. Fue en la escena en la que los padres toman la sopa. Teníamos que fingir gritos. Me fue tanto aire al cerebro que me desmayé sobre la mesa, y quedé así en mitad de la función. Felicitas Luna siguió con su actuación mientras yo me iba recuperando. También con El Periférico, estábamos en México padeciendo lo que llaman “el mal de Moctezuma”, la diarrea que sufren los extranjeros que no toman precauciones con el agua. Cada vez que dejábamos el escenario nos daban suero para mantenernos, y nosotros reaparecíamos, pero tambaleando.

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